la detención de Carles Puigdemont en Alemania, donde está en prisión preventiva mientras la justicia decide sobre su entrega a España, ha privado de su vecino más célebre al tranquilo municipio belga de Waterloo, donde hace dos meses instaló su residencia el expresidente catalán.
Una fina lluvia riega la avenida del Abogado de Waterloo, una calle salpicada de chalets en una zona residencial acaudalada y discreta a unos 20 kilómetros al sur de Bruselas, donde los vecinos se conocen poco y se saludan en inglés.
Frente a una explanada de césped se levanta una casa de ladrillo pálido y más de 500 metros cuadrados repartidos en tres alturas, en la que varios carteles advierten contra incursiones en la propiedad.
“He podido deducir, porque ahora no hay luz, que aparentemente esas últimas ventanas son de donde estaba Puigdemont”, explica Vittorio, un italiano retirado que lleva 40 años en Bélgica y que durante 52 días ha sido el vecino más próximo al líder secesionista.
Vittorio no ha tenido contacto con su vecino, pero sí con algunos miembros de la comitiva que le ha acompañando en esa casa alquilada por 4.400 euros al mes a nombre de Josep Maria Matamala, el empresario y amigo fiel del político independentista.
“Un día el asistente de Puigdemont nos ofreció productos catalanes. Nos regalaron muestras de confitura, dos botellas de vino, una botella de aceite de oliva catalán... Le invité a pasar a tomar un café pero me dijo que tenía cosas que hacer”, relata.
El italiano explica que la presencia de una figura mediática como Puigdemont ha suscitado “curiosidad” en esa zona residencial conocida por la batalla que en 1815 puso fin al imperio de Napoleón Bonaparte, pero Vittorio subraya que no ha incordiado a los vecinos.
Su descripción de la situación se corresponde con la de Alix, una mujer francesa que habita a unos 25 metros de la célebre villa con seis habitaciones, tres baños, sauna, cuatro plazas de garaje y jardín situada a 657 kilómetros de la prisión de Neumünster en la que ahora se encuentra recluido Puigdemont.
“Para nosotros no ha habido problemas, sólo un poco de gente cuando llegó. Durante una semana había muchos periodistas, pero no nos molestaron. Y la semana pasada hubo una pequeña manifestación, pero duró muy poco. Ninguna molestia”, comenta.
Alix se refiere al desembarco de la plataforma satírica de Tabarnia liderada por el dramaturgo Albert Boadella, quien el pasado jueves realizó un escrache humorístico ante el inmueble del político reclamado por la justicia española por presuntos delitos de rebelión y malversación de caudales públicos.
“No te escondas, ya sabemos que eres un fuguista compulsivo”, gritaba entonces Boadella a la fachada del inmueble a ritmo de la canción de Abba “Waterloo”, mientras Puigdemont se paseaba por las calles de Helsinki, en su tercer y último viaje fuera de Bélgica, a donde se fugó hace cinco meses, tras Dinamarca y Suiza.
Puigdemont abandonó apresuradamente Finlandia para regresar a Bélgica ante la reactivación de la eurooden española por orden del magistrado del Tribunal Supremo Pablo Llarena.
El periplo de 2.187 kilómetros a bordo de un coche con matrícula belga dio al traste en una gasolinera de la localidad de Schuby, en el norte de Alemania, donde fue detenido por la policía alemana el domingo a las 11.19 hora local.
Pero la villa de Waterloo donde Puigdemont se reunía con los exconsejeros que le acompañaron en su huida, sus abogados y algunos periodistas afines a la causa independentista, sigue por el momento ocupada.
Una voz masculina con marcado acento español explica por teléfono en francés que los inquilinos no van a dar información sobre el futuro del inmueble. Tampoco en la inmobiliaria que gestionó el alquiler parecen saber si la comitiva de Puigdemont se quedará en Waterloo.
“El día que la casa esté libre es posible que los propietarios vuelvan a nosotros, pero no sé nada”, dice una responsable de Immo Dussart sobre una mansión que se ha impregnado de la impronta mediática de Puigdemont hasta en internet.
A los pocos días de instalarse allí, el pasado 2 de febrero, la vivienda apareció pixelada en los mapas de Google y, desde entonces, seguidores y detractores han dejado su huella en la web.
En la versión francesa del mismo buscador aparece descrita como Casa de la República, mientras que la réplica en castellano muestra la leyenda Delincuente huido de la justicia española, junto a un icono de hospedaje colocado sobre la villa.