Profesor y capellán militar
Joseph Moret nació en Pamplona el 5 de julio de 1615, prácticamente a la vez que Cervantes publicaba la segunda parte del Quijote y el pintor flamenco Peter Paul Rubens pintaba su célebre Bacanal del museo Pushkin de Moscú. Fue el segundo de los ocho hijos, todos ellos varones, habidos del matrimonio entre la joven pamplonesa Agustina Mendi Ibero y el licenciado Gonzalo Moret Ugarte, que era abogado de la Real Audiencia de Navarra.

Fueron abuelos maternos los navarros Joan Mendi y Ana Ibero, mientras que por parte paterna lo fueron María Joana Ugarte y Pedro Moret, del que sabemos que era de origen castellano y de oficio artista entallador. Según hemos podido saber, trabajó en la elaboración de retablos en localidades navarras como Lumbier, Sansoain, Berriozar, Ororbia, Aizoain, Añorbe, Osinaga, Cemborain y Artaiz, llegando a colaborar con Juan de Gasteluzar, uno de los mejores artistas del estilo Romanista navarro.
Como correspondía a una familia social y económicamente acomodada, Joseph recibió una esmerada educación jesuítica, resultando ser un alumno aplicado y brillante. Ingresó en la Compañía de Jesús en el año 1629, cuando tan solo contaba 14 años, y se formó en Gramática, Humanidades, Filosofía y Teología, ordenándose luego sacerdote. Además del castellano dominaba el latín a la perfección, y sabemos también que era euskaldun, puesto que en 1645 reconocía confesar a feligreses pamploneses en este idioma. Ignoramos si por obligación o por espíritu aventurero, ejerció de capellán castrense, acompañando a los Tercios españoles al extranjero al menos en dos ocasiones.
La primera de ellas en su juventud, en 1641, cuando marchó con el ejército a Portugal tras estallar la guerra de Restauración que devolvería la independencia al país luso. Y la segunda vez en agosto de 1662, con 47 años, cuando en el marco de una nueva campaña, las Cortes enviaron a Portugal un Tercio navarro compuesto por nueve compañías de 60 soldados. Al margen de esta actividad castrense, Moret fue durante aquellos años profesor de Filosofía y Teología en los colegios que la Compañía tenía en Pamplona, Oviedo y Segovia, así como rector del colegio de Palencia.
Cronista del Reino
En la década de 1650 las autoridades navarras vieron la necesidad de nombrar un “cronista oficial” del reino, a imagen de lo que desde 1547 se había hecho ya en Aragón, en la persona de Jerónimo de Zurita. Y es que eran años convulsos y no exentos de peligros para el autogobierno de Navarra. Por una parte, existía la presión de la monarquía española para eliminar o laminar los fueros, de la mano del todopoderoso Conde-Duque de Olivares, que poco antes, dirigiéndose a las Cortes navarras, había declarado que “el rey era dueño absoluto de todo”. Y tan solo un par de años atrás, en 1648, se había producido en Madrid la ejecución del diputado navarro Miguel de Iturbide, acusado de encabezar una conspiración para recuperar la independencia de Navarra. Y tampoco podemos olvidar que en aquel tiempo, a la vez que los monarcas españoles se consideraban reyes de Navarra por derecho de conquista, los monarcas galos se declaraban también roi de France et de Navarre como sucesores y herederos de la legitimidad de Catalina y Juan de Albret. En estas condiciones, existía un riesgo real de que, 142 años después de la conquista de 1512, la cuestión navarra formara parte de las conversaciones de paz entre España y Francia, y que el viejo reino pasara a formar parte de los territorios negociables. Así las cosas, no debe de sorprender que, desde las Cortes de Navarra, se viera la necesidad de nombrar un “historiador oficial”, que elaborara una historia sistematizada de Navarra, que combatiera los escritos tendenciosos “que dañaban la antigüedad y el lustre del reino”, y que defendiera, en suma, los fueros y los derechos históricos de uno de los reinos más antiguos del continente europeo.
