“Martín Villa tuvo un papel central en el aspecto represivo de la Transición y en la reordenación territorial”
Cinco meses antes de la aprobación de la Constitución, Navarra sufrió el trauma de unos Sanfermines reventados por la policía. Sabino Cuadra aborda el papel de “los victimarios” en su nuevo libro
Sabino Cuadra(Amurrio, 1949) presenta libro: Sanfermines de 1978: los victimarios, editado por Txalaparta, centrado en parte en la trayectoria del entonces ministro del InteriorRodolfo Martín Villa. “Fue una operación premeditada, ejecutada con impunidad y respaldada desde las más altas instancias del Estado”, denuncia Cuadra.
Usted pone el peso máximo de la responsabilidad de lo sucedido en los Sanfermines del 78 en el entonces ministro del Interior.
–En los tres años prácticamente que estuvo Martín Villa en esa cartera se produjeron 125 muertes por disparos policiales, Guardia Civil, bandas de extrema derecha o parapoliciales. Eso encajaba con la política que llevaba su Gobierno, de desestabilizar la situación y forzar a la oposición democrática, que pedía una ruptura, a aceptar los cauces de la reforma. La represión fue institucionalizada, y se aplicó en los Sanfermines el fin de semana para que tuviera el máximo impacto social y político. Que se enterara la población de que el Gobierno estaba dispuesto a hacer eso y más. En relación a los sucesos de Vitoria Martín Villa dijo a Victoria Prego que lo sucedido era una lección a aquellos que quisieran saltarse la legalidad, las normas, el proceso vigente.
Volviendo a Pamplona.
–La noche del 8 se reunieron el gobernador civil y altos cargos policiales y militares, según se dijo, en contacto directo con Martín Villa, donde se acordaron las medidas a tomar en las horas del día siguiente. Y el 9 fue cuando se produjo desde la emisora central policial se dan aquellas órdenes de disparar con todas las energías sin importar matar, cuando en realidad se tendría que haber dicho no os importe seguir matando.
Aborda el contexto del 78 y el papel del propio Martín Villa en Navarra.
–Como ministro del Interior empezó a negociar con Amadeo Marco lo que se llamó el decreto de democratización de las instituciones forales, con el que se harían las primeras elecciones de aquí en 1979.
Amadeo Marco, que venía del franquismo, siguió cortando el bacalao en Navarra hasta ese momento.
–En Vascongadas, Baleares o Comunidad Valenciana empezaron a aparecer gestoras preautonómicas, o se recuperó la Generalitat en Catalunya. En Navarra, a pesar de que hubo una manifestación de 40.000 personas pidiendo la dimisión de la Diputación, no se movió ni un pelo hasta las elecciones del 79. Esto se apoyó desde Madrid, no solo por la derecha de Navarra. Desde 1977 Martín Villa empezó a relacionarse con los poderes fasciolocales para ver cómo se podía encauzar aquí la Transición. Aquí había unas claves locales muy importantes.
¿Todo era una obsesión por romper la unidad con la actual Comunidad Autónoma Vasca?
–Todo no, pero una parte esencial sí. Mantener a la Diputación de franquistas para que en buena medida encarrilara el proceso negociador que pasara por la Constitución, la conformación de Navarra como una comunidad diferenciada, y los inicios de la elaboración del Amejoramiento. En ese proceso Martín Villa estuvo como ministro del Interior y después de Administración Territorial, otro ministerio clave.
Fue crucial con Suárez y vicepresidente con Calvo Sotelo.
–La imagen con la que posteriormente se ha adornado a ese personaje (Suárez ) no se corresponde en modo alguno con la realidad de lo que esta persona fue. Yo diría que Martín Villa fue el segundo de a bordo del proceso de la Transición, por el papel central que tuvo en el aspecto represivo y en la reordenación competencial y territorial en todo el Estado. Aquí con Amadeo Marco y Del Burgo.
¿Por qué Sanfermines del 78, con una intervención brutal, que se sumaba a Vitoria o Montejurra, y tuvo correlato en Donostia y Errenteria, no dejó más huella electoral?
