Osasuna regresó de Leganés con tres puntos en su zurrón, que es lo que cuenta. Pero, a decir verdad, el resultado del partido de ayer pudo ser cualquier otro. Y es que los rojillos ganaron a domicilio en su retorno a la máxima categoría por una conjunción de detalles, circunstancias y fortuna que siempre favorecieron al conjunto navarro.

Si bien es cierto que poco tiene que ver con la suerte el golazo que anotó Chimy Ávila en el minuto 75 de partido en prácticamente su única oportunidad -en la primera mitad no remató bien un servicio de Rober Ibáñez desde la banda izquierda-, ni tampoco con la soberbia actuación del portero Rubén -especialmente meritorias resultaron sus dos paradas a sendos remates de En-Nesyri y Siovas en los minutos 88 y 89, ya con el 0-1 en el marcador-, la fortuna sí que se alió con los rojillos en algunas de las intervenciones del VAR. Todas ellas -y fueron unas cuantas-, incluidas las que precisaron de la revisión del árbitro, el castellano-manchego Javier Alberola Rojas, en el monitor ubicado a pie de campo, se resolvieron a favor de Osasuna. Desde el VAR recomendaron al colegiado no pitar un penalti de Estupiñán por una mano involuntaria del ecuatoriano en la primera parte (m. 26), mientras que en la segunda se animó a anular un gol de Braithwaite porque al ver la repetición observó que la jugada nació de un control con la mano de Rosales (m. 59).

Otros dos balones acabaron dentro de la portería de Rubén, pero no se puede afirmar que fueron goles anulados porque uno de sus asistentes, aunque tarde, invalidó ambas jugadas por claros fueras de juego.

La cuestión es Osasuna sumó tres importantes puntos a domicilio ante un rival a priori directo -por la permanencia-, ofreció una imagen más que aceptable -sobre todo competitiva- y se benefició de la calidad de uno de sus fichajes estrella, de la armonía del grueso del bloque del ascenso y del VAR. Bendito invento.