Joseph Moret fue nombrado primer cronista del reino en 1654. Y parece que en su nombramiento influyó, más allá de sus innegables méritos académicos, la relación que su padre, el abogado Gonzalo Moret Ugarte, había mantenido con la familia del barón de Bigüézal, a la que pertenecía el gran prior de la Orden de San Juan de Jerusalén, Martín de Redín y Cruzat, así como sus hermanos, los famosísimos capitanes Miguel y Tiburcio de Redín y Cruzat. El trabajo llevaba aparejadas una serie de obligaciones, como la de producir documentos de carácter histórico en defensa de Navarra, y también la de residir permanentemente en el reino, razón por la cual Moret regresó a su ciudad de nacimiento. En cuanto a los emolumentos, suponía de inicio un sueldo de 200 ducados anuales, aunque los pagos fueron irregulares y tardíos, por lo que Moret pasó no pocas penurias, teniendo en ocasiones que vestirse y alimentarse, según propia confesión, “de prestado”.
Una obra monumental
Aunque tuvo también una producción poética muy poco conocida, la obra de carácter histórico ocupa el espacio más importante de su trabajo. En De obsidiane Fontirabiae (1655) dedicada a su protector Martín Redín y Cruzat, Moret subraya el protagonismo de los navarros en el sitio de Hondarribia de 1638, y el enfoque que le dio provocó que el mismísimo Cánovas del Castillo comentara que Moret había adivinado que la política guerrera que sostenía el Conde-duque de Olivares “era hija exclusiva de la vanidad de este”. En 1662 publica Investigaciones históricas de las antigüedades del reino de Navarra en tres tomos, dedicada a las Cortes del reino, y en 1667 y bajo seudónimo El bodoque contra el propugnáculo histórico y jurídico del licenciado Conchillos, donde combate la idea de que Tudela hubiera sido fundada por el bíblico Túbal, hijo de Jafet y nieto por tanto de Noé. Y ya en 1678 publicó sus Congresiones apologéticas sobre la verdad de las investigaciones históricas de las antigüedades del Reino de Navarra, obra en la que defendía la antigüedad y preeminencia del reino pirenaico.
Con todo, la obra por la que pasaría a la historia fue su monumental Annales del Reyno de Navarra, todo un esfuerzo por compilar la historia de Navarra desde sus más remotos orígenes, recopilando información inédita y dispersa en docenas de archivos. La obra constaría finalmente de cinco grandes tomos, aunque Moret tan solo pudo completar los tres primeros, correspondiendo los otros dos a su sucesor, el vianés Francisco Alesón, también jesuita y segundo cronista del reino. Los Annales constituyeron una obra de referencia para generaciones de historiadores, y el gran guion histórico al que recurrir en busca de fuentes fiables, al menos hasta la llegada de otro gran historiador navarro, José María Lacarra. Constituyó, en palabras de A. Martín Duque, la “fecunda reserva de la memoria histórica durante más de dos centurias”. Recuerdo que mi aita compró una edición facsímil de los Annales que, siendo todavía un crío aficionado a la Historia, intenté leer en más de una ocasión. No conseguí nunca pasar de la primera página, pero lo que sí recuerdo es que, con su tipografía barroca y su lenguaje arcaico, la primera frase del primer capítulo del primer tomo de la obra comenzaba diciendo aquello de que “en lo antiguo los navarros se llamaban vascones...”
El final
Joseph Moret Mendi falleció en Pamplona, al parecer a consecuencia de una caída, el 12 de noviembre de 1687, cuando contaba 72 años y era ya un estudioso de enorme reputación. Hoy en día es considerado el primer historiador moderno de Navarra, y a menudo se ha señalado el carácter sobrio de sus análisis y el respeto escrupuloso que tenía hacia las fuentes históricas, a las que se acercaba con espíritu crítico. En palabras de otro gran intelectual navarro, Arturo Campión, podríamos concluir que “gracias a él, Nabarra se conoce a sí misma”. Para acabar, y como testimonio del cariño que sintió por la ciudad que le vio nacer, terminamos reproduciendo el comienzo del encendido himno latino de Vísperas que dedicó a Iruñea:
Pampilona ubs regia
Turres et ejus moenia
Super aurum fulgentia
Omni sint dolo nescia
Pamplona ciudad regia
Sus torres y murallas
Más resplandecientes que el oro
Son ajenas a todo engaño
Mila esker aunitz, Aita Moret...!