la encarnizada lucha por el poder que protagonizan ahora Yolanda Barcina y Alberto Catalán no es una novedad en UPN. Desde su fundación en 1979, el partido regionalista ha tenido cuatro presidentes -Javier Gómara (1981-1985), Jesús Aizpún (1985-1997), Miguel Sanz (1997-2009) y Barcina (desde 2009)- y tres aspirantes a llevar las riendas de la derecha foral, que lo intentaron con distinta suerte; Juan Cruz Alli en 1985, José Ángel Zubiaur en 1993 y Francisco Javier Octavio de Toledo en 2001.
De las tres mencionadas batallas, solo la que libraron Aizpún y Alli tuvo un desenlace tan ajustado e imprevisible como se presume será el actual, si bien con la diferencia sustancial de que los líos partidistas de UPN no afectaban al Palacio foral, dado que era el PSN de Gabriel Urralburu quien ostentaba la presidencia de la comunidad. En cambio ahora los cimientos del debilitado Gobierno de Navarra se resentirán todavía más si Catalán sale victorioso de la contienda.
La paz interna en el regionalismo no duró excesivo tiempo desde su nacimiento. Celebró bajo un clima de cordialidad su primer congreso en 1981, que elevó a Javier Gómara a la presidencia sin oposición y convirtió a Balbino Bados en vicepresidente.
La situación cambió cuatro años después. El cónclave de 1985 enfrentó a dos pesos pesados de UPN. Su fundador, Jesús Aizpún, rivalizó con el entonces concejal en Pamplona Juan Cruz Alli. Fue el primer choque entre los demoninados sectores oficialista y renovador. Se impuso el primero por solo 17 votos de diferencia (191-174) y colocó a Rafael Gurrea al frente de la secretaría general. Además, se aprobó la ponencia política que abogaba por la reunificación de toda la derecha navarra, cuya fragmentación posibilitaba al PSN ser el más votado.
La derrota de Alli, sin embargo, fue relativa. Su figura crecía dentro del partido y solo dos años después lideró la candidatura a la presidencia del Gobierno de Navarra. Obtuvo el mejor resultado de UPN que, con 69.417 votos y 14 parlamentarios, se quedó a solo un escaño del PSN, la distancia más corta desde el estreno de los regionalistas en unos comicios.
ALLI Y SANZ, DE LA MANO La batalla en el tercer congreso de UPN, celebrado en 1989, no se centró en la presidencia sino en dominar los órganos de dirección. De hecho, Aizpún renovó el cargo al ser el único candidato, pero perdió el control del partido, a partir de ese momento en manos de los renovadores. Entre ellos, emergió Miguel Sanz, afín a Alli, que pasó a ser el vicepresidente.
Sería la última vez, sin contar las elecciones de 2011, que UPN concurriría en solitario a las urnas. En marzo de 1991 se materializó el acuerdo que para muchos analistas del momento era imposible: que Aizpún suscribiera con el entonces presidente del PP en Navarra, Jaime Ignacio del Burgo, el pacto para formar una coalición electoral que se mantuvo en pie hasta 2008. El histórico consenso también recogía las firmas de José María Aznar y del propio Alli.
La entente dio resultados inmediatos. Sólo dos meses después UPN-PP superó al PSN por apenas 4.000 votos y un escaño, lo que catapultó a Alli a la presidencia del Gobierno. Era el estreno del regionalismo en el Palacio foral.
Para entonces, Alli tenía muy claro que le interesa más gobernar la comunidad que el partido, de ahí que en el congreso de 1993 tampoco decidiera disputar la presidencia de UPN. Fue la última vez que se presentó Aizpún y tuvo en José Ángel Zubiaur a un inesperado y débil contrincante, al que derrotó con aplastante holgura (1.444 votos contra 339).
El acceso al poder de UPN no fue suficiente para que el partido se convirtiera en una balsa de aceite. Ni mucho menos. A finales de 1994, Alli quería dar un giro hacia posiciones más centristas que chocó con los postulados que defendían los históricos del regionalismo, cada vez más cómodos en su alianza con el PP de Aznar.
la BRONCA ALLI-JAIME Pero no fue la pugna ideológica la que desencadenó las mayores hostilidades internas en la historia de UPN, sino la acusación que hizo Alli al alcalde de Pamplona, Alfredo Jaime, del cobro de comisiones ilegales. Las tensiones se fueron haciendo insoportables y terminaron con la salida de Alli, que de la noche a la mañana fundó el CDN, con el que se estrenó en los comicios de 1995. Con un discurso más moderado, irrumpió en el Parlamento con 10 escaños, suficientes para pactar gobierno con PSN y EA, mandar a UPN a la oposición y ser el vicepresidente del Ejecutivo encabezado por el socialista Javier Otano.
El tripartito duró apenas un año, al destaparse que el dirigente socialista tenía una cuenta en Suiza, lo que fue un balón de oxígeno para UPN, que recuperó de nuevo el poder. Su hombre fuerte era Miguel Sanz, a quien Aizpún dejó expedito el camino a la presidencia en el congreso de 1997. La rivalidad en esta ocasión se centró en la vicepresidencia, que fue a manos de José Cruz Lapazarán, quien superó a José Iribas (720 votos contra 598).
Asentado en el Gobierno, Sanz llegó en 2001 al sexto congreso con el partido bajo control, pero se encontró con un débil contrincante, Francisco Javier Octavio de Toledo, al que ganó por goleada (994 votos contra 166). Al mismo tiempo, irrumpió con fuerza Catalán, que relevó en la secretaría general a Gurrea, que fue el nuevo vicepresidente.
Los dos últimos congresos de UPN quizá han sido los más relajados. En 2005 nadie se dispuso a disputar el cargo a Sanz, quien cuatro años después decidió ceder la dirección del partido a Barcina. Ya en esta ocasión Catalán meditó dar el paso de optar a liderar el regionalismo, pero el presidente hizo que desistiera en sus intenciones.
La bicefalia Sanz-Barcina, que duró hasta 2011, fue un foco de tensiones casi desde el primer momento, de ahí que ahora a casi nadie extrañe que el expresidente haya dado el empujón a Catalán para que rivalice con su sucesora.