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San Fermín | Los carteles de los mayores

La Residencia Solera la Vaguada celebró la sexta edición de su concurso

San Fermín | Los carteles de los mayoresOskar Montero

El espíritu sanferminero no conoce de edades, así lo demostraron este martes en el salón de actos de la Residencia Solera la Vaguada, donde se celebró la sexta edición del concurso de carteles de San Fermín realizados por los mayores. Los premios fueron entregados entre los 8 carteles finalistas, que escondían historias de lo más emotivas.

El cartel que se llevó el premio al más emblemático fue expuesto bajo el título El despertar de San Fermín. “Llevaba dos años dormido y lo echábamos mucho en falta. Parece mentira que nos haya salido pero es precisamente por el amor que tenemos todos los navarros a San Fermín. No somos solo los navarros, por algo nos vienen tantos a visitar”, explica una de sus autoras, emocionada. Más adelante, confiesa entre risas, “en realidad yo soy la primera, porque no nací aquí pero mi madre sí y nos hemos criado con ese amor por las fiestas”.

En representación del centro de la Txantrea, Javier presentaba El corazón de la fiesta. Una obra en la que la protagonista era un txaranga, ya que como afirman los autores “las fiestas no serían lo mismo sin su música”. Javier lo sabe de primera mano, ya que tocó en una durante 21 años.

El más original fue La hora de las mariposas, un reloj que marcaba las ocho en punto. Hora en la que Gregorio, uno de sus autores, recuerda las mariposas que sentía en el estómago antes de correr el encierro: “Recibí una cornada de 14 puntos, pero eso no me asustó, aunque la tercera (y última) vez lo pasé tan mal que nada más llegar a la plaza me tuve que tirar al suelo”.

Dos años después

Felipa salió a enseñar su Abuelica Sanferminera exclamando “¡Qué nervios!”. Pero finalmente el primer premio se lo llevó Juanita con su Desde el balcón de Solera, dos años después. Un cartel que celebra que después de dos años vuelven los Sanfermines. Una obra con gran carga emocional, ya que a los más mayores la pandemia no les robó únicamente las fiestas. “Abríamos las ventanas del centro para que las familias pudiesen saludar a través de ellas, porque no podían venir a visitarnos”.