Tenemos un problema. O dos. O tres. Difícil de cuantificar ahora mismo. Lejos de suponer un alivio, el partido desarrollado por Osasuna en Lorca solo contribuye a constatar que el equipo de Diego Martínez ha perdido cualquier referencia y no transmite ningún estímulo que, ahora mismo, anime a suponer que viene un cambio de tendencia. Rozando el ecuador del campeonato, Osasuna terminó amontonando futbolistas delante de Sergio Herrera, cediendo la pelota y el terreno, adoptando un perfil cada vez más defensivo y pidiendo la hora ante el rival con menos recursos técnicos y humanos de la categoría. Apelar a que ayer lo importante eran los puntos porque había que romper la racha es querer poner una venda en los ojos del osasunismo, tratar de ocultarle lo que está pasando desde hace unas semanas: que el Osasuna candidato al ascenso y líder se ha desplomado. Ese discurso y esas decisiones ultraconservadoras del entrenador solo las puede justificar por el temor a ser destituido. Diego Martínez va a comer el turrón, va a salvar un ultimátum más que evidente porque en el proyecto de esta directiva no hay votos de confianza sino petición de rendimientos inmediatos. A Martín le destituyeron cuando estaba a tres puntos de la zona de permanencia y esta distancia, que es hoy de seis puntos con las dos plazas de ascenso, no es un buen augurio para Diego Martínez en el actual contexto en el que se toman las decisiones en este club. En esa presión, en las urgencias, habrá que descargar una parte del comportamiento retraído de un Osasuna que nunca imprimió ritmo al juego, que no mandó en el medio campo y que desaprovechó ocasiones de gol para haber disfrutado de un final de encuentro más relajado. Al menos, no hubo concesiones atrás, el trabajo defensivo fue bueno (esta vez, por fin, con Unai García como titular), aunque en un par de acciones las extralimitaciones en la disputa por el balón pusieron en un brete la decisión arbitral de un posible penalti en contra.

Diego Martínez ha ganado tres puntos y, sobre todo, tiempo: las dos semanas antes del próximo partido en las que va a poder reflexionar sobre su modelo, su trabajo y la aportación de la plantilla. El único margen de sosiego que brinda esta competición que, a la vuelta, enfila una carrera desenfrenada de partidos, cada uno más importante que el anterior. Sin embargo, soy de los que no espera gran cosa, porque margen ha habido en todo lo consumido hasta ahora. Diego Martínez es entrenador de ideas fijas: los cambios de ayer, por ejemplo, estaban cantados uno detrás de otro. Tan claro como que tampoco era el día de Kike Barja y al paso que vamos habrá que esperar a que diluvie para que le saquen a pisar charcos. Por eso, si hay reacción de Osasuna deberá venir de los propios jugadores (de los catorce habituales), confiando que recuperen el hermetismo defensivo unos y el acierto en el remate, los otros. El papel del doble pivote será determinante; ayer, dos futbolistas tan contrastados como Fran Mérida y Torró nunca dominaron su espacio ni ayudaron a que su equipo manifestara superioridad o ganara las segundas jugadas. Hay curiosidad por ver los puestos objeto de refuerzo en el mercado invernal. Aunque en lugar de dar soluciones, igual incrementan los problemas. Que no son pocos.