Ander sale corriendo. Anna Kapler va detrás con Alazne cogida en brazos: “¡aita!, ¡aita!” Asier abraza a sus hijos y besa a Anna, la razón por la que se mudó a Oslo. Saluda al resto de la familia, aunque a los más pequeños apenas se les ve por las pancartas de “Ongi etorri, aita”. Daniela, su cuñada, graba las sonrisas del reencuentro y Marisa, su madre, se queda con el mejor de los abrazos, el último.
Asier Peña Iturria tiene 46 años y “mucho mundo”, tal y como asegura Marisa. Su última locura ha sido recorrer 3.000 kilómetros desde Oslo en 19 días para llegar a los Sanfermines, aunque es un objetivo que lleva persiguiendo varios años y que no había podido lograr por la pandemia.
“Unos amigos le regalaron unas planchas de patines y comenzó a patinar por su cuenta hasta que se fue de Erasmus a Bremen”. Allí probó el hielo y el amor. Terminada la carrera se fue a Oslo e incidió tanto en este nuevo deporte que logró clasificarse hasta tres veces en campeonatos de Europa: Rusia, Holanda y Noruega. Su equipo era austero, tanto que frente a los todoterrenos que usaban los demás equipos, Asier tenía que ir a las pistas de patinaje en bici desde los hoteles donde se hospedaba.
Después probó el triatlón, donde destacaba con la bici. Ahora es el único medio de transporte que utiliza; de hecho, dos o tres días a la semana, antes de comenzar la jornada laboral, hace con sus compañeros una ruta en bicicleta, “se duchan en la oficina y a trabajar”, asegura Marisa.
"Tenía la idea romántica de unir las ciudades de Pamplona y Oslo con el hobby que más me gusta”
Asier tenía “la idea romántica de unir las ciudades de Pamplona y Oslo con el hobby que más me gusta”. Quería andar mucho en bici y descubrir paisajes y pueblos pequeños. Sin embargo, confiesa que su objetivo era “demasiado ambicioso. Tenía que hacer alrededor de 160 kilómetros al día, por lo que llegaba a mi destino y solo quería descansar; el turismo solo pudo ser andando en bici”.
Con los días más largos que las noches, soñaba con almorzar el día 6 en Anaitasuna. Lo hizo con tanta fuerza que ni siquiera un incidente en París pudo detenerlo: llegó el mismo día en el que la policía mató a un joven durante los altercados. La ciudad estaba en tensión y Asier no se sentía cómodo. Llegó sin la bolsa de ropa que tenía detrás de la bici: “llegaba cansado y con la idea de que París había implementado carriles bici, pero todo resultó muy caótico y peligroso”.
Antes de emprender la ruta contó con un preparador físico que le avisó de que si retenía fuerzas los primeros días, tendría alguna pequeña complicación. “No sé si fue sugestión mental, pero en el sexto día tuve dolores musculares y tomé el tren 80 kilómetros”, confiesa Asier. Tenía miedo de abortar, pero en Bremen le puso solución: “me dieron un masaje, alquilé una bici de paseo y me tomé el día libre”.
“En Francia tenía miedo porque no hay muchos carriles bici, pero me ha enviado por pueblos pequeños sin mucho tráfico”
Ha pasado por Noruega, Suecia, Dinamarca, Holanda, Bélgica y Francia hasta llegar a su tierra, aunque por Holanda pasó de casualidad: “no lo supe hasta que vi un cartel”. Era la ruta más rápida según Strava, una app que marca las zonas por las que más ciclistas pasan por carretera. “En Francia tenía miedo porque no hay muchos carriles bici, pero me ha enviado por pueblos pequeños sin mucho tráfico”.
Los últimos kilómetros de Asier han sido muy buenos anímicamente, pero físicamente duros y con algunas trampas: “al perder la ropa me compré una chaqueta de mala calidad y he pasado frío y me he mojado bastante”. Por otro lado, en la penúltima etapa Anna se acercó a Baiona a recoger su equipaje porque “hay dos puertos muy fuertes, cada uno de unos 10 kilómetros, y las fuerzas llegan a donde pueden”.
Desde el último puerto le ha acompañado Eduardo, su amigo de toda la vida, con el que empezó a patinar, con quien veía Teledeporte, con quien se deslizó en la misma pista de Noruega y con quien cierra su último sueño.
Las noches de Marisa
Todos los días, antes de que anocheciera, Marisa llamaba a Asier para saber si había llegado bien. Un simple “sí, ama” le hacía respirar y continuar con su día tranquila hasta la tarde siguiente. En ocasiones se compara con sus amigas porque viven cerca de sus hijos, pero “yo tengo la posibilidad de viajar” sonríe.
La noche de hoy será una de las más cortas de su año porque vuelven al nido sus dos hijos, a quienes asegura haberles “dado alas; pero de qué manera”. Asier ha vuelto a casa para San Fermín.