Cuando dice Guti que “Osasuna es un equipo divertido para ver” supongo que no solo elogia la valentía de ir a buscar al Real Madrid a su campo, de no renegar del control de la pelota, de llegar con el mayor número de jugadores a posiciones de remate… Quiero imaginar que el exfutbolista también pone en valor la capacidad de resistencia del equipo: la entereza para no desmoronarse ante una decisión arbitral incomprensible, la ambición para igualar un gol en contra y buscar el segundo, el sobreponerse a la pérdida de un jugador durante casi veinte minutos, el mantener el orden donde otros caerían presos de su ansiedad. El ahora comentarista de la plataforma de televisión que ofrecía el partido –por cierto, ¿escucharemos alguna vez el análisis de alguien cercano a Osasuna..?– tiene experiencia para recordar cómo acababan antes estos partidos en el Bernabéu en los que la mezcla de penaltis, expulsiones y parciales decisiones arbitrales favorecían al local y provocaban, en el otro bando, un aluvión de afrentas. Pero esto ha cambiando y ha entrado en otra dinámica.

Osasuna ya no pisa el Bernabéu con la prevención de quien asiste de invitado a una convención de ladrones, no pone un “ya verás como nos roban” por delante. Hoy, el equipo de Arrasate trata de hacerse respetar desde un principio fundamental: el respeto al fútbol. Lo primero es intentar jugar bien desde la asimilación del propio estilo, de las características de los jugadores que están en el campo y adaptándose cada momento a las exigencias del partido. También a los contratiempos, que ante este tipo de rivales no son pocos. Osasuna podía haber perdido ayer y haber dejado la misma imagen: la de un equipo que sale a defenderse atacando. Hay un cambio esencial en este proyecto que trata de dar un salto cualitativo y, entre otras cosas, se palpa un deseo de desprenderse de viejas etiquetas como la de “modesto” o “pequeño”. En esta competición “en decadencia”, según el análisis realizado ayer por Florentino Pérez ante la asamblea de socios de su club, en el contexto de un fútbol que el presidente merengue diagnostica “enfermo”, Osasuna ha encontrado de la mano de Arrasate su camino y su espacio saludable.

Sin perder ni su eterno carácter combativo ni dejarse arrastrar por decisiones incomprensibles del árbitro y el VAR en el gol madridista. Quitarse de encima el papel de víctimas también tiene mucho que ver en todo este proceso de mejora; y así, es de ley reconocer que Sergio Herrera también se traga el centro de Vinicius y que David García fue justamente expulsado. La falta del capitán a Benzema habla además del sacrificio individual en beneficio del colectivo, de la inmolación para evitar el gol en primera instancia. Es verdad que luego el larguero, la inseguridad de Benzema y la intimidación de Sergio Herrera hacen el resto. Pero es que el Real Madrid se encontró enfrente a un rival con una respuesta diferente a otros equipos de más fuste que han sucumbido en el Bernabéu en los minutos de prolongación. Los rojillos, por el contrario, defendieron con orden y disciplina, bien organizados y tapando los espacios a un Vinicius desquiciado y ayer para pocos bailes.

Hay que dar la razón a Guti y reconocer que nos divertimos con Osasuna, porque esas dosis de sufrimiento son también las que dan valor a los resultados. Porque resistir no implica renunciar a seguir avanzando.