Osasuna no logró sostener en el marcador su denodado ejercicio de resistencia en el segundo tiempo y el Villarreal, que encerró a los rojillos en su campo, acabó por darle la vuelta al marcador. Abocado a la defensa a ultranza al estar con un jugador menos desde el final del primer tiempo, respaldado también por un marcador favorable gracias a un gol de penalti en el descuento anotado por Budimir, Osasuna se manejó con pericia ante el asedio sin tregua del equipo local, pero no fue suficiente para achicar las situaciones de riesgo en las que se movió y, además. alguna de las incidencias definitivas en el desenlace quedó fuera de su control. El primer gol del Villarreal fue un desajuste defensivo en el que el más pequeño de los delanteros remató de cabeza en el meollo del área –hubo también pillería en Mikautadze, un delantero que le ha costado al Villarreal 30 millones de euros–, pero en el segundo tanto, el que completó la remontada, fue una auténtica desgracia. El disparo de Oluwaseyi rozó en la espalda de Gueye y el balón fue inalcanzable. De rebote también se gana, también se pierde.

Sergio Herrera, que había mantenido vivo a su equipo con un montón de atinadas intervenciones –el Villarreal remató en ocho oportunidades entre los tres palos y siempre se cruzó el meta rojillo–, nada podía hacer ante semejante intromisión del infortinio y a Osasuna le obligaron a regresar sin premio. Las dos oportunidades de Raúl García en los minutos finales sacaron al equipo de Lisci del rincón de cuadrilátero donde soportó como pudo todos los golpes, pero el portero del Villarrel salvó entonces a los suyos.

La tercera salida de la temporada se salda con una nueva derrota, que es la dolorosa conclusión, y aunque se volvieron a dar pasos en la correcta dirección para caminar hacia un resultado positivo, alguna circunstancia en contra no le permitió a Osasuna exponerse en su auténtica medida y recursos. La expulsión de Valentin Rosier al final del primer tiempo llevó a su equipo a una trabajosa actividad para mantener su gol a favor. Frente a un rival de semejante nivel y recursos, al conjunto de Lisci no le bastó con erigirse como un muro, como tampoco fue su mejor aliado coquetear con el riesgo al que le obligó la inferioridad numérica. Osasuna no solo se marchó quejoso con la nueva derrora fuera de casa, sino también con un derribo de Raúl García en el minuto 80 que fue reclamado como penalti. El VAR no lo consideró. 

Antes de la decepción final, Osasuna vivió instantes para la esperanza. De hecho, todo lo bueno le llegó al conjunto de Lisci en el tiempo de descuento después de una primera parte con algunas tribulaciones y una actuación excepcional de Sergio Herrera, que desbarató tres ocasiones claras del Villarreal. El equipo estaba ofreciendo una imagen muy correcta, como grupo sólido y ordenado en las labores defensivas y quizás limitado en sus prestaciones ofensivas, hasta que la expulsión de Rosier por dos amarillas –las dos acciones las cometió en siete minutos y en la segunda no había discusión– llevaba el encuentro hacia otro lugar. A Osasuna le obligaron a montar la empalizada y más aún después del momento venturoso en el descuento. El penalti de Thomas Partey le brindó a los rojillos la ocasión de marcar y Budimir no perdonó.

Osasuna no había tenido muchas ocasiones en el primer tiempo, una de Juan Cruz a los tres minutos y otra de Víctor Muñoz a los 19, y en el segundo se olvidó de la portería rival hasta la aparición de Raúl. Lisci reordenó el equipo colocando a Moncayola de carrilero derecho, a Herrando como central izquierdo y el poderío de Osambela junto a Lucas Torró.

La máquina de submarino amarillo se puso a funcionar a toda pastilla –tiene banquillo de sobra para ello– y los rojillos se agarraron a Sergio Herrera que se hizo gigante ante los disparos de Pau Navarro o Oluwaseyi y que resistió junto con su entramado defensivo ante las acometidas por todas partes. Era posible que el enésimo centro un delantero se colara entre las torres de Osasuna y empatara, y tampoco descartable que alguno de los disparos lejanos que se marchaban fuera o eran detenido por el portero rojillo buscara algún aliado sorpresa en un rebote, que es lo que sucedió en el gol del triunfo.

Raúl García le dio a Osasuna un aire nuevo cuando todo parecía perdido. El portero local, Luiz Junior, le sacó dos remates desde cerca y el delantero, en su pugna con los defensas, reclamó un penalti por derribo de Rafa Marín. Y así el mosqueo final fue mayor.