pamplona - Javier Robles acaba de regresar de una de las experiencias más gratificantes de sus 33 años de vida. Con su amigo, el óptico bilbaíno Karim Kharrat, ha participado durante nueve días en un raid automovilístico por Marruecos que ha saciado su espíritu de aventura, pero en el que, además, ha cumplido su deseo de ayudar a los demás al recibir el premio al equipo más solidario de la carrera por graduar la vista y facilitar gafas a decenas de habitantes del poblado de Merzouga.

El Clio Raid es una carrera automovilística muy especial. Fue una idea del expiloto mundialista Chus Puras y consiste en un desafío deportivo y solidario para todos los públicos en el desierto de uno de los países más bellos del mundo, Marruecos. Se corre en coches Renault Clio de serie ligeramente modificados y tiene un importante componente de solidaridad. Los coches llevan diverso material de ayuda a los pueblos por los que pasan.

Javier Robles trabaja como pintor en el taller Unsain Renault desde hace 15 años. “Me gusta estar informado de todo lo que rodea a la marca y descubrí este raid que se convocaba este año por segunda vez”, relata. Le llamó la atención su componente solidario y se apuntó con Karim, su mejor amigo, con el que ya había compartido otras aventuras en la nieve o en el mundo del running. “Karim trabaja en la óptica Miribilla de Bilbao, y nos propusimos graduar la vista y poner gafas a ochenta personas, niños y mayores, del poblado de Merzouga”, señala. La iniciativa les ha valido el premio al mejor equipo solidario del raid, aunque en la clasificación deportiva fueron segundos, por detrás de los asturianos Luis Manuel Llera y Jorge Amieva. “Nos sabe a gloria; lo más importante es el premio solidario”, asegura con satisfacción Robles.

El raid supone nueve días en total, tres para ir y volver de Marruecos a Pamplona y seis etapas en el Atlas. “No importa la velocidad pero hay clasificaciones. Te dan un GPS y un libro de ruta, y te lanzas al desierto. De hecho, dos de las etapas eran las mismas que se corrían en el antiguo París-Dakar. Es muy duro; hacer 130 kilómetros costaba seis horas, y así día tras día”, recuerda. En las tres primeras etapas Robles y Kharrat iban primeros “sin pinchar ni romper el coche”, aunque en la cuarta bajaron el ritmo y al final se tuvieron que conformar con la segunda plaza.

sin luz ni agua A la dureza deportiva del raid se une la situación de la gente que vive allí. “Todos los equipos llevábamos algo para repartir: en total dos toneladas de ropa, material escolar, medicinas, una silla de ruedas, juguetes... Los niños se tiraban a los coches. Al principio crees que intentan robarte pero con el paso de los días te das cuenta de que es por necesidad. Allí no hay nada, solo arena y piedras”, recuerda Robles. Algunas noches han dormido en hoteles, pero otras en jaimas, compartiendo la dureza del territorio. “Recuerdo en especial una noche en medio de una impresionante tormenta de arena; pasamos de 25 grados a 5 en poco tiempo”, señala el piloto navarro.

Y por fin llegaron a Merzouga, donde Javier y Karim tenían pensado desarrollar el proyecto solidario que finalmente les reportaría el premio. “Es un pueblo de unos 300 habitantes, sin luz ni agua. Habíamos contactado con el maestro y nos dio una relación de ochenta personas, niños y mayores, que tienen problemas de visión. Karim llevó el material y también gafas graduadas y clasificadas. Finalmente les graduamos la vista a todos, aunque a algunos no pudimos ponerles gafas”, relata Javier Robles. Estuvieron trabajando más de ocho horas, “hasta las nueve y media de la noche y alumbrándonos con el móvil”. La única decepción fue que no pudieron atender a un niño que se había herido con un clavo en el ojo. “No pudimos hacer nada por él, aunque se puede operar. Cuesta unos 6.000 euros y ya estamos haciendo gestiones para poder traerlo aquí”, afirma.

De momento se quedan con el agradecimiento de la gente. “Ha sido impresionante y nos gustaría volver; tampoco nos importaría poder llevar material a los refugiados sirios, ayudarles de alguna manera”, sostiene Robles, quien ha vuelto “marcado” por una experiencia de solidaridad, compañerismo y valores. “Cuando ves lo que hay allí te das cuenta de lo que tenemos aquí. Cogí vacaciones para esto y volvería a gastarlas a gusto”, asegura de vuelta a su trabajo en el taller.

La aventura les ha costado unos 5.500 euros, gastos aparte. “La inscripción supone 2.500 euros, 1.500 el Clio y otros 1.500 la preparación: un cubrecárter, unos tacos para elevar la suspensión y unas canaletas”, señala. Al final, “con la ayuda de los patrocinadores, sale”, y destaca el apoyo que les han prestado varias firmas comerciales: Renault Unsain, Óptica Miribilla, Diseño Gráfico Tantatic, Curva Rotulación, Pinturas Olave, Mínima, Varilux, Sidrería La Runa, Bar Bigaroa y Floristería Nines.