No todos los días se cumplen 100 años y yo sentía que tenía que hacer esta fiesta por mis sobrinos, a los que quiero con locura. Ya no quedan ninguno de mis nueve hermanos ni de mis 40 primos, pero me han dejado a sus hijos, que me recuerdan a ellos y estoy muy agradecida”, cuenta la falcesina Carmen Navarro Martínez, que este 3 de julio se convierte en centenaria.

Para festejarlo, sus familiares han organizado una celebración en el Hola Tafalla este sábado 5 de julio al que asistirán nada menos que 90 comensales, entre hijos, sobrinos, nietos, bisnietos y allegados.

SU INFANCIA

Natural de Falces, hija de Juan Navarro y Nicolasa Martínez, fue la séptima de nueve hermanos de una familia dedicada al campo. 

Nunca fue a la escuela. “A los 11 años estalló la guerra, y hasta esa edad había estado muy delicada de salud. Y después, ya tenía 15 años y no quería ir. Como en casa cualquier ayuda era bienvenida, llevases el sueldo que fuera, empecé como criada”, rememora. 

Carmen, junto a una foto de su difunto marido, Jesús Valencia Iñaki Porto

MATRIMONIO Y FAMILIA

Con un jornal de 50 pesetas al mes, a lo sumo 75, "encima debía ir a trabajar al campo después", por lo que a los 16 se marchó con una amiga a San Martín de Unx a buscar trabajo limpiando casas. Estuvo “muy muy a gusto”, y un par de años después conoció a Jesús Valencia, su marido durante 69 años. “Hombre más valiente y trabajador no he conocido, muy familiar”, le recuerda Carmen. Falleció en 2019, con 94 años.

La vida de la pareja no estuvo exenta de dificultades. Cuando su madre se enteró de su relación, le mandó "de vuelta a Falces”. “A mi lado, me dijo, y si ese hombre te quiere, que venga”, rememora entre risas con sus hijos. “Y se hizo ciclista - bromean- para ir y venir de San Martín de Unx a mi pueblo”. Así fue hasta 1950, cuando se casaron y se fueron a vivir con la familia de él a San Martín de Unx. Hijo del alcalde de entonces, tenía once hermanos y su madre la costumbre de acogerles en la casa familiar durante dos años después de casarse, para que ahorrasen.

El problema es que apenas había casas disponibles en aquel entonces, pasaron los dos años y el siguiente hermano ya se iba a casar. Coincidió que una vecina falleció y se mudaron a aquella casa. “Una habitación y una cocina, no había más, pero no podíamos hacer otra cosa”, asume.

“Éramos pobres, pobres, pero no me avergüenzo. En el campo, solo era la uva y algo de secano, venía una pedregada y te dejaba sin nada”, recuerda. 

TRASLADO A PAMPLONA

Al tiempo, se apuntaron a las casas del patronato de Francisco Franco “las casas baratas”, y consiguieron una. Tuvieron seis hijos, Juanjo, Josefina (+), Luis, Tere, Jesús (+) y Edurne, y cuando la pequeña tenía dos años, en 1970, se marcharon a Pamplona.

“Tuvimos suerte”, reconoce. Su marido encontró trabajo en la fábrica de tornillería Torfinasa, donde estuvo hasta su jubilación. Siempre vivieron en Etxabakoitz, primero en la zona de Barcos y luego en Vistabella, donde reside ella.

Los hijos se fueron independizando y se amplió la familia. Carmen tiene nueve nietos y cinco bisnietos, dos de ellas nacidas en Alemania.

Carmen, con uno de sus cuadros Iñaki Porto

LA JUBILACIÓN

Hasta el fallecimiento de su marido, Carmen iba mucho con él a las actividades del club de jubilados :"He disfrutado mucho, en los bailes y en las comidas... Iba a gimnasia de mantenimiento y a clases de pintura", enumera, mientras muestra sus obras colgadas en las paredes de su casa. Sin olvidar su afición a las vaquillas, especialmente al Pilón.

Desde hace un par de años, una trabajadora acude diariamente por las mañanas a ayudarle con los quehaceres de la vivienda y le acompaña a hacer recados y a andar. Si bien, asegura, "yo me hago mis comidas, me guiso todo- recalca -he sido muy independiente, antes subía mucho a Pamplona andando, iba de compras, me gustaba mucho, pero eso ya no puedo y me he adaptado. Por las tardes vienen mis hijos y salimos a comprar, a pasear, hablamos mucho... Sino, pues estoy leyendo o trasteando en casa, hago lo que me apetezca".

Su hijo Juanjo destaca orgulloso de ella su "capacidad de cuestionamiento, de reflexión sobre dogmas, tanto políticos como religiosos que habían sido una imposición y no había cuestionado". Ahora pasan horas debatiendo: "Se está reconduciendo, tenemos conversaciones larguísimas y cuestiona todo lo que le metieron con calzador respecto a la religión, a la política...". Y Carmen le da la razón: "Aunque soy católica y practicante y reconozco cosas buenas, también ahora reconozco muchos fallos y engaños de aquel entonces".