–La respuesta popular fue muy grande, la huelga general en Navarra duró tres días mínimo. La respuesta en el conjunto de Euskal Herria también fue muy importante. El malestar era generalizado en grado sumo, en relación con esa barbaridad sumadas a las que ha comentado. Que luego eso no se transmitiera en parámetros electorales... en las elecciones de 1979 el PSOE todavía no había pegado el chaquetazo a esos niveles. Se había aprobado la Constitución y se habían puesto los carriles básicos, pero a partir de entonces el PSOE empezó a rebobinar, a quitar la ikurriña de todos los sitios, a pasar a decir que ya no procedía la oficialidad del euskera en toda Navarra, un proceso hasta que llegó el PSN al Gobierno foral, donde se fue ablandando poco a poco la conciencia existente. La represión brutal suele tener dos efectos mezclados; el miedo, de pensar igual nos estamos pasando, igual tenemos que conformarnos con menos. No es un miedo de pánico, es cerebral. El otro efecto es sobre los partidos políticos, en un proceso de zanahoria y de palo. Prebendas accesibles para los partidos que optaron por meterse por la vía de la reforma.
“La represión brutal suele generar miedo no de pánico, sino cerebral, de pensar que igual hay que conformarse con menos”
ETA basculaba también en la conocida espiral acción reacción. Había un cálculo.
–Sí, pero hubo un momento en que eso se volvió al revés. Había represión, había una acción y después la represión era más grande.
¿Qué recuerda del 8 de julio del 78?
–Fue la primera corrida de toros que vi en mi vida. Había venido a Iruña en 1977 como abogado laboralista y de orden público. Pertenecía a la peña La Única. Cuando entraron los policías todo el alcohol que había bebido hasta ese momento se me evaporó por completo. Aquello fue una visión muy fuerte. Varias decenas de policías saltando por encima de los txikis, golpeando a las personas que ya estaban en el ruedo y desde el primer momento tirando pelotazos y botes de humo sobre todo sobre los tendidos de las peñas.
Usted tenía entonces 29 años.
–Mi reacción fue hacer frente a aquella gente. Aquello fue absolutamente indiscriminado. Fuera de la plaza nos estaban esperando también. La calle se convirtió en un campo de batalla, en el que cada cual utilizaba las armas que tenía. Cuando mataron a Germán se dice que pudo ser un cetme. La bala le atravesó la cabeza y no se encontró el proyectil. Los vecinos que vieron desde los balcones lo que ocurrió hablaban de un arma larga. En todos los furgones policiales tenía que haber un par de cetmes. Algunos dijeron que la frecuencia de los disparos sonaba a cetme.
¿Por qué el Gobierno español consiguió pasar página con esa impunidad? ¿Parte de la sociedad navarra no estuvo a la altura?
–Hay detalles que expresan mucho. El programa de fiestas de Sanfermines de 1979, con Balduz ya de alcalde, no dijo absolutamente nada de lo que había pasado el año anterior. A lo más que se llamaba era a olvidar rencores y a cantar y a bailar los cantos y danzas de nuestra tierra. Un dibujante, Resano, sacó un póster sobre lo ocurrido en 1978, en el que aparecía San Fermín con un esparadrapo, magullado, una pelota de goma en una mano y un bote de gas. Se puso a venderlo y llegó la Policía Municipal, le requisó todo el material y se lo llevó retenido al Ayuntamiento. Desde el primer momento comenzó la apisonadora del silencio, del olvido y la desmemoria. El mensaje más potente a nivel institucional y mediático fue el de fiestas sí, política no. Y a olvidar eso, porque menuda desgracia fue. Olvidemos, olvidemos, olvidemos.
Dice en el libro que Martín Villa fue nombrado en 2013 miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
–Tela, tela marinera. Y sigue siendo miembro. Una persona con esa catadura moral que expresó aquello de ‘lo nuestro son errores, lo de ellos son crímenes’ bendecido como experto en Ciencias Morales.
