Parafraseando a Paul Eluard, habrá que convenir que ‘hay muchos Osasuna, pero todos están en este’. Tal es la capacidad del equipo de Arrasate para ser uno y ser otro, para cambiar de cara, para irritar por sus prolongadas amnesias y para abrir la caja de música. Para vivir en estado vegetativo durante una hora y desatarse con toda su hiperactividad en treinta minutos. Ha sucedido antes de ahora: en Almendralejo, en Tenerife, en casa ante el Rayo Majadahonda o el Cádiz? En algunas primeras partes de bostezo y en segundos tiempos de pura creatividad. Cuando esto ocurre, algo hace que el auténtico valor del equipo se ponga en escena por un chispazo: un gol que hace daño, unos cambios que ayudan a mejoran el engranaje del juego, un gol esperanzador, cinco pases bien combinados? Y de repente lo que parecía una cosa es otra; el mundo gira 180 grados, los planetas se alinean (léase Mérida, Torres, Rober Ibáñez, Xisco?), el pasado no existe y solo el tiempo pone el freno para culminar el espectáculo, la remontada y la redención. Por todo eso, lejos de generar intraquilidad y dudas, este corto empate en Lugo provoca en el aficionado una sensación de satisfacción, de tranquilidad, porque la espera mereció la pena y acabó apareciendo el Osasuna más creativo y ambicioso, ese al que si el árbitro le concede un minuto más (después de los dos penaltis que le quitó) acaba dándole la vuelta al marcador. Seguro.

Podríamos detenernos en el análisis de los sesenta primeros minutos, pero no sé si merece mucho la pena. Había algo raro ayer en Osasuna. Esa imagen de Arrasate cobijado en el banquillo, sin apenas apariciones en la banda, cambiando impresiones a media voz con Alkiza, estaba muy alejada de la tensión a pie de obra que exigía el partido. Equipo y entrenador aparecían en un tono bajo, a verlas venir. Incómodos quizá en un escenario hostil, en una tarde de mal tiempo, ante un rival que sin ser nada del otro mundo mandaba,pegaba y generaba peligro a balón parado. Condicionado por un criterio arbitral siempre adverso, por la tarjeta que impide a Nacho Vidal parar la contra que da origen al 1-0, porque el juego no fluía en los pies de Mérida, porque no había forma de evitar los balones largos que hacían sufrir a la defensa? En ese bucle de situaciones llegó el 2-0.

Y Arrasate abandonó la protección del tejadillo; metió en el partido a Barja, dispuso una zona de creación más dinámica, el balón comenzó a rodar con criterio y velocidad, volvió de la nada Nacho Vidal, el tiburón Xisco olió la sangre y el campo quedó reducido a los 665 metros cuadrados del área del Lugo; allí hubo remate al palo, despejes salvadores, balones a la olla y un pim, pam, pum tan seguido que no daba tiempo ni a las repeticiones de televisión. Que no ganara Osasuna solo fue un aviso (el segundo desde lo de Tenerife) para espabilar a los otros equipos que están dentro de este. En el universo Osasuna.