Toma Víctor Moreno el título de un reportaje que publiqué el 24 de octubre de 2016 (Aizpún, el presidente olvidado) para dibujar en un libro, con trazos meticulosos, las aristas de un personaje que el autor define como “un tipo astuto y listo que con el fin de sobrevivir guardó siempre silencio, aunque fuera consciente de estar en el bando equivocado y, sobre todo, decidiendo como juez sentencias que le repugnaran secretamente”. El olvido al que me refería tenía que ver con el anonimato al que, quien había sido fundador, jugador y presidente de Osasuna en tres periodos diferentes, parecía condenado entonces en la información institucional del club, que no recogía con fidelidad su trayectoria. Pese a ofrecer amplio testimonio documental en el periódico sobre la relevancia de Aizpún en la historia de Osasuna en un trabajo fechado el 23 de octubre de 2010, no ha sido hasta la publicación del libro del centenario (Osasuna 1920-2020,Valiente y luchador) que la entidad ha subsanado de forma oficial ese “olvido”.

Tirando de algunos de esos hilos y aportando numeros datos desconocidos, lo que hace Víctor Moreno en su documentada obra es desolvidar, acercarse en una minuciosa excavación en hemerotecas y archivos al personaje que Aizpún construyó tras desligarse de Osasuna en 1926. Una labor deductiva en la mayoría de las ocasiones porque, subraya a lo largo de las 174 páginas, “como cabe esperar de una personalidad tan taciturna como Aizpún, no he dispuesto de ningún documento escrito por él perteneciente al ámbito de lo estrictamente personal”, que ampliado al terreno ideológico le lleva a afirmar que “nunca se supo de qué pie cojeaba el sujeto”.

Es cierto que el rastro que deja Aizpún a lo largo de su vida (1895-1974) lleva la marca de su actividad profesional y nunca de sus opiniones. Como pone de manifiesto Moreno, sus decisiones, sus ausencias o presencias, sus amistades y hasta lo que calla hablan por él. “Un marmóreo silencio más que sospechoso”, según el escritor.

Me tira de la oreja el autor cuando recuerda que escribí (en 2010) que “por su actividad y relaciones personales pudiera considerársele (a Aizpún) próximo a la militancia republicana”. A la luz de su libro queda claro que lo mismo prestó servicios como magistrado a la II República que hizo gala de su habilidad futbolística como defensa para recolocarse en la estructura franquista durante y después de la Guerra Civil para desarrollar una próspera carrera como fiscal de tasas que, ya en Barcelona, le abrió a él y a su familia la puerta de acceso a los salones de la alta sociedad. Si Aizpún tuvo alguna simpatía republicana ni la expresó –fiel a su carácter– ni tuvo empacho de abjurar de ella en beneficio propio, tomando decisiones y firmando condenas contra militantes de izquierda, como queda reflejado durante su paso como capitán militar honorífico y juez de instrucción en Ciudad Real. En este sentido, un investigador que rastreó su actividad no duda en tacharle de “carnicero”.

Así las cosas, el presidente olvidado ya tiene biografía. Y no sale bien parado. Moreno lo presenta como “un juez mimado por el régimen franquista”. Con Osasuna no mantuvo relación directa tras su última etapa como presidente: no estaba entre los invitados a la inauguración de El Sadar en 1967 ni en los actos del 50º aniversario en 1970. En una conversación que mantuve con su hija Carmen en 2010 me dijo que “siempre guardó un cariño muy especial a Osasuna que nos transmitió a los hijos”. De él, sin embargo, no queda una frase que lo constate.