Imanol Querejeta y

Javier vizcaíno

J.V.- Decimos de las ovejas, pero los seres humanos también tenemos un notable espíritu gregario...

I.Q.- La verdad es que el hecho de agruparse debería proteger a los seres humanos. Desgraciadamente no siempre es así, a diferencia de lo que ocurre en el resto de las especies. Y muchas veces la manera de protegerse en grupo es esa, vivir de rodillas y a merced de los más fuertes. Hoy en día, cuanto más sofisticados son los sistemas de control de los grupos, mayor es la tendencia a no moverse más que al son del más poderoso. Agruparse debería de ser fantástico, porque nos permite avanzar a las personas, pero de esa manera que acabo de expresar ahora mismo, no.

J.V.- No tendría por qué ser malo si dentro del grupo fuéramos capaces de hacer oír nuestra voz o de pensar por libre. Pero no suele ser así.

I.Q.- Según de qué grupos hablemos. Como dices, la comunicación no suele ser libre, pero afortunadamente, el comentario de respuesta a la primera pregunta no es en todos los casos esa y todavía quedan grupos de personas de bien en las que el respeto, la participación y las ganas de avanzar son moneda de cambio. Suelen ser pocos, pero existen, como las meigas. Esos son los que me gustan.

J.V.- Lo que no tengo muy claro es si se actúa así porque nos viene en los genes, por comodidad, por malas experiencias cuando se ha tratado de ir por libre...

I.Q.- Bueno, un poco de todo. Los genes influyen en nuestro temperamento, y este en las respuestas que damos ante los requerimientos que nos llegan desde el exterior. La comodidad se relaciona también con el temperamento, especialmente con dos factores que son la evitación del riesgo y la dependencia de la recompensa. Y la experiencia es la que nos enseña, a veces bien, a veces mal, a tener miedo. Esto último es lo peor que puede ocurrir, que nos integremos en los grupos con miedo. No es fácil, pero no deberíamos olvidar que a pesar del individualismo imperante, cuando somos capaces de convertir el Yo en Nosotros, el género humano es indestructible.

J.V.- También es cierto que la manada no suele tratar bien a quien pone en cuestión los comportamientos automáticos o, sin más, a quien pide a los demás que utilicen el cerebro.

I.Q.- Bueno, depende. Hoy en día, cuando está calculada la rentabilidad de absolutamente todo, se exprime a las personas aunque no nos gusten de inicio y luego se las trata mal, bien cuando dejan de ser útiles, o bien cuando despuntan tanto que se convierten en una amenaza. El primer paso alimenta en el resto de aspirantes la ambición de hacer lo mismo, solo que con la diferencia de que ellos o ellas creen que van a conseguir cambiar al depredador y hacerle caer rendido a sus pies. La historia es la de siempre. Como ilustraba Quino en un póster donde dibujaba un problema de ajedrez: Juegan las negras -representaban de forma inequívoca al poder- y dan jaque mate cuando les da la gana.

J.V.- Y luego está el miedo a ser el que da la nota. Eso tan clásico de no atreverse a levantar la mano por creer que al resto le va a parecer una tontería lo que se va a plantear.

I.Q.- Pues eso nos ha solido pasar a casi todos y no siempre para mal. Yo en esas me acuerdo de Groucho y me digo: Más vale callarse y pasar por ser un idiota, que abrir la boca y despejar cualquier duda. En muchas intervenciones tienes la fatal sensación de que el que acaba de tomar la palabra no se sabía esta frase célebre.

J.V.- Es curioso que, a pesar de lo que decimos, la publicidad trate de explotar un presunto individualismo. Nos dicen "destácate del resto poniéndote estos pantalones". Y luego vas por la calle uniformado porque (casi) todos llevan esos pantalones.

I.Q.- Efectivamente. Se estimula el individualismo de cartón-piedra para favorecer la competencia casi siempre con la misma intención: sacar el máximo beneficio posible. En el caso al que haces referencia de la moda, hablamos de una herramienta de adocenamiento bastante efectiva y hay algún anuncio de televisión de una marca de cervezas que ilustra de forma magistral lo que es esto. Dicho esto, y volviendo a los pantalones, enlazo con una pregunta anterior y recuerdo que la vida media del tejido de los pantalones se habrá establecido con mucha antelación y todos los rompen al mismo tiempo, que es justo cuando sale la tendencia inversa.

J.V.- Los dramas vienen cuando los rebaños caen en manos de pastores con malas intenciones... o con escasas aptitudes, que también los hay.

I.Q.- Desgraciadamente, es así y peor que eso es que hay ovejas que sueñan con ser la preferida del pastor y se alían con él para ir en contra de sus compañeras, a las que delatan y ponen zancadillas, estimulando el miedo y la resistencia a expresar las diferencias. La recompensa que obtienen por venderse suele exigua y muy efímera.

J.V.- Una vez que nos hemos despeñado por seguir a uno de esos pastores, somos incapaces de reconocer que buena parte de la culpa ha sido nuestra por habernos dejado llevar.

I.Q.- Sí, pero lo malo de esto es que una vez despeñados, el remedio es bastante malo, nos demos cuenta o no. No hay que ceder un milímetro al miedo. Lo que dejas de hacer hoy por miedo te cuesta mucho más mañana, entre otras cosas porque quien te observa se da cuenta rápidamente de tu debilidad. La energía positiva cuesta disgustos, pero es mucho más interesante que la negativa.

J.V.- ¿Es compatible formar parte de un grupo y actuar con criterio propio?

I.Q.- No sólo creo que es compatible, sino que afirmo que es deseable. Me puedo equivocar, pero creo que hay muchos grupos que consiguen funcionar de esta manera. No debemos olvidar nunca, si hablamos con espíritu crítico, que las diferencias bien gestionadas nos hacen mejores. Las aportaciones deberían enriquecer siempre a todos.

J.V.- Obviamente, tener criterio propio tampoco significa necesariamente estar en contra de absolutamente todo porque sí y por sistema.

I.Q.- Efectivamente. Eso creo yo que es la crítica. Creo que es muy difícil estar siempre de acuerdo en todo al ciento por ciento y las diferencias se deben de exponer con transparencia y corrección. Ahora bien, como tú dices, tener criterio propio no debe consistir en estar quejándose todo el día (que no es lo mismo que discrepar), obstaculizando cualquier proyecto.