Son los mismos que cada día traducen los documentos oficiales, las quejas o recursos de los ciudadanos registrados en euskera, actualizan la página web y, en definitiva, llevan la responsabilidad del Servicio de Traducción municipal. Tres personas para dar la vuelta al trabajo de un Ayuntamiento empeñado en funcionar en castellano. Inma Errea, Miren Iriarte y Patxi de Vicente son los esforzados encargados de sacar adelante un trabajo invisible, pero especialmente agradecido por la comunidad euskaldun de la ciudad.
Cuando alguno de los ocho concejales euskaldunes de la ciudad -alguno más tiene nociones- toma la palabra en esta lengua, el resto de los presentes escucha la voz de Errea, Iriarte o De Vicente. En turnos de dos siguen el pleno desde una pequeña cabina situada en el departamento de actas, con cuatro monitores, auriculares y micrófono. Y los concejales que no entienden euskera reciben una traducción simultánea para la que, no obstante, existen algunos trucos. "Cuando van a leer su intervención nos dan previamente una copia, aunque alguna vez no ha sido así. Es necesario porque no es lo mismo improvisar que leer un documento escrito previamente. Las personas tenemos una estructura mental que funciona de una determinada manera. Por otro lado, la traducción es más sencilla en lenguas románicas que en otras como el euskera, pospositiva y con el verbo al final de las oraciones, en el japonés aún va más atrás. También es más sencillo traducir al euskera que el proceso contrario", explica Errea.
el verbo fácil Y es que, aunque pueda sorprender, los traductores agradecen especialmente el discurso natural e improvisado. "A la hora de hablar, si realmente se improvisa, las oraciones son más simples, por lo general. La traducción es más sencilla, aunque siempre que haya datos, porcentajes o nombres de leyes se agradece aunque sea un esquema previo", explica Patxi de Vicente. Aunque también aquí hay excepciones, la más clara, según coinciden, la de Patxi Zabaleta, ahora parlamentario y antes concejal, que sumaba en sus intervenciones su condición de abogado de verbo fácil y euskaltzain (académico de la lengua vasca). "Zabaleta tiene una enorme capacidad para hablar en euskera con esa complejidad del lenguaje escrito", explica Errea.
Precisamente, el actual coordinador de Aralar fue uno de los ediles de la primera Corporación de la democracia en 1979, entonces con tres ediles euskaldunes repartidos de una manera bastante más heterogénea que en la actualidad (formaban parte de HB, UPN y el PSN). Desde entonces el número de concejales euskaldunes ha crecido de manera evidente, aunque no tanto como el uso de la lengua vasca en el salón de plenos. "Se podría utilizar más y nosotros estaríamos encantados. Hay quien puede tener reparos por un dominio del euskera que no considera suficiente, a menudo sin justificación, y el otro problema que tiene es que la comunicación no es tan directa, pero es lo que se puede hacer", explica Errea.
los más concienciados Entre los ediles especialmente militantes del euskera recuerdan a Xanti Begiristain, Espe Iriarte, Mikel Gastesi o Rosana Navarro en anteriores legislaturas. También recuerdan las llamadas de atención de Javier Eskubi a los concejales no euskaldunes para que se colocasen el pinganillo, un aspecto éste afortunadamente superado. "Ahora, por lo que vemos, la mayoría son respetuosos en ese sentido", explica Miren Iriarte. Lo que no ha cambiado tanto es la actitud hacia el euskera de muchos de los ediles no euskaldunes o del propio alcalde, a quienes difícilmente se les puede escuchar un arratsalde on o un milesker de cortesía.
El sistema de traducción simultánea se instaló de una manera similar a como funciona en la actualidad en 1997, aunque previamente el técnico municipal de euskera, Iñaki Azkona, ya había buscado la manera de posibilitar el uso del euskera en los plenos. Por el camino han quedado muchas horas de trabajo y también un buen puñado de anécdotas fruto de la polisemia de las palabras o, en ocasiones, de las ganas de gresca de políticos que cree escuchar lo que nadie ha dicho. "El idioma es inocente, los interlocutores no siempre", dice Errea.