e avecina severa crisis energética a la llegada del invierno. Ya no es sólo que la electricidad cueste en el mercado mayorista hoy tres veces más de lo que costaba hace justo un año. Es que hay serios problemas de suministro de gas. No que aumente de precio, que también, sino que materialmente no llegue el necesario. Barcos que tenían que transportarlo a puertos españoles han sido comprados, enteritos, por China, donde hay necesidades energéticas desbocadas. En Noruega están parando la producción de combustibles por razones de mantenimiento de las instalaciones, y el gasoducto del Magreb está afectado por el conflicto entre Marruecos y Argelia. Naturgy tiene un acuerdo de uso de la tubería que vence este mes, y que todavía no ha podido renovar. El ministro de Exteriores volaba a Argel a toda prisa para ver qué se puede hacer, seguramente llevando en el attaché la lista de esfuerzos que se hicieron por atender a Ghali, lo que incluye el cruento sacrificio de su incompetente antecesora imputada ante un juez de Zaragoza. Todo parece una comedia de enredo de pésima factura. Y eso sería si no constituyera el prólogo de un posible colapso el día no lejano que haya que encender las calefacciones. Lo de la electricidad es el compendio de los fracasos. El primero, herencia de tantas malas decisiones y de la avaricia política sobre el recibo de la luz. El coste bajo de la electricidad debería haberse definido, hace décadas, como el principal factor para el progreso y la prosperidad de una sociedad, y haber aplicado las mejoras incrementales que llegan de la mano de la tecnología en la reducción de sus precios unitarios, como ha ocurrido, por ejemplo, en el campo de las telecomunicaciones. Todo lo contrario, ha sido el filón que han encontrado pícaros de todos los partidos para meter mano en las cuentas corrientes de la gente, que a través del recibo sufragamos mensualmente las ocurrencias que gobierno tras gobierno han acoplado a la tarifa. Pero también es un fracaso político de aquí y ahora, el del actual gobierno, que anda como pollo sin cabeza contemplativo ante la escalada del megavatio, y sin saber qué hacer. Ayer la ministra del ramo, Teresa Ribera, ingresaba en la Real Academia de Bélgica, algo que aliviará al sufrido al consumidor. Su marido se llama Mariano Bacigalupo, es consejero de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, y esta semana nos decía que "es inaudito que los informativos abran con la subida de la luz", reflexión que seguro se gestó en el barco que ambos tienen por Menorca. Este es el genuino socialismo, amigos. Como lo es también el hecho de que el Instituto Nacional de Estadística retrate la realidad económica en unos tintes bastante más oscuros que los que quisiera creer el Gobierno. El año pasado el PIB cayó un 11%, efecto comprensible de la pandemia. La vicepresidenta Calviño auguró para 2021 una subida superior al 9,8% y esta fue la previsión que se incorporó en los actuales presupuestos. Luego la tuvo que rebajar sobre la marcha al 6,5%, y tras el baño de realidad del INE acabaremos siendo afortunados si se cierra el año con algo más del 5%. A todo esto, la inflación ya está en el 4%, de manera que el PIB nominal (el crecimiento menos el aumento de los precios) apenas habrá crecido un puntillo al cierre del periodo. Una de las consecuencias es que España tiene un déficit de 275 millones de euros cada día, dinero que algún día habrá que empezar a pagar. Mora con nosotros, en esta destartalada habitación, un elefante que nadie quiere ver, y que algún día se pondrá nervioso y lo romperá todo.

Pero la imagen que plasma la decrepitud, más categoría que anécdota, era esta semana la de la portada de ¡Hola!, en la que el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz posaba junto a su actual pareja, una tal Esther Doña, que estuvo casada con el marqués de Griñón y con el que tuvo un día un altercado que acabó con él en comisaría. El reportaje es una pieza pagada a tocateja por la revista. El juez dice "estoy enamorado y no quiero esconderme". Él, que es dueño de vidas y haciendas, que se ocupa de asuntos de narcotráfico, delitos económicos y terrorismo, posando con la joven en el proscenio de la banalidad cheque mediante. Es actitud propia de un compadre de Garzón, que a su vez proclama devoción por Dolores Delgado, fiscal general del Estado, mientras se constata que el Pollo Carvajal empieza a difundir los contratos millonarios que tuvo con el narcorégimen de Venezuela. La foto de la España actual, la de la truhanería ubicua, en la que tampoco falta el espectáculo de un volcán para entretener los telediarios.