Y enumera sus apoyos cuando fue procesado por la jueza Servini. González, Aznar, Rajoy, Zapatero, Nicolás Redondo, Cándido Méndez, Antonio Gutiérrez o Fidalgo, entre otros. Eso es poder.
–Eso es poder político fáctico y real.
Martín Villa es muy mayor...
–Nació en 1934, en el contexto de la Revolución de Asturias. Va a hacer 91. El padre era anarcosindicalista, de la CNT...
Por biología está en la etapa final de su vida. Supongo que temen que su fallecimiento ahonde el olvido.
–Esa posible que eso ayude a que el olvido se asiente todavía más. Hace año y pico estuvo aquí en una presentación de un libro de Jaime Ignacio del Burgo. Primos hermanos, los dos se cocieron y se trabajaron el Amejoramiento. Eso da posibilidades de seguir escarbando en esa memoria oculta y poder sacar a la luz todo eso.
“Aquel día tras la entrada de la policía en la plaza, la calle se convirtió en un campo de batalla, en el que cada cual utilizaba las armas que tenía”
Porque para la gente joven esto empieza a ser ya muy pretérito.
–Mucho. Es como cuando me contaba la gente mayor del pueblo lo que pasó en la guerra civil, sí, les atendías con los ojos abiertos, pero en gran medida al mismo tiempo te sonaba a cuentos de abueletes. Porque la distancia era muy grande.
El riesgo, por más que se intente evitar, es el de la melancolía por lo que pudo ser y no fue.
–Sí, creo que más que ilusiones hubo esperanzas que después no tuvieron la suficiente constatación. Pero había esperanzas fundadas. También menciono el ejemplo de Portugal.
Como contraste.
–Sí, como elemento de comparación. Allí al día siguiente de que los capitanes llegaron al Gobierno disolvieron lo que venía a ser la Brigada Político Social de allí, detuvieron por cientos a las personas involucradas en crímenes contra la humanidad, torturas etcétera, las juzgaron, hubo condenas a un pilón de ellos, destituyeron a la plana mayor del generalato portugués, hubo depuraciones extensísimas en el aparato del Estado, ocupaciones de fábricas, de viviendas, terrenos... Aquello fue la revolución portuguesa.
Se ha quedado la imagen de los claveles...
–Sí, el clavelito y el fusilito con el clavelito. Pero ahí había mucho tomate. Aquello también se recondujo como se recondujo, pero estaba cercanísimo. Desde el 74 hasta el 78 mucha gente fue a visitar Portugal aver qué es lo que había pasado allí y aprender eran por cientos y cientos de personas.
Menciona en su libro la ley de Secretos Oficiales. Usted fue diputado. Hoy Pedro Sánchez cuenta con el apoyo de EH Bildu. Hay cosas que han cambiado mucho.
–Esa ley franquista de Secretos, que sigue sin estar desactivada o anularlada. Pero no impide que se hagan investigaciones sobre la documentacón existente en el Estado.
Recuerda que Óscar Alzaga, que fue de UCD, denunció una destrucción organizada de documentación.
–Sí, pero esa documentación pudo ser destruida, y antes pudo ser copiada, esa posibilidad también cabe. Es muy curioso que la ley de Amnistía sea de octubre de 1977 y esta quema generalizada de documentación, ordenada por el Gobierno, y vehiculizada a través de Martín Villa se dio tres meses después.
En todo caso, ¿qué espera del actual Gobierno? Porque puede revalidar o no en el futuro.
–Esa losa está justificando en gran medida buena parte de la política de grupos de izquierda que están sosteniendo. Desde la idea de que si cae y viene los otros... Es un razonamiento político de peso. ¿Tiene que ser el esencial o hay otras cosas también que pesan mucho en paralelo?
“Desde el primer momento comenzó la apisonadora del silencio, del olvido y la desmemoria, y el mensaje de fiestas sí, política no”
Cuanto más tiempo esté el Gobierno, más pasos en la buena dirección se pueden dar dentro de los límites que marca.
