Hijo de emigrantes bajonavarros
Nazario Carriquiri nació en Pamplona el 28 de julio de 1805, en el seno de una familia de origen bajonavarro. Su padre, Pedro Carriquiri Etchecopar, era un calderero nacido en Idaux-Idauze, casado con Dominga Ibarnegarai Landutch, natural de San Juan de Pie de Puerto. Desconocemos los pormenores de su llegada a Pamplona, ciudad donde el euskara estaba aún vivo y donde la pareja, netamente euskaldun, fijó su residencia y estableció sus negocios. Parece ser que no tuvieron más descendencia que Nazario, pero las cosas les fueron bien, hasta el punto de poder concertar un matrimonio ventajoso para su hijo. Casó a los 25 años, el 13 de septiembre de 1830, en la parroquia de Santa María de Tafalla. La novia, Saturnina Moso, era hija de José Antonio Moso y de Nicolasa Villanueva, y hermana de Juan de Dios Moso Villanueva, conde de Espoz y Mina por su matrimonio con Clementa Irure Espoz, sobrina del célebre general. Nazario y Saturnina no tuvieron descendencia, pero tras la muerte de esta en 1859 casó en segundas nupcias con Raimunda Ceriola, una viuda que tenía dos hijos de su anterior matrimonio, y con la que tuvo una hija, Raimunda Carriquiri Ceriola.
Entre los negocios y la política
La relación con su cuñado Juan de Dios Moso fue un buen trampolín para la escalada social y económica del joven Nazario. Bien fuera por convicción política o por interés comercial, tal vez por una combinación de ambas, durante la guerra carlista de 1833-1839 colaboró estrechamente con el gobierno liberal, y tras asociarse con su propio padre, Pedro Carriquiri, obtuvo ventajosos contratos para el aprovisionamiento de armas y víveres al ejército isabelino en Navarra. En este tiempo, además, figura como oficial de la milicia nacional en la capital navarra, y sus méritos serían recompensados con el título de Caballero de la Orden de Carlos III. Tras el final de la guerra se traslada a Madrid, donde colabora en la conspiración que contra el gobierno de Espartero tramaba el general O`Donell, puesto que, al parecer, en el ideario político del sublevado figuraba la devolución a Navarra de los fueros expoliados tras la derrota carlista de 1839. Esta vez, no obstante, Carriquiri apostaba por el bando perdedor, y tras el fracaso del golpe de estado hubo de exiliarse. Retornado tras la caída de Espartero en 1843, Nazario Carriquiri dio impulso a su carrera política, siendo diputado y senador en varias ocasiones entre 1843 y 1881. Una de sus intervenciones más trascendentes fue la que llevó a cabo en protesta por la imposición de levas militares en Navarra, tras la abolición foral de 1876. En los años finales de su vida se mostró muy cercano a los postulados de Antonio Cánovas del Castillo, y el insigne escritor Benito Pérez Galdós dijo de él que se encontraba entre “lo más granado de la moderación”.
Llevó a cabo además una intensísima labor económica, con negocios e inversiones en el sector agrícola, así como en explotaciones madereras y mineras, siendo copropietario de la ferrería de Artikutza, y exploró el mundo editorial y el de los seguros, llegando a figurar como socio accionista de “El Crédito Navarro”. Intervino también en el sector bancario, y llegó a ser directivo del banco de Isabel II y tesorero del Palacio Real. Fue promotor de la carretera a Francia por Roncesvalles, que además colaboró a financiar, e impulsor de la red ferroviaria del estado y del muelle del Grao en Valencia. Con todo, se ha dicho que la mayor parte de su fortuna proviene de la adquisición en condiciones ventajosas de los bienes desamortizados a la iglesia por los ministros Mendizábal y Madoz, fundamentalmente fincas y tierras de labor situadas en la propia Navarra.
Los míticos “carriquiris”
En 1846 y ya notablemente enriquecido, Nazario Carriquiri se asocia con el tudelano Tadeo Guendulain Maisterrena, titular de la ganadería de toros creada por su abuelo a fines del siglo XVIII. En 1850 Nazario compra su parte de la ganadería a Guendulain y funda, ya en solitario, la ganadería Carriquiri. Los toros navarros fueron lidiados por primera vez en los Sanfermines de 1852, e inmediatamente hicieron gala de una bravura inaudita. Los “carriquiris” eran unos toricos no excesivamente grandes, frecuentemente cubiertos por una capa de pelo rojizo, y especialmente agresivos en la suerte de varas. Uno de ellos, llamado “Llavero”, mató a 10 caballos en 1864, en la plaza de toros de Zaragoza, siendo indultado a petición del público, y otro toro lidiado en Barcelona en 1878 mató a 30 caballos tras recibir la friolera de 114 varas. Su carácter bravo, enérgico e imprevisible provocó que algunas primeras figuras del toreo de la época, como Rafael Guerra “Guerrita” y Luis Mazzantini, se negaran a lidiarlos. En 1883, un año antes de la muerte de Nazario Carriquiri, su sobrino Juan Moso, conde de Espoz y Mina, compró la ganadería a su tío, y se la vendió en 1908 a Bernabé Cobaleda, que la trasladaría a Salamanca, donde la casta navarra terminaría por desaparecer.
Coleccionista de arte
Otra de las interesantes facetas que abarcó Carriquiri fue la de coleccionista de arte. Su residencia madrileña, situada en la calle Jacometrezo, se convirtió en un pequeño museo, donde se acumulaban cerca de 200 lienzos, algunos de ellos firmados por artistas de la talla de Pieter Brueghel, Tiziano, Alonso Cano o Rubens, sin olvidar 6 cuadros que el también navarro Pascual Madoz atribuye a Bartolomé Esteban Murillo. La colección de dispersó tras su muerte, pero se han conservado sendos retratos de Nazario y Saturnina Moso, su mujer, pintados por Antonio María de Esquivel (1806-1857). El de Saturnina, de mejor calidad en nuestra opinión, se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, y la muestra sentada en actitud amable y despierta, en un lienzo donde predominan los tonos verdes y pardos en perfecta armonía. El retrato de Nazario se conserva en el Museo del Romanticismo de Madrid, y en él se le representa de pie, delante de su colección de cuadros, apoyado en una silla de manera algo forzada y con un artificioso contrapposto. Eso sí, su rostro, marcado por un aparatoso bigote y por la profundidad de su mirada, denota una viva inteligencia.
El legado de Carriquiri en Pamplona
La actividad económica de Nazario Carriquiri lo llevó a residir en Madrid, pero la representación política que ejercía garantizó al mismo tiempo el contacto con la realidad de Navarra, como ya hemos visto antes. Otros desconocidos aspectos demuestran también el vínculo moral con su tierra, como por ejemplo el hecho de que fuera nombrado miembro honorario de la Asociación Euskara de Navarra. En Pamplona poseyó un inmueble palaciego, situado en la esquina situada entre el paseo de Sarasate y la plaza del Castillo, frente al palacio de Diputación. En 1832 el solar y la casa arruinada que allí existía habían sido comprados por el cerero y comerciante acomodado Juan Martín Mónaco de Ansa y su socio Modesto Jaime, con intención de fijar allí sus viviendas. No obstante, nada más terminarlo en 1840 el inmueble fue adquirido por Nazario, que terminaría por vendérselo a Joaquín Baleztena en 1852. Esta es la razón por la que este bello y elegante caserón es hoy conocido por el común de los pamploneses como “casa Baleztena”.
En la actualidad Nazario Carriquiri cuenta con su propia calle en Pamplona, más concretamente en el barrio de la Rochapea, por decisión municipal del 25 de mayo de 1971. Y aunque hemos podido comprobar que don Nazario fue mucho más que un simple ganadero, lo cierto es que, en el imaginario popular pamplonés su nombre está indisolublemente unido los indómitos toricos royos que crió en vida. No en vano todos los años, desde 1969, se elige al morlaco más bravo lidiado en San Fermín, al que se le otorga el denominado “Trofeo Carriquiri”.