Sevilla - El Sánchez Pizjuán fue una montaña rusa para Osasuna, un estadio en el que vivió sensaciones encontradas, estuvo derrotado y apagado en el primer tiempo, sacó el ánimo y el coraje tradicional cuando el encuentro caminaba por su peor trance, con dos goles en contra y un jugador menos por la expulsión de su portero, fue capaz entonces de empatar la contienda y, cuando estaba peleando contra el cronómetro, contra los agobios propios del tiempo añadido, el Sevilla marcó el gol del triunfo con las manecillas marcando el minuto 93, en uno de sus dos remates entre los tres palos en el segundo tiempo.

Fue un cruel final para Osasuna, que no hizo méritos en la primera parte para nada y que en la segunda, sorprendentemente, se reconstruyó como grupo a partir de las dificultades. Cuando parecía que todo se iba a pique, saltó al ring ese equipo resistente y combativo, que sacó convicción donde antes había solo apocamiento y que supo navegar con el viento a favor del nerviosismo local. A Osasuna, sin embargo, el partido se le hizo demasiado largo y, después de muchos minutos jugando con un hombre menos, el esfuerzo y el lógico repliegue le pasaron factura en forma de gol postrero y final despiadado.

Osasuna tuvo varias caras en el partido y la más reconfortante es la que tuvo que ver con la recuperación de su orgullo y carácter cuando peor pintaba la historia. El restablecimiento anímico que se enseñó durante muchos minutos es uno de los argumentos más firmes sobre el que construir lo que queda de campeonato, donde todavía hay trabajo que hacer. El rostro menos agradable fue el de ese Osasuna al que le hicieron goles de nuevo con demasiada facilidad, que anduvo varios escalones por debajo de su rival en cuanto a nivel de competitividad y que le costó demasiado tiempo entrar en el partido. Un tiempo precioso en el que concedió dos goles.

Los encuentros contra los equipos grandes están siendo auténticos quebraderos de cabeza para Osasuna porque ahí es donde se muestra incómodo y apocado, cumpliendo el papel de recién llegado a la categoría. Así estuvieron los rojillos en la primera parte en el Sánchez Pizjuán, concediendo el primer gol tras una perdida en el centro del campo cuando no se había cumplido el primer cuarto de hora y cerrando una primera parte para olvidar con un gol sobre la bocina del descanso. Muchas facilidades para un rival con calidad que, además, nunca se vio apretado por los rojillos cerca de su área. El Sevilla, un equipo en ataque de nervios permanente, disfrutó así de un partido cómodo, un poquito de tila para una grada que está a la que salta.

Desconocido, con algunos tics poco afortunados para sostener una imagen esperanzadora, las cosas empeoraron para Osasuna a los cinco minutos de la reanudación cuando Sergio Herrera fue expulsado por mano fuera del área. Fue una deliberación larga, más de cinco minutos, con el VAR de por medio y veredicto final adoptado por el árbitro, junto a la pantalla que está a pie de campo.

La reconstrucción de Osasuna empezó por su orden, con Enric Gallego por delante de las dos líneas de cuatro jugadores, y también porque carburó un espíritu rebelde que nada tenía que ver con una rendición. Primero Aridane de cabeza empezó a plantear dudas en equipo rival y afición con su gol y se montó la primera bronca para el banquillo, porque a Lopetegui le tienen muchas ganas, cuando una nueva revisión en el VAR determinó que hubo manos en un centro de Roberto Torres y que tocaba penalti, que no desaprovechó el de Arre.

Igualar dos goles en el campo del tercero de la Liga con un jugador menos hablaba muy bien de un Osasuna sorprendente y renacido, que se metía en la recta final del encuentro esperando que le aguantara el depósito y que el empuje del Sevilla no acabara por precipitarle por el abismo. Con un suplemento de ocho minutos después de dos revisiones de VAR que habían durado como el Nodo, a los rojillos les esperaba la crueldad del final con el gol de En-Nesyri en el minuto 93. Ni Osasuna aguantó el empuje final de un contrincante que se metió en su área con todo el mundo, ni se podía esperar una conclusión tan extremadamente feliz tras haber tenido un inicio de horror.

El Osasuna que nunca se rinde se dio una vuelta durante un rato por el Pizjuán y ayer, aunque se fueron todos los puntos, Arrasate y sus jugadores no encontraron mejor noticia.