Qué alegría da ver lo sucedido en la arena de la vieja Monumental. Está siendo, en líneas generales, y con los peros escritos y descritos en días anteriores, algo digno de ver. El calor, el disfrute, el buen ambiente, ese calor y moscas, que en la cabina no las percibimos, pero que según mi amigo Juanito son hormigas aladas, pero de Leiza, porque deben ser enormes. Una corrida digna de los tiempos iniciales de esta casa, allá por los ochenta, cuando esto se meneaba, empujaba y competía por estar en todos los circos, y con diestros de gran calado tomando la pañosa en pugna de descubrir los secretos que el criador de Paterna les tenía preparado. Luego el tiempo trajo percances de alguno de esos primeros espadas, y la espantada de esas líneas de vino en un toro hecho para el criador, y que se enfrentara a él quien los tuviera en su sitio. Los Cebada, tal y como cualquier navarro los conoce, son un histórico de esta plaza. Han lidiado por todo Navarra, y son reconocibles y reconocidos hasta por la rubia lesakarra que comenta el encierro cada mañana. Cierto que los vi en la finca allá por el viaje de finales de febrero. Igual ya era marzo, y la grata impresión del lote preparado por los hermanos García Cebada solo me dejaba las mismas dudas que a ellos. ¿Qué habrá dentro de estos animalicos seleccionados por el veedor de la Meca? Mañana de aprietos, nobleza más de lo que alguno se esperaba, porque, seamos serios, si el parte hospitalario dice que son cuarenta los corneados, se lo cree cualquiera que lo haya visto en Badajoz o en Colombia. Buenos bureles que han dado tarde de alegría en medio de la mayor bochornera de calor hasta ahora en estas fiestas. El santo obra milagros, me decían por la mañana cuando volvía de verlo por la calle Mayor. No sé si se refieren a los toros, al capotillo tan manido por los pocos percances matinales. Pero aquí, ayer tarde, esfuerzo, trabajo y una selección adecuada han servido más. Buena corrida en líneas generales, con cositas a devanar en el toro a toro. Pero ahí tienen las notas y la impresión de lo sucedido uno a uno. Me quedo con el esfuerzo de los diestros, los cuales estuvieron a la altura, y alguno como el venezolano haciendo de todo por comerse una oreja, que se ganó a pulso en el último suspiro. Apuesta con el de cabina, monstruo de la crítica mundial, que me ha supuesto ganarme un mojito de esos helados que nos dan Alberto y Juan Luis en su casa de enfrente al lateral de la plaza. Me dicen de todo cuando critico a la casa de La Zorrera, y mi respuesta siempre es la misma: me pagan por criticar, y lo hago. Una cosa es que a veces gusta las palabras que decimos y otras no. Ayer hubo un importante quinto, y más de la cuadrilla que le acompañaban. Y esto es muy bueno. Más que bueno. Porque aún quedan días grandes por delante, y podemos cerrar el año sanferminero como nunca. Ojalá.