Se acercan las elecciones del 28 de mayo pero no lo parece. Más allá de las declaraciones casi diarias en una precampaña un tanto plana, apenas hay ruido electoral. Algo lógico si se tiene en cuenta que la final de Copa de este sábado protagoniza las conversaciones del día a día y que las encuestas no auguran ningún vuelco político. Pero esta apatía, que se une a la dificultad que han tenido prácticamente todas las formaciones políticas para completar sus listas electorales, empieza a causar una cierta inquietud en los partidos, que no acaban de tener claro hasta qué punto la participación puede a ser clave a la hora de decidir el reparto de escaños en el Parlamento y, por lo tanto, el próximo Gobierno foral.

Primero porque el hecho de que la ciudadanía se muestra ajena al debate electoral no implica que, llegado el momento, no vaya a ir a las urnas. No hace falta estar cabreado para ir a votar, de la misma forma que un voto ilusionado vale lo mismo que uno desmotivado. Y en segundo lugar porque, históricamente, las oscilaciones de participación han tenido motivaciones distintas y, por lo tanto, también efectos distintos.

Participación en elecciones forales y generales.

Participación en elecciones forales y generales.

Hay en cualquier caso una sensación generalizada de indiferencia política. Existe en el electorado de la derecha, que ve reducidas sus expectativas de Gobierno mientras UPN y PP rivalizan por un mismo espacio electoral. Pero también en el de izquierdas, que tras ocho años de cambio encara la cita con aires de continuidad. Un escenario que poco tiene que ver con el de las elecciones precedentes, marcadas precisamente por una activación social.

En 2015 por las expectativas de vuelco político en Navarra tras casi 20 años de Gobiernos de UPN. Y cuatro años después, por la disputa entre los partidarios y detractores del cambio que se había dado en las principales instituciones navarras, espoleadas además por las elecciones generales que tuvieron lugar justo un mes antes, y que hicieron de la primavera de 2019 una campaña electoral permanente.

Participación estable

Históricamente la participación en Navarra ha sido cercana al 70%. La coincidencia con las elecciones municipales y una cultura política propia han hecho que la abstención fuera inferior que en otras comunidades. La más baja tuvo lugar en 1999 (66,25%) y la más alta en 2007 (73,75%).

Estas últimas fueron unas elecciones especialmente polarizadas entre los partidos que sostenían al Gobierno de Miguel Sanz (CDN y UPN-PP) y los partidos que promovían el cambio (PSN-NaBai e IUN), con la ilegalización de ANV derivada hacia el voto nulo. Y se resolvieron con un 26-24 a favor del cambio que finalmente no se pudo materializar por el célebre agostazo de aquel año.

En las siguientes convocatorias la participación fue menor, pero con resultados opuestos. La frustrada experiencia de 2007 dio paso a unas elecciones con una de las participaciones más bajas (67,43%) por una desmovilización de la izquierda. UPN y PP, que concurrieron por primera vez por separado, alcanzaron los 23 escaños. Cuatro años después sin embargo el escenario fue opuesto. La crisis financiera y la desaparición de Caja Navarra propiciaron la desmovilización de la derecha, que perdió 5 escaños con una participación muy similar (68,26%) que se tradujo en la irrupción de Podemos y en el Gobierno de Uxue Barkos.

En la última cita en cambio la participación volvió a aumentar de forma considerable hasta el 72,18%, la tercera más alta de la serie histórica solo después de las de 2007 y 1987. Las elecciones generales de un mes antes sirvieron de estímulo, lo que unido a la caída de Podemos, propició el mejor resultado del PSN en 12 años y, con ello, la presidencia de María Chivite.

Escenario abierto

Es por lo tanto difícil vaticinar cuál será la participación en las próximas elecciones y, menos todavía, qué impacto tendrá en el resultado electoral, si es que lo tiene. Los partidos se esfuerzan en cualquier caso por activar a sus bases con el objetivo de movilizar al máximo a su electorado potencial, hasta el punto de que promover la participación será una de las prioridades de cara el 28 de mayo. Apelaciones que en las próximas semanas irán más allá de la habitual llamada al voto útil, y que serán clave en la campaña que arranca el viernes de la próxima semana. Una vez superada la final de la Copa del Rey y, quién sabe, también las posibles celebraciones posteriores. Entonces sí, con la disputa electoral ya oficializada.

Elecciones generales

MÁXIMO HISTÓRICO: 82% EN 1976

Participación. En Navarra habitualmente la participación ha sido superior cuanto se trata de unas elecciones generales. En 1976 por ejemplo alcanzó un máximo histórico del 82,24%, seguido por el vuelco electoral que en 1982 llevó al PSOE de Felipe González a La Moncloa (81,33%). Más recientemente, en 2004 tras los atentados del 11-M, la participación en las elecciones generales fue del 76,22%. Por contra, la cifras más bajas han sido recientes. En 2016 (67,40%) y 2019 (65,11%), en ambos casos fruto de la repetición electoral. Solo quedó por debajo en 2000 (66,07%) por la desmovilización de la izquierda, lo que facilitó la mayoría absoluta al PP de Rajoy.