–En política es un poco estúpido hacer rayas que separen lo blanco de lo negro, el extenso espacio de los grises nunca se puede olvidar. Es evidente que con la ley de Memoria Democrática muchos aspectos han sido mejorados de una forma importante, especialmente el capítulo del tratamiento a las víctimas y recuperación de restos de personas fusiladas en fosas que están por ahí, y creación de banco de datos, y el reconocimiento a todas esas gentes que padecieron represión. Hay cantidad de aspectos que son tremendamente positivos.
Y en el debe...
–Desde el movimiento memorialista se ha dicho que esta ley supone mantener los pilares esenciales de la impunidad para con el franquismo. El texto habla mucho de las víctimas, pero no hay ni una línea destinada a los victimarios. Es una de las razones de este libro, que los reconocimientos no se conviertan en una cortina de humo. La memoria democrática tiene tres patas: verdad, justicia y reparación. Si la verdad que te dejan investigar es la mitad, porque la ley de Secretos Oficiales impide investigar buena parte de lo que sucedió. Si el acceso a la justicia lo tienes vedado, dicho por el Constitucional en varias sentencias, la reparación que de ahí se va a derivar va a ser un tanto estrecha.
“Martín Villa tiene 90 años y Servini 89, esta es una carrera contra el tiempo”
No hay novedades en el proceso en Argentina a Martín Villa en los últimos meses.
–No las hay. En 2014 veinte personas fueron imputadas por crímenes contra la humanidad, exministros de franco, militares, policías, guardias civiles... por un montón de delitos. En 2021 se produjo el procesamiento de Martín Villa, por 12 delitos, entre ellos los de Gasteiz y el de Germán Rodríguez. Martín Villa recurrió y ganó ese recurso parcialmente, porque el procesamiento se anuló, pero el proceso sigue abierto. Martín Villa sigue estado imputado por la justicia argentina.
Y es una carrera contra el tiempo.
–Sí, en dos frentes, la jueza Servini tiene prácticamente los mismos años que Martín Villa, este año cumple 89 años.
Habla también en el libro de policías con mando en Pamplona y del entonces gobernador civil, Ignacio Llano, a quien según usted le ningunearon...
–Él reconoció que aquí había unas relaciones claras y conocidas entre la extrema derecha local y sectores de la policía. Las bandas de extrema derecha que actuaban en Iruña y por Navarra lo hicieron en connivencia. Eso lo reconoció. Y si lo sabía,¿dónde están los expedientes disciplinarios abiertos? Parece que era un personaje más bien pusilánime o cobarde, pero en cualquier caso culpable. Por cobardías también se pueden realizar delitos muy fuertes.
Fue, en definitiva, un trauma colectivo para dos generaciones de pamplonesas y pamploneses.
–Quiero contar una cosa en relación con el comisario Rubio. Vino a Iruña en 1976 desde València. Allí se le han interpuesto dos querellas criminales por torturas. Tal y como afirmó la máxima instancia de inspección en materia policial en aquel momento, él dio las órdenes de entrar en la plaza. Órdenes del todo improcedentes, según el informe elaborado, tanto desde un punto de vista policial como desde el más elemental sentido común. Según Rubio, él mandó a dos o tres policías donde se protagonizando un altercado. Ese señor, antes de los sucesos de Sanfermines, había pedido un traspaso a la comisaría de Xirivella, en València, y se lo habían concedido en junio. La comisaría era inexistente, se inauguró en el siglo XXI. El 11 de septiembre del 78, dos meses después, el comisario Rubio apareció en Barcelona, en la Diada, en la que hubo una fuerte represión sobre una parte del independentismo. Allí mataron de un tiro por la espalda a un joven de 18 años. Un policía se entrevistó con la familia para amenazarles y que no hubiera lío en los funerales, era el comisario Rubio. Alguien que llegó aquí de torturador, montó aquí la que montaron, y dos meses después estaba en otra operación policial muy siniestra en Catalunya. Yo estoy convencido de que vino aquí a liarla, como el comandante Ávila, y después se fueron. y Ávila pasó en seis meses de comandante a teniente coronel y en 6 años, coronel.
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