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Walter, el navarro de Alemania

el precedente | llegó como entrenador y disputó varios partidos como jugador en 1923, destacando sus dotes de rematador

Walter, el navarro de Alemania

Pamplona - “Sin que sirva de precedente...”, contemporizó Fermín Ezcurra para justificar en enero de 1986 el fichaje de Michael Pedersen, calmar a sus críticos y romper la filosofía de no jugar con futbolistas extranjeros. Pero antes de Pedersen hubo un precedente, otro extranjero que vistió la camiseta de Osasuna en varios partidos y que, a diferencia del danés, sí marcaba goles. Él fue el primero aunque la historia del club, como en tantos otros capítulos erróneos o incompletos de su larga y rica trayectoria, o no lo reconoce o lo ignora.

El sábado 16 de diciembre de 1922, en víspera de la Navidad, descendía del tren en la estación de Pamplona un alemán de nombre Walter. Ese es su nombre correcto, ahí no hay dudas; otro asunto es descifrar su apellido. Porque durante el año que permaneció en Pamplona su apellido apareció de mil maneras: Gobhardt, Gebhardt, Gobarth, Gerbarth, Gerbart, Gerbath, Ghebhard... Todas estas referencias están recogidas en la prensa local de la época. El periodista Ángel Goicoechea en su libro Osasuna, campeón de Navarra (primera obra que recopila los inicios del club rojillo) asienta el de Gerbart. Como la identidad no quedaba muy clara -tampoco hay constancia de su edad-, no son pocos quienes le citan en prensa como Herr Walter.

Hay que apresurarse a decir que el germano viene a Pamplona como entrenador y no como futbolista. ¿Por qué esta contratación entonces? El propio Goicoechea explicaba en 1946 que Osasuna, con apenas dos años de vida, “quería dar un salto en el escalafón futbolístico” y “se habían puesto en España de moda los entrenadores extranjeros”. La actividad competitiva se limitaba entonces a partidos amistosos y a los encuentros oficiales del Campeonato de Primera categoría, serie B, en el que participaba junto a equipos guipuzcoanos. El recién llegado no perdía el tiempo y al día siguiente de su llegada apareció en los vestuarios de San Juan, donde Osasuna tenía señalado partido de campeonato contra el Avión (5-2). Según las crónicas, el alemán aprovecho las presentaciones de cortesía para dar las primeras instrucciones. Otra cosas es que le entendieran...

Año y medio después del desembarco de Walter en San Juan, Osasuna jugaba el primer partido importante en su corta vida: la final del Campeonato de España de la serie B, que perdió en Sevilla (2-1) contra el Acero de Bilbao. Aunque ya no estaba en Pamplona, parece que sus métodos de entrenamiento y su concepción del fútbol como jugador de campo -que influyó en dos de los mejores elementos de aquel equipo como Juanito Urquizu, que luego jugó con el Real Madrid, Athletic y la selección española, y el prematuramente fallecido Florián Ochoa, que apuntaba a jugador de época- ayudaron a crecer a los rojillos.

el futbolista

“Un virtuoso del balón”

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Luego volveremos al Walter entrenador. Ahora vamos con su vertiente más desconocida, la de fútbolista. “Era un virtuoso del balón”, escribió Goicoechea; “su dribling y su toque eran maravillosos. Y dominaba el cuero como pocos. Pero era lento, de la entonces clásica escuela centro-europea”. El alemán jugaba en posiciones de delantero (cuando la línea de ataque era de cinco) y acreditó un chut poderoso y una habilidad en el remate que le permitieron marcar varios goles.

Especialmente brillante fue su actuación ante el Stadium de Zaragoza (5-0) el 15 de abril: Walter marcó tres goles en la segunda parte. En la devolución de visita, firma el segundo (2-3) “un cañonazo” de quien el cronista bautizó como “el navarro de Alemania” y que aún roza los dedos de Liria”. También anotó de penalti en la victoria (4-3) ante el Vie au Grand Air du Medoc, de Burdeos. Los partidos en los que participó no habrían llegado a una decena.

Pero esta versión activa en el terreno de quien había sido contratado como entrenador no agradaba a todo el mundo. Por ejemplo, a Joaquín Rasero. Quien fuera portero, presidente y entrenador rojillo en los primeros tiempos, cargaba la pluma contra Walter en las crónicas que firmaba como Amaya. Particularmente severo fue tras el amistoso que Osasuna perdió en San Juan, en febrero de 1923, contra el Baracaldo: “Un completo desacierto nos pareció la designación de Walter para jugar. Su labor, bien a las claras dijeron en la última Junta General, es distinta a la de sus actuaciones en el equipo. El entrenador, a entrenar con sus conocimientos a los jugadores del club, a observar la forma de cada uno, a señalarles sus puestos, a corregirles sus defectos en partidos de entrenamiento. Eso es por lo menos lo que nosotros conocemos de otros entrenadores”.

Cargando con más balas el tambor de sus críticas, Rasero disparaba a Walter por entender que confundía sus funciones: “En el campo estaba ocupando un puesto indebidamente quien desde su localidad debía estudiar el juego que desarrollaban los equipos y corregir los defectos del equipo rojo...”.

Su estilo -y en esto coinciden varios cronistas- era antagónico al que pretendía Osasuna. ¿Por qué? Porque Osasuna quería jugar como el Athletic: pases largos, velocidad y coraje. Y a Walter le gustaba rasear el pelotón, entregarlo al pie. Ese gusto por dominar el juego desde la posesión de la pelota también concitaba las críticas de Rasero: “Walter (?) poco acostumbrado a dominar por fuerza de patadones, se limitó a pasar bien el balón por bajo”. Casi una herejía, vaya. A estas opiniones respondía Walter así: “Lo que hace el Athletic no es el verdadero fútbol...”.

el entrenador

Metódico y trabajador

Noventa años después, y jugando a viajar en el túnel del tiempo, el estilo de Osasuna sería muy diferente hoy de haber tenido continuidad y respaldo la idea de Walter. Hasta el himno, que habla de un equipo “valiente y luchador”. Pero el temperamento racial pudo más que la apuesta por la técnica. “No quiso estudiarnos a los navarros y, por el contrario, quiso que aquí se estudiaran todas aquellas -para nosotros innovaciones- teorías del pase corto, dribling lento y juego sin esfuerzo”, escribió Goicoechea, en una interpretación aldeana de quien, por principios raciales, se cierra en banda a cualquier innovación que venga del exterior.

Cuestionado por su interpretación del juego como futbolista, Walter dejó, sin embargo, el sello de un entrenador metódico y trabajador; alguien que por primera vez hacía sentir a los futbolistas la importancia de una buena preparación física para afrontar los partidos con energía y de la repetición para ganar en control de la pelota. Y eso que no encontró una plantilla ordenada. El 14 de febrero de 1923 la prensa ponía el dedo en la llaga al señalar que Osasuna estaba en “decadencia”, pero añadía a renglón seguido que no era por culpa del entrenador sino por “absentismo” de los futbolistas, de los que un número importante residían fuera de Pamplona.

Volviendo a su metodología, cuenta Goicoechea que en “su curioso sistema de entrenar predominaba el regate. Para ello, en una longitud de 15 metros colocaba 20 o más palos altos, clavados en el suelo y separados entre sí por 70 o 80 centímetros. El jugador recibía el balón y tenía que ir sorteando los palos. Así hasta 40 veces consecutivas. Nosotros vimos como más de un jugador caía mareado a mitad de la jornada”.

La figura controvertida del primer entrenador extranjero de Osasuna ha quedado sepultada por el tiempo cuando no ignorado como el primer futbolista extranjero que vistió la camiseta roja. Un hombre a quien se le pierde la pista (¿cómo dijimos que se apellidaba...?) pero que, como escribió Ángel Goicoechea “hizo una gran labor en Osasuna. Nuestro equipo, de aire bohemio, se convirtió en un conjunto disciplinado. Había orden, respeto mutuo y ligazón en sus líneas”. Virtudes que, al margen del debate entre el pase corto y el patadón, valen para ahora mismo.