Pamplona - Hubo una reunión el 19 de agosto de 2014 en las oficinas de Osasuna que podía haber sido filmada para cualquier película de espías. Faltaban los sables debajo de la mesa, pero la tensión y las miradas inquisitoriales tuvieron que ser de época. El caso es que aquella tarde Zabaleta y su gestora se reunieron con el gerente Vizcay, el director financiero Ardanaz y el contable López y cuatro empleados de la auditoría de Adolfo Suárez para conocer toda la letra pequeña, y de una envergadura esencial, que presentaba la auditoría de Osasuna. Sin la aprobación del documento, y por tanto sin que se diera soporte en papel oportuno y veraz a ciertas salidas de dinero, el auditor es probable que denegara la opinión y que Osasuna hubiera descendido aún más a los infiernos.

En esa tesitura, las posiciones de información en la reunión parecían un tanto desniveladas, puesto que la gestora negó haber conocido nada de esos asuntos que carecían ahora de cualquier factura, contrato o papel que avalara una operación mercantil real. Fue entonces, después de abordar si convenía o no acudir a un concurso de acreedores o era más factible utilizar la vía política para aprobar una Ley Osasuna como a la que dio luz verde el Parlamento, cuando la gestora se vio contra las cuerdas por una situación heredada y oculta. El auditor expuso que faltaban 1,4 millones por justificar y Zabaleta pidió que el auditor abandonara la reunión. "Sacamos a los consultores porque lo que queríamos era hablar con el equipo de Osasuna", recordó Vizcay, denominando de esa forma como equipo a Vizcay, López y Ardanaz. Por tanto, con la sala a solas con los empleados del club, Vizcay iba a tomar la palabra cuando Ibero, uno de los miembros más activos de la gestora, le cortó el discurso. "Le dije que si nos iba a hacer partícipes de algo ilegal o irregular, que iríamos al juzgado en ese momento. Que era su problema y lo tenía que solucionar".

Zabaleta recordó que bien fue López o bien Vizcay quien le dijo que todas las temporadas se producían similares descuadres de caja y que había que acometer ciertos ajustes para que los auditores dieran el visto bueno. "Luego me pudo parecer extraño que las facturas y el contrato de Flefield aparecieran a los días, pero nos decían que era algo habitual en el club y nosotros acabábamos de llegar". Ibero recalcó que la forma en que se iba a justificar tales reintegros de dinero no es que no fueran de su interés, sino que "no me fiaba de lo que decían. Era un club en quiebra en el que hasta ese momento el gerente y el auditor habían aprobado las cuentas. Vizcay nos dijo que con las facturas y el contrato, se cumplían las exigencias del auditor".

"Me sentí engañado", dice Ibero. Al respecto de la firma en la carta de manifestaciones de todos los miembros de la gestora, además de Ardanaz y Vizcay, que también echaron un autógrafo en el documento, Luis Ibero recordó que, una vez que conoció el alcance de dicha carta, "me sentí engañado, porque no tenía sentido que en la auditoría se dijera que no tuvimos participación en la elaboración de las cuentas de esa temporada y luego nos hicieron firmar ese documento" que pretendía salvarlo todo.