Con dorsal de canterano, pero con el desparpajo del que lleva jugando al fútbol al máximo nivel durante años se presentó Aimar Oroz ante su afición en El Sadar al comienzo de la temporada pasada en el duelo que abría LaLiga entre Osasuna y Sevilla, el próximo rival de los rojillos, en un día que comenzaría un año de ensueño para el centrocampista de Arazuri.

Ante el conjunto hispalense, Aimar Oroz anotaría su primer gol oficial con el primer equipo. El que fuera capitán del Promesas la temporada anterior demostró de lo que era capaz. No le quemó el balón, y así lo acreditó la estadística: 22 pases acertados en 22 intentos. Tampoco le tembló el pulso a la hora de hablar con el árbitro y dio un paso adelante para pedirle el penalti al Chimy Ávila. Mirada concentrada en un único objetivo: batirle a Bono, que defendía el Zamora.

Sería la primera de las innumerables grandes actuaciones que firmaría el canterano, que acaparaba focos partidos tras partidos, unas actuaciones que le llevaron a ser miembro de la primera plantilla a todos los efectos y ocupar el dorsal ‘22’, vacío al cierre de mercado. Pese a tener la cabeza en el suelo –parte de la culpa la tienen sus padres y amigos–, lo cierto es que Aimar Oroz no paraba de recibir elogios a diestro y siniestro cuyo fin, lejos de regalarle el oído, no hacían más que refrendar sus buenas actuaciones.

Así las cosas, Luis de la Fuente llamaría al de Arazuri en su primera convocatoria con la selección sub21, pero no fue hasta noviembre cuando lograría estrenarse con el combinado nacional: sería ante Japón y en La Cartuja, donde Aimar Oroz disputaría sus primeros minutos con la selección, con quien acudiría en todo momento en el que estuvo disponible. El fútbol, a Oroz, le volvería a deparar en el futuro otra visita más adelante al estadio sevillano. 

Mientras tanto, el pajarito seguía gambeteando con el balón a sus pies, driblando rivales, haciendo diabluras y maravillando a su público. En una palabra, disfrutaba y su rostro lo reflejaba. Por momentos, Aimar Oroz se echaba el equipo a la espalda y guió a Osasuna –con permiso del gol de Pablo Ibáñez en San Mamés– a reencontrarse con La Cartuja. En el camino, actuaciones estelares y un equipo que ilusionaba con, por qué no, hacer cosas importantes. Y vaya que si lo lograron. Después de tutear al Real Madrid en la final copera, el siguiente reto que le quedaba al equipo era soñar con lograr la clasificación para la Conference League y regresar a Europa dieciséis años después, algo que lograron al poner el broche a una temporada excepcional con el triunfo ante el Girona.

Llegó verano y con él, la participación en el Europeo sub21, donde también llegaron a la final, pero cayeron contra Inglaterra. Y antes de volver a iniciar una nueva temporada, le quedaba todavía a Aimar Oroz tomar una decisión importante: coger el ‘10’ que dejó vacante Roberto Torres.