Los que estamos a favor de unas buenas competiciones europeas fuimos los primeros sorprendidos cuando se presentó una Superliga en la que 15 de los 20 participantes tenían plaza fija. Y, además, con la pretensión de jugar sus ligas nacionales sin techo de gasto, para aumentar la desventaja entre grandes y modestos. No, si queremos un fútbol europeo global, el modelo ya existe. Y funciona. Lo pueden comprobar en Inglaterra, Alemania o España, y se trata solo de imitarlo a escala continental: una Primera, una Segunda y, por proximidad geográfica y nivel deportivo parejo, varios grupos de Segunda B y un montón de grupos de Tercera. Claro está que con ascensos y descensos. Y, ya puestos, que no falte una Copa divertida a partido único, con todas las rondas posibles para que participe hasta el Tato. Está ya todo inventado, solo hace falta aplicarlo. Y si se consigue que ni el tito Flo ni la UEFA metan ahí sus garras, miel sobre hojuelas.