Me identifico totalmente con Félix Monreal con eso del aroma Osasuna a farias y patxaránOsasuna, aunque lo del patxarán más casero y a morro de botella vieja con protuberancias de vidrio que en vasitos de plástico. Desde entonces hasta hoy, como Monreal, el Club Atlético Osasuna es una parte muy sustancial en mi vida. Un Osasuna que genera lo que he sido y soy, de lo que pienso, de lo que siento. El sábado sentí una enorme alegría; única, celebrando a solas el triunfo en nuestro centenario.Mis primeros recuerdos me trasladan al palco del recién estrenado estadio de El Sadar, viendo a contrarios que parecían salidos de un circo con sus camisetas arlequinadas. Y me veo queriéndome hacer el mayor haciendo esfuerzos por recordar cómo era el campo de San Juan, donde mi padre me dijo que había estado junto a mis dos hermanos mayores. En el nuevo Sadar me sentaba muchas veces en el palco junto al alcalde de la ciudad y el presidente de Osasuna, y en los descansos iba a otro lugar noble a tomar un kins de limón: ¡qué orgullo, qué emoción!

Osasuna ya solo daba orgullo por su nombre, por lo que significa; por ser el único titular en lingua navarrorum. Luego por ser parte del reducido grupo de entidades que mantiene su calidad de sociedad deportiva, cerrando hasta cien veces las puertas de su alma a carroñeros del capitalismo y su mercado libre.

Sentimientos de niño esculpidos en piedra del Carrascal a la altura de los de ver los toros de Miura en los corrales de Santo Domingo por entre la maleza de las ruinas de Capitanía, cuando el encierrillo sólo estaba acotado a profesionales del burel. Los jugadores de mi equipo, Osasuna, eran otros toretes: en ese lateral derecho, Santamaría, hermano, nada menos, que de mi profesor de mates en el cole. Y también Lanas y Manú y, luego, hasta un tigre: Sánchez Rubio, que ya sólo llegaba a mito por el nombre de su pueblo, Alpedrete. Y Bosmediano, otro torete de raras hechuras, que tuvo el privilegio de alargar su sombra en los hinchas con eternos ¡Bosme, Bosme! a lo ¡illa, illa, Juanito maravilla!, que todavía sigue anclado en memorias talludas; y un portero imponente, un mazinger gigante con unos puños de acero y napia partida.

Esa foto inescrutable. Sigo buscando como si fuera la mismísima piedra filosofal de la vida la fecha de una foto que demuestra que las hemerotecas y moderneces digitales yerran algunas veces. Data imposible de una foto relacionada con ese fallo de Juan Jesús Ostívar al que se refería el sábado con su fina y emocionada pluma ese osasunista de raíz y vida que, además, es colega y amigo, Félix Monreal. Foto a pie de campo con los jugadores y una pancarta con el lema Ostívar, si no marcas, no hay prima. No fue la primera, pero si una de las escenificaciones de la peña osasunista Euskal Herria, fundada en 1977, nunca registrada, pero sí castigada por ilegal y provocativa con llamadas al orden de varios estamentos y cerapios académicos por cierto cura facha. Ahí estábamos junto a otros fundadores de la peña Carlos Garaikoetxea, Peio Zufía, Luisito Ríus. Y Genaro Vallejos, quien en partido de Copa contra el Real Jaén atendió nuestra propuesta de emular el ribeteo de ánimo de los campos ingleses, para componer el cántico que, a la postre, ha sido el más repetido en todos los triunfos peloteros del mundo: ¡Osasuna, Osasuna, oé, oé, oé! Mi hijo Fermín, otro osasunista de cuna, regazo y escalerica de preferencia, todavía no se lo cree. Alguien se lo tuvo que inventar ¿no? Acaso no se inventó la mocina de las peñas pamplonesas en los toros la rima del ¡cojonudo! A saber: ¡El Viti, el Viti, el Viti es cojonudo, como el Viti, no hay ninguno! Así cantaron los mozos y desde entonces así se ha ido plagiando para la gloria y eternidad de mucha otras personas o entidades. El amigo Genaro sería multimillonario y hubiera reclamado derechos de autor…

Y, también, por allí estaba una chavalica, mi hermana querida Paloma, quien, hoy, con sencillez, pero rotunda, convierte su templo gastronómico (Bar Hawai, en la pamplonesa calle Navarro Villoslada) en lugar algo oculto de culto del osasunismo. ¡Esa otra foto del Hawai! Otra instantánea de todo una época y un ser con esa delantera de viva y real leyenda: Echeverría, Iriguíbel y Martín. ¡Monreal, Saldise, osasunistas todos, tenéis que ir a ver esa foto y… gozar!

Algunos de los muchos recuerdos osasunistas imborrables.

El miedo a los forofos del Hércules cuando derribaron la portería sur del Sadar tras un partido de promoción de ascenso.

Esa kalejira osasunista con Koldo, hermano de Felipe Ríus, y su solo de txistu, que acabó con una violenta carga de los grises en la calle Mayor.

Ese viaje en solitario a Las Margaritas de Getafe, previos a los de Castellón y Murcia en 1980, donde un rastrero trilero me sisó las únicas mil pesetas que me había dado mi padre y que no valió como excusa en Viajes Vincit; ¡otros tiempos, se cobraba en el viaje de regreso!

Y mucho más: La juvenil curiosidad en la puerta del Café Plata del Tubo zaragozano. Y otra plata, la gaditana Tacita, donde nos agredieron tras empatar Arozarena a 2 en el minuto 102.

La tan solitaria como íntima y a lágrima partida despedida, un hasta siempre en toda regla, en Graderío Sur de “mis descendientes” Indar Gorri, cuando la economía y las obligaciones universitarias de los hijos naturales me llevaron a pegar en el álbum de los recuerdos entrañables, no al de la fidelidad, las dos últimas tarjetas (casi todas, abonos de troquele). Coleccionable de Osasuna con cromos propios iniciado cuando, por San Fermín, en 1973, Antonio José Galán le cortó cuatro orejas y un rabo a uno de esos miuras antes mentados. Año, años, de ilusiones de niño donde la luna alternaba con facilidad sus caras, pero la oscura, como el descenso a Tercera División de Osasuna nunca lograba aplacar las ilusiones.

Club Atlético Osasuna: lidia inacabable de vida, con tantas volteretas y cornadas que cuajadas tandas al natural. Osasuna es como ese semental Murciélago de Miura de Casta Navarra que ha nutrido durante un siglo de fuerza y vigor a todos sus seguidores: a aquellos a los que el verduguillo de la vida ya los pasaportó; a los que seguimos sufriendo y gozando. Y seguirá cubriendo con semen de color rojo a nuestros descendientes.

Felicidades, zorionak, a todos por estos 100 años. ¡Aúpa Osasuna!