Cruce de Marcelo Celayeta con la carretera de Artica, 1963
En 1963, la avenida de Marcelo Celayeta, que se hallaba en pleno proceso de urbanización, se cruzaba con una serie de calles transversales que se encontraban en un estado aún más embrionario si cabe. Una de ellas era la llamada carretera de Artica, o carretera de San Cristóbal, que conducía al pueblo homónimo y al célebre fuerte de San Cristóbal, en aquel tiempo ocupado aún por los militares.
La fotografía, obtenida por el doctor Arazuri en febrero de 1963, muestra el cruce de ambas calles, con una de aquellas casetas de arbitrios municipales que se podían ver en todas las entradas de la ciudad, situada a la izquierda. Una placa circular apenas visible, sujeta a la derecha de la entrada, anuncia la ubicación de una parada de taxis, y al fondo se puede ver la gran manzana de las casas del grupo Oscoz, todavía en construcción.
La instantánea recoge el momento en el que un camión se ha detenido para dejar pasar al motocarro, que circula con preferencia, mientras que a la izquierda se ve la inconfundible parte trasera de uno de aquellos mastodónticos Seat 1500, saliendo ya del plano.
HOY EN DÍA, el paisaje urbano de 1963 se mantiene perfectamente reconocible, aunque no cabe duda de que los cambios operados en el lugar son muchos y profundos. Desapareció hace tiempo la caseta de arbitrios, donde los aldeanos que llegaban a Pamplona debían declarar las mercancías que transportaban. Desaparecieron también las cunetas enfangadas, y las carreteras someramente asfaltadas se convirtieron en calles perfectamente señalizadas. Las casas de Oscoz, con sus bajos comerciales repletos de bares, locutorios y sedes bancarias, abren hoy sus ventanas a una avenida populosa y llena de vida, que lleva el nombre de un cura de los de armas tomar, párroco de San Lorenzo y fundador de las Escuelas del Ave María.
El fuerte de San Cristóbal, construido entre 1878 y 1919, fue escenario de la mayor masacre perpetrada en Navarra durante la Guerra Civil, y fue abandonado por los militares en 1987, permaneciendo hoy en estado de ruina total. El pueblo de Artica, por contra, experimentó un crecimiento tan inesperado como vertiginoso, justificando sobradamente que la vieja carretera de Artica haya pasado a recibir el título oficial de calle de Artica.