MADRID - Desde hace seis años no ha dejado de aprender y de transmitir su conocimiento a gente que, a cientos de kilómetros de la zona en la que se habla, se interesa por él.
¿Cómo se gesta el idilio entre un manchego y el euskera?
-Hace unos 6 años fui de vacaciones a la parte más vascófona y profunda de Gipuzkoa, en un pueblecito que se llama Lastur, y fue ahí donde me di cuenta de que el euskera no era esa parte exótica de la que habíamos oído hablar los que vivimos en la meseta, sino que es mucho más. Tenía pensado hablar otro idioma y me decidí por él, ya que lo tenemos muy a mano, a 400 o 500 kilómetros. Aquellas vacaciones estuvimos en fiestas de Soraluce y me gustó mucho el ambiente, el auzolan, ver cómo cuidaban las tradiciones y la cultura.
¿Conocía algo de la cultura vasca antes de ese viaje?
-Lo que llega a aquí de Euskal Herria son tópicos, y hay que ir descubriéndolo por ti mismo. Mientras aprendía euskera en Euskaletxea de Madrid, algún fin de semana me movía por pueblos de Gipuzkoa como Getaria. Quería conocer una parte del Estado de donde se nos han dicho siempre muchas cosas. También es un ejercicio de solidaridad, aprender una lengua que muchos consideran que está en vías de extinción, algo que yo no creo. Prefiero aprender una lengua minoritaria porque el hecho de que existan muchas lenguas es más enriquecedor a que en este mundo se queden cuatro o cinco por encima del resto.
¿Reaccionó bien su entorno?
-En el trabajo me preguntaban que para qué lo quería y si iba a ir a vivir allí. No podían entender que yo tuviera una inquietud para aprender un idioma que mucha gente considera inútil y que no sirve. Ahora mismo me defiendo hablando y me queda mucho por aprender. Mi trabajo me ha costado, sobre todo en un entorno hostil donde ni se habla ni se oye.
¿Cómo consigue progresar?
-Por las mañanas suelo escuchar la radio, Euskadi Irratia, así haces oído. La música también es importante, sobre todo para empaparte de la cultura. Por otra parte nos juntamos todos los domingos en Lavