No fue nuevo el partido vivido ayer en El Sadar porque, decidido y comprobado por parte de los dos equipos que no era posible ganar, se tomó el camino de la precaución y se hizo todo lo posible para no perder. Osasuna y Getafe agarraron el punto que les ofreció su calculadora para la salvación y su discretísimo juego, sin chispa en la zona delicada donde se toman las decisiones que llevan o no al gol, y sumaron un paso más en su lento caminar hacia la permanencia. En un partido con el objetivo conseguido a medias -ganar es ganar-, especialmente visible resultó el momento por el que atraviesa el equipo de Arrasate, que acumula muchos minutos sin ver puerta -cerca de 400- y, lo que es peor, sin generar incertidumbre suficiente sobre el rival cuando pisa área. Los goles no aparecen pero, lo que noquea su juego, es que tampoco aparecen las ocasiones y, llegado a este punto, se entra en el círculo vicioso: las dudas no ayudan para marcar y cuando no se marcan, aumentan las dudas. Jugadores y técnicos saben que hay que salir de esa ruta cuanto antes.

Osasuna volvió a protagonizar un partido pobre, en el que los rojillos solo acertaron a lanzar entre los tres palos en el minuto 90, cuando Budimir fue capaz de armar un tiro desde dentro del área y quitar las telarañas de las manoplas del meta del Getafe, David Soria, inactivo toda la tarde. También subió a la estadística del conjunto navarro otro remate en el descuento, firmado por el reaparecido de la jornada, el Chimy Ávila, al que ayudó el roce de un defensa para que lo detuviera el portero. El argentino volvió a disputar sus primeros minutos oficiales después de 14 meses y su presencia, además de validar su recuperación y de convertirse una buena noticia para Osasuna y para el fútbol, certificó que el conjunto navarro necesita urgentemente soluciones para el gol. Ayer, sin ir más lejos, jugaron los cinco delanteros de la primera plantilla en un carrusel de oportunidades y perfiles y maneras de llegar al gol. Arrasate está como loco por dar con una solución, porque todavía quedan puntos para llegar al objetivo final. El consuelo que le queda es que, al menos, la defensa no tiembla y Osasuna se ha convertido en los últimos encuentros en un equipo difícil de hincarle el diente. Así se va sumando.

Entre la necesidad de ganar y el miedo a perder, no fue el partido de Osasuna y Getafe el ejemplo de fútbol eléctrico, de conjuntos bravos, espoleados en pos de la victoria. No abundan equipos de éstos a estas alturas de la Liga y mucho menos entre los que andan descontando puntos para no caer entre los desahuciados. No fue nuevo ver el balón volando una y otra vez por ese cielo acotado del coqueto estadio de El Sadar€ Tráfico aéreo que robó espacio a la circulación con criterio de la pelota de un jugador a otro. La introducción al partido, además, fue lo peor para el acceso a cualquier ritmo coherente. En diez minutos hubo siete faltas, una amarilla, una interrupción por atención a un jugador. A trompicones se marchó el primer tiempo, resumido en un error de Djené al que no llegó por poco Rubén García y en una intervención excelente de Sergio Herrera tras zapatazo de Arambarri.

Se había puesto el encuentro realmente gris y muy difícil de que en la reanudación pudiera empeorar. A Arrasate no le estaba saliendo la táctica con dos delanteros, pareja de baile formada ayer por Enric Gallego y Calleri, y a los quince minutos ya los cambió, siendo entonces Budimir el referente y Rubén su compañero a sus espaldas. Algo mejoró Osasuna, mientras que el Getafe, muy combativo antes del descanso, fue bajando su temperatura. El juego horroroso se mantuvo, pero los rojillos nunca temieron por el marcador, circunstancia que habla siquiera de solidez.

A quince minutos del final, Arrasate completó la nómina de delanteros para la pelea con la aparición en el partido de Adrián y del Chimy Ávila. La presencia del argentino creó alguna duda más al Getafe -el peso de la fama- al mismo tiempo que Budimir también se mostraba más difícil de contener. El croata y el argentino protagonizaron los únicos lanzamientos entre los tres palos, con el encuentro ya en el crepúsculo, en un día en el que se sumó. Que ahora es lo que cuenta.

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Jugó con dos puntas, una pareja novedosa, y probó muchas cosas que no le salieron. Muy poca generación de juego ofensivo.

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Apretó más que Osasuna, pero viendo que tampoco andaba con chispa, decidió no perder el encuentro. Muy discretos.

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No fue un partido fácil, porque los jugadores del Getafe se lo complicaron con sus excesiva teatralidad. A Cucurella el perdonó la roja.