– ¿Cree que hay agua en la piscina para los pactos de país?

—Nosotros hemos puesto agua, está caliente y no hay cocodrilos. Hay que ver la oposición hasta dónde quiere poner su acentito, su aportación, porque nuestra disposición es total. Me encanta ver la nueva disposición de Bildu con el tema de los molinos de viento, la iniciativa noruega, cuando en realidad tendría que haberse hecho en Euskadi hace quince o veinte años. Pero no se hacía, porque la izquierda abertzale politizó este tema y en cada pueblo creó una coordinadora e incluso se hicieron sabotajes. Espero que esa madurez, que ha tardado veinte años en llegar en este tema, en otros llegue mucho antes. Esperamos que la oposición sepa ver más allá de 2024, porque como mire hasta 2024, les va a vencer la tentación electoral, al PNV ni agua. Sería decir a Euskadi ni agua hasta 2024.

Sobre el pacto energético, ¿cree que después del giro de EH Bildu sobre los parques eólicos queda expedito el camino? ¿O hace falta un giro más, por ejemplo, con el gas como energía de transición?

—Claro. Los dirigentes de EH Bildu, cuando abren el grifo y se duchan con agua caliente, ¿de dónde creen que sale esa energía? ¿Están dispuestos a renunciar a ducharse con agua caliente? No. ¿Tenemos que buscar que esa energía sea verde? Evidente. Pero Bildu tiene que asumir la sociedad de la que partimos: Euskadi es fuertemente consumidora de energía. Tienen que ser posibles las tres cosas: tener abastecimiento para lo que hoy somos, hacer las transiciones bien, y ser capaces de pasar de los discursos a la práctica. Si la solución son las renovables, que no se opongan a ellas porque están cerca de su casa.

¿Han hablado de pactos de país usted y Arnaldo Otegi?

—Sí. Nos vemos a menudo. Lo que pasa es que Bildu tiene que despejar la ecuación, si quiere X o quiere Y. ¿Quiere pactos de país que nos lleven a fortalecer las estructuras de este pueblo y darle un futuro, o quiere la Y, que al PNV le vaya mal para ganarnos unas elecciones en algún momento? Está deshojando la margarita. En teoría parece que está en la X, pero en la práctica está en la Y.

El jueves, Bildu dijo que Urkullu se olvida del nuevo estatus…

—Eso fue patético. Estamos viendo al Bildu más sumiso en Madrid, a un Bildu que es como la moqueta del Congreso. Se pliega a todo. Vota que sí a todo lo que le pone Sánchez. No ha hecho ni una puñetera iniciativa que tenga que ver con el autogobierno vasco en esta legislatura, sabiendo que el principal problema para la renovación del autobierno no está en Gasteiz. Está en Madrid. Pero allí no dicen ni pío. El jueves hablaron de cara a la galería para que sus bases tengan algo a lo que agarrarse. Pero, ¿por qué no le preguntan eso a Sánchez? ¿Por qué no registran en el Congreso el texto que nos presentaron en la comisión de expertos? En privado nos han dicho que son conscientes de que ahora no hay posibilidades, pero si Iriarte cree que las hay, que le pase los papeles a Mertxe Aizpurua y los presente en Madrid. El PNV lo va a votar, pero que hablen con Sánchez si son tan amigos, a ver qué les dice. Quieren que seamos nosotros los que nos peguemos contra el muro para decir que el PNV ha fracasado.

Sobre los Presupuestos vascos, Iriarte dice que se alcanzó un acuerdo el año pasado pero no se han dado pasos sobre el salario mínimo y, a futuro, no se contempla una reforma fiscal. ¿Habrá tensiones en la próxima negociación?

—Solo puede ser dos cosas: ignorancia o mala fe, y las dos son malas. Todos los compromisos con Bildu están cumplidos o se están cumpliendo. Y las reformas fiscales, que las presente en las Juntas. El año pasado, quiso negociar en el Parlamento pero se negó en redondo a negociar en las Juntas. Con el salario, que vayan donde Pedro Sánchez.

¿El pacto educativo se va a romper por el flanco de Podemos?

—Podemos está en una posición de debilidad ideológica, su proyecto ha hecho aguas, y ve cómo aquellos apoyos sociales que tenía se le vuelven respondones. Le da vértigo salir del acuerdo, pero también enfrentarse a Stee-eilas.