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Un payaso en la Puerta de Damasco

Un payaso en la Puerta de Damasco

LA solidaridad internacional con los desfavorecidos es insistente, pertinaz. Obedece a razones sólidas, urgentes. Su fuerza rompe las barreras de la indiferencia y hasta consigue superar obstáculos sustentados por las armas y el dinero, en definitiva por la locura.

Sorprende comprobar lo peligroso que es para los poderosos hacer reír a los pobres. Emociona saber lo agradecidas que pueden llegar a ser las sonrisas cuando se dibujan en personas que viven en la miseria impuesta por la civilización de los que mandan.

La puerta de Damasco, en Jerusalén dispone en su espacio exterior de un anfiteatro pequeñito al aire libre. Esta tarde la tristeza va a perder allí todas sus bazas de juego por un tiempo, gracias a un payaso gallego que ha decidido poner todo su empeño en hacer reír.

No es la primera vez que Iván Prado pisa las piedras de Palestina. Sus actuaciones en ocasiones anteriores le han dejado huellas imborrables, experiencias que le insuflan una energía desbordante y contagiosa. Recuerda con nitidez a la madre de Gaza que le dijo: "Gracias por hacer reír a mi hijo, hace meses que no lo hacía" y a los jóvenes de Jenín que le contaban el horror de la represión sufrida en 2002. Iván se emocionó al escuchar el relato. Los jóvenes le replicaron: "Bendito tu que puedes llorar, a nosotros no nos quedan lágrimas". Iván Prado ya no ha podido dar marcha atrás en su decisión de seguir haciendo todas las payasadas que se le ocurren para provocar carcajadas, para que en las alas de la risa los niños condenados a vivir sin alegría, se puedan evadir, aunque solo sea por unos momentos, de una realidad que los aprisiona. Tampoco ha cedido ni un ápice en sus convicciones cuando lo han detenido en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv para expulsarlo a continuación, sin dejarle viajar en abril de 2010 a los territorios ocupados. Ha pasado mas de un año y aquí está de nuevo a los pies de la muralla jerosolimitana con su escaso equipaje: nariz roja, buzo de amplios bolsillos, zapatones y una maleta de la que van saliendo globos de colores. Le acompañan las flautas de unos músicos callejeros portugueses. El payaso pronto se ve rodeado de niños y también de adolescentes y de mayores que quizás nunca han podido ser niños de verdad. Iván utiliza trucos sencillos, comprensibles. A veces no necesita palabras. Su mímica es suficiente para que surjan las sonrisas y las carcajadas resuenen felices contra las piedras centenarias. Otras veces se hace necesaria la traducción entre inglés y árabe. Conquista cómplices cercanos entre los espectadores para algunos de sus sketch cómicos. Los niños participan encantados. Los adolescentes se muestran mas remolones. No quieren que se les tome por niños. Hay adultos que aprovechando su condición de padres, reclaman un protagonismo quizás excesivo. El payaso torea las situaciones que van surgiendo, mientras recrea escenas, improvisa gestos provocativos que buscan la implicación del público pasivo. Alí, un niño saltarín, ágil, flexible es colaborador necesario para el payaso en varios números seguidos. El eco se torna cantarín devolviéndonos la voz de Iván, el payaso gallego: "Alí.... Alí... Alí". Me pregunto porque sólo se acercan al espectáculo los niños palestinos. Tampoco entiendo porque se tapan ostentosamente la cara los judíos ultra-ortodoxos que pasan por el lugar. Lo suelen hacer cuando pasan cerca de las mujeres, pero da la sensación de que en este momento rechazan el inocente encuentro de un payaso con los niños. La Puerta de Damasco se ha inundado de risas. ¿A quién podría ofender la felicidad de las gentes? Dos estrados mas abajo un hombre se cubre la cabeza con un rojo sombrero otomano. De repente alguien exclama señalándole: "¡Pero si es Leo Bassi!". Él reacciona de inmediato regalándonos una sonrisa y saludando con la cabeza. El famoso cómico italo-americano es uno de los 40 payasos de diferentes lugares del mundo que participan estos días en el Festiclown de Jerusalén, un evento que por fin ha podido organizar Iván Prado, el payaso solidario, tras el intento fallido del 2010.

El payaso de la Puerta de Damasco, mientras gesticula y lanza las pelotas al aire desbroza los caminos para que al menos circule libre la esperanza, igual que antes lo hicieron Paul Nicholson, nuestro vasco-escocés de Ispaster que aguantó tres semanas de asedio a la Mukata con Yasser Arafat en 2002, como Fermín Muguruza que da a conocer la situación a través de la música, como Xabi, el alcalde-jurado elizondarra, que coloca el sonido de la txalaparta entre las colinas desnudas de Palestina.