Síguenos en redes sociales:

Aquellos maravillosos años

reencuentro | vecinos, amigos y rivales, martín y otazu, exjugador del nàstic, recuerdan sus duelos en la banda

Aquellos maravillosos años

pamplona - “Dime una cosa Martín, ¿tú pensabas que ibais a llegar hasta aquí...?”. El entrenador de Osasuna sonríe y el gesto perfila las arrugas de su cara. Joaquín Otazu, que conserva el grueso bigote bajo sus ojos azules, no espera a una respuesta que ya conoce. Charlan compartiendo recuerdos y repasando nombres de viejos conocidos. Algunos ya no están. Otazu, 64 años, tiene una memoria USB y es capaz de refrescar partidos, resultados y goleadores. Como el 2-0 de Osasuna al Nàstic aquel 24 de febrero de 1980 - “marcaron Iriguíbel y Rández”, apunta raudo, “y tu el 0-1 en la primera vuelta”, completa- en el que el lateral asume que sufrió en el marcaje al extremo: “Corría muy rápido muy rápido. No pude pillarle en toda la tarde...”.

Son viejos conocidos. Casi vecinos. Otazu es natural de Biurrun, donde vive. La localidad está a cinco kilómetros por carretera de Campanas (el pueblo de Martín), menos de la mitad campo a través. Se han tratado desde niños pese a la diferencia de cuatro años. “Martín ha estado en mi casa en fiestas del pueblo”, contextualiza Otazu para plasmar esa cercanía. Pero nunca compartieron equipo. Otazu comenzó jugando en regional en la AD Noáin a principios de los años setenta; probó con el Artajonés pero se embarcó, con otros futbolistas navarros, en el proyecto del Andorra, equipo del Principado que contrató a cerca de una decena de futbolistas de la Comunidad. De allí pasó al Nàstic, Huesca y terminó en el Alfaro. Pero fue la etapa en Tarragona la que marcó su corta carrera profesional (se retiró con 29 años); allí rindió a su mejor nivel, obtuvo el reconocimiento de prensa y afición, y a día de hoy conserva amistades que no ha destruido el tiempo transcurrido, y va ya para 35 años.

“Era un defensa físicamente muy fuerte; algo duro”, destaca Martín. Otazu, sin embargo, comenzó de centrocampista antes de encontrar su sitio en el lateral derecho. Ahí, en ese estrecho espacio junto a la línea de cal se topó de frente en algunas pocas ocasiones con el veloz extremo, “cuando los marcajes eran hombre a hombre y había que seguirle por todo el campo”, explica Otazu. “Te marqué cuando jugaste con el Lérida”, abunda el exdefensa recordando duelos en Segunda B. “Teníais una delantera muy buena. Metiste unos veinte goles tu y otros tantos tu compañero Clotet -dice haciendo gala de su memoria-. Me acuerdo que me comentaste que no sabías si Osasuna te iba a recuperar ese año, y yo te dije, si no vuelves ahora ya no vuelves nunca...”.

Eso ocurría en al temporada 1978-79. En ese curso, el Nàstic logró el ascenso a Segunda “en el campo del Diter Zafra”, apunta a la carrera Otazu. “En ese partido me ocurrió una cosa curiosa. Al final del encuentro, saltaron aficionados a felicitarnos y uno me quitó a mi la camiseta con el número 2. Hace pocos días, cuando fui a Tarragona a ver el partido de Liga con Osasuna, una persona me reconoció: ‘Tu eres Otazu y yo tengo tu camiseta del ascenso...’. ¡Me quedé alucinado!”.

Otazu, además de amigos, dejó un buen recuerdo en Tarragona. Aquella temporada le otorgaron el premio al jugador con más pundonor, lo que define a la perfección su carácter en el campo. “El Nàstic formó un gran equipo, pero se deshizo después del ascenso porque buena parte de los jugadores fueron traspasados, algunos a clubes de Primera. Yo estuve cerca de fichar por el Espanyol pero un accidente de moto torció los planes”, rememora recordando aquel suceso que le provocó una fractura de fémur. El siniestro ocurrió en Campanas a principios de julio de 1979. A raíz de esa incidencia, Otazu no entró hasta febrero en el equipo -dirigido entonces por el tafallés Antonio Jaurrieta- y tampoco con buena suerte: siete días antes de jugar en Pamplona sufrió un golpe en el rostro en el partido contra el Castilla y tuvieron que aplicarle seis puntos. Pero no se perdió aquella ocasión de debutar en El Sadar ante familiares y amigos; semanas después, el Nàstic regresaba a Segunda B y Osasuna retornaba a Primera división.

A pocas horas de arrancar la eliminatoria por el ascenso, Otazu subraya que guarda un agradecimiento eterno al club catalán. “No tengo sentimientos encontrados en el partido de hoy: a mí el Nàstic me dio de comer...”, confiesa ante el compromiso de decantarse hoy por uno o por otro. “En el reciente partido, lo último que quería era que empataran y que el resultado no les sirviera a ninguno”, concede. Mientras habla, la cadena que cuelga de su cuello deja ver un escudo de Osasuna...

“¿Y qué has preparado para hoy...?”, interroga de nuevo Otazu al entrenador de Osasuna antes de despedirse. Lejos de hablar de tácticas, Martín le cuenta sus últimas sesiones de coaching con los futbolistas que sacan una sonrisa en el rostro de su interlocutor. “Te has adaptado muy bien a lo que tienes, no puedes hacer más...”, le reconoce el amigo.