pamplona. "Es muy duro dormir en la calle, te levantas peor de lo que te acuestas...". Brahim Daghani, de 34 años, lleva un mes en Pamplona. Oriundo de Argelia, trabajó en el campo, la agricultura alicantina, lo que en su momento le daba para pagarse el alquiler de una habitación. Lleva dos días en el albergue municipal de Pamplona; anteriormente dormía en cama dura, o mejor dicho, en un banco de madera que le servía de somier y "varias mantas" hasta que las bajas temperaturas le han obligado a recogerse. En el centro para los sin techo de la calle González Tablas de Pamplona ya se ha activado el plan de emergencia de invierno desde que el mercurio ha descendido por la noche de los tres grados. No es el primer albergue que visita Brahim, que trajo su maleta desde Errenteria. Le gustaría trabajar de cocinero y quedarse en este país. En su tierra no hay trabajo, y sus padres, mayores, están enfermos.

Brahim es uno de los 31 usuarios a los que da cobijo el centro. Todavía quedan 4 plazas en la planta baja pero con la actual la de frío se prevé que se llene en breve. "Gente que de normal no podría acceder pero que vendrán a pasar la noche, los que llegan de otros municipios o los que se derivan del programa de atención de calle...", señala Rubén Unanua, director del albergue de transeúntes (sin techo).

Said es marroquí y le duele la mirada de mucha gente aquí en Navarra porque "te pinchan con los ojos, como si todos los moros, como así nos llaman, fuéramos ladrones o traficantes. En los supermercados te vigilan... La primera noche que pasé en el metro de Madrid me quitó el bolso un autóctono...". Llegó en 1991 y doce años cotizados pero se sigue sintiendo extranjero. "Me gustaría que mucha gente viajara y nos conociera en nuestras casas para no tener que sentir ese rechazo", reitera. Tiene 41 años, trabajó en el campo andaluz y también en el sector de la construcción hasta que se quedó en la calle. No recibe ayudas, admite. En su opinión, los sudamericanos reciben mejor trato que los magrebíes cuando, en realidad, son los que "se dejan explotan y trabajan a mitad de precio, algo que nosotros no aceptamos". Su compatriota S. Hassan se empleó durante 17 años como funcionario en el Ministerio de Interior. Tiene dos hijos en su país, pese a todo viajó al Estado para "mejorar" y ha conseguido trabajos temporales y un subsidio de 420 euros, pero no los papeles... Hoy está en un albergue.

El argelino Haouari Bensouici ha recorrido diferentes albergues de toda la península. Tiene 61 años y llegó a Madrid en 1987. Se ha ocupado como temporero en diferentes tajos, de cuatro a seis meses al año, y el resto se apaña en centros como éste.

También Hassan, de 47 años y nacido en Marruecos, ha pisado cinco albergues desde que se quedara sin trabajo hace cuatro años. No recuerda cuándo se compró ropa porque siempre la pide a Cáritas. Trabajó durante diez años como cocinero. Ahora cobra el subsidio pero le gustaría encontrar un trabajo. A través de los Servicios Sociales ha dado con una habitación de alquiler pero con sus 400 euros lo tendrá difícil para comer, reconoce. Ha querido entrar en el centro de residencia pero está en lista de espera.

Más casos: Benjamín Vázquez, de 52 años, es pamplonés, sufre una discapacidad psíquica y está pendiente de que le reconozcan la minusvalía para poder cobrar una pensión de invalidez. Su mujer murió de cáncer a los 43 años después de 17 años de matrimonio; aquel suceso le hizo caer en una profunda depresión que, a su vez, le hizo entrar en el mundo de las adicciones. Su paso por el hogar Zoe de Ororbia durante un año fue una experiencia positiva que le hizo recuperar su salud y la confianza en sí mismo. Hoy tiene ganas de seguir luchando y de tener nuevas oportunidades. Situación bien diferente es la que vive Ioan Dan Beches, de 35 años. Vino de Rumania, del Este, hace dos meses en pleno azote de la crisis económica. Ha participado en la temporada de la recolecta de uva en La Rioja, el Oeste, y espera encontrar un trabajo aunque sea temporal. Ha pasado dos noches en el albergue y mañana lo tiene que abandonar. Tiene previsto ir a Tolosa y luego a Vitoria donde el centro de transeúntes dispone de un taller.

factor humano Puede que sorprenda pero cuando alguien "parte de una situación mínima" y, a diferencia de lo que nos ocurre a la mayoría de la sociedad, no invierten en lo material pero, por contra, disponen de más tiempo "compartes experiencias que te hacen reflexionar", afirma Rubén Unanua. En este albergue hay grandes lectores, personas con carrera universitaria, magos, albañiles... También personas con problemas de consumos y de salud, gente que viene rotando de otros albergues... "Lo mejor de todo es la buena disposición de ellos, a pesar de sufrir una alta exclusión es gente amable, la mayoría se ofrecen a colaborar para ayudar en tareas y demuestran mucha calidez", remarca. Existe un cúmulo de circunstancias que pueden "llevar a estas situaciones y muchas veces todas ellas ocurren en cadena".