Han pasado a formar parte del paisaje urbanístico y de los hábitos de miles de pamploneses que a diario los usan para salvar las barreras naturales que presenta la ciudad. El más utilizado es el ascensor que une los barrios de la Rochapea y Casco Viejo, que se lleva casi la mitad de los 10,6 millones de traslados anuales que registran los nueve elevadores urbanos actualmente en funcionamiento.

Diariamente, según los últimos datos oficiales del Ayuntamiento, utilizan el ascensor de la calle Descalzos entorno a trece mil personas, que evitan así un desnivel de 29,6 metros en un trayecto automatizado que apenas dura 58 segundos. Para tres usuarios del ascensor, sin embargo, el viaje duró algo más a mediados de mes.

Sucedió el jueves 17 de marzo, sobre las diez de la noche. El elevador que trasladaba a dos hombres y una joven desde la Rochapea hasta el Casco Viejo estaba a punto de concluir el trayecto cuando algo dejó de funcionar correctamente. Un ruido metálico procedente del interior frenó bruscamente el aparato a unos pocos centímetros de la parada, dejando a sus tres ocupantes encerrados en el interior. Aunque intentaron abrir la puerta de forma manual aprovechando que se encontraban muy cerca del punto de desembarque, no hubo forma. Tampoco sirvió la ayuda que desde el exterior trataron de aportar varias personas que esperaban su turno y que tuvieron que utilizar el segundo elevador que seguía operativo para bajar.

El interfono del que disponen todos los ascensores, y que en teoría debe estar operativo y en funcionamiento las 24 horas del día, no respondía y el sonido de la alarma solo sirvió para aumentar el nerviosismo de los tres usuarios. Para entonces, como recordaba ayer Arturo, se habían convertido en una especie de atracción para los pasajeros que seguían usando el segundo elevador, que en algunos casos llegaron a fotografiar a los tres encerrados.

Lo que funcionó de forma efectiva fue el 112. Apenas dos minutos después de llamar a los equipos de emergencia se personó una patrulla de la Policía Municipal y poco después, una dotación de los bomberos equipados con el material necesario -incluida una maza de grandes dimensiones- para sacar de allí a las tres personas.

Después de 70 minutos de espera, se personó por fin un técnico de la empresa responsable del mantenimiento de la instalación, que en un santiamén abrió la puerta del ascensor permitiendo que acabara el mal rato de los tres usuarios. Los bomberos se quejaron de que no es la primera vez que sucede algo así y de que no disponen de los protocolos para intervenir en situaciones parecidas.