pamplona. Palabras viejas, palabras nuevas, fue el título de un libro de poemas que en 2006 publicó Ginés Cervantes. Poemas escritos a lo largo de muchos años, fruto de una de las muchas inquietudes de un hombre siempre inquieto al que la salud jugó la mala pasada, en estos últimos años, de ir minando poco a poco sus energías y limitando su actividad, de convertirle en dependiente de su familia (de su esposa Conchita Martínez, de sus hijos Ginés Pablo, Oihana, Israel -su otra hija, María Belén, falleció joven-) y, lo que más lamentaba, de hacer dependientes a sus familiares de sus necesidades. Pero la actividad pública a la que más empeño dedicó no fue la poesía -aunque seguro que lo hubiera preferido- sino la política. De familia republicana y siempre en la izquierda; en el Partido Socialista Popular durante la transición, luego en el PSOE, con el que fue concejal de Pamplona entre 1987 y 1991, luego en Izquierda Unida, de cuya ejecutiva en Navarra formó parte. Siempre con ánimo de servicio, con espíritu crítico, incómodo en las estructuras de los partidos por los que pasó como ha de ser cualquiera con sus ansias de coherencia. Ahora que tan desprestigiada están la política y los políticos hay que resaltar a personas honestas como Ginés que nunca buscó el medro personal, que no hizo carrera, que no ocupó cargos importantes, que no ganó dinero -más allá de su modesto sueldo de trabajador que siempre fue- ni demasiados aplausos. Pero que sí tuvo siempre el respeto de las personas que le trataron.
Y esas personas han sido muchas. Porque otra de las virtudes de Ginés fue su permanente voluntad de diálogo, de escucha, de convivencia. Catalán de nacimiento y navarro de adopción, fue siempre un hombre de horizontes amplios y talante abierto. Ha tenido y seguirá teniendo, allá donde vaya, muchos amigos de los más variopintos colores políticos. En torno a su persona se creó y funcionó durante once años el Foro Iruña, un espacio de encuentro y diálogo de personas de distintos partidos e ideologías, de distintos movimientos sociales empeñados, como Ginés, en hacer posible el acuerdo sobre las diferencias. Una de sus obsesiones, que felizmente ha podido ver ya muy cerca en el último año de su vida, el fin del terrorismo, la paz y la reconciliación. Participó con mucho empeño en la mesa de Egino promovida por Elkarri, uno de los muchos intentos y esfuerzos que han ido construyendo el camino hacia la paz. Y hasta hace bien pocos meses seguía convocándonos de vez en cuando en torno a una mesa para comer y hablar a personas distintas, plurales, hasta contrarias, por el placer del diálogo, del debate y de poder despotricar del mundo de la política y también, con ironía y buen humor, de los políticos que tenía delante compartiendo mantel.
Entre los poemas de su libro, uno titulado Palabras para un epitafio: "Un rosa roja pondréis sobre mi silencio. Una rosa roja, cuyos encendidos pétalos, ya marchitos, se llevará el viento. Una rosa roja en mi tiempo sin tiempo. Solo una rosa roja pondréis sobre mi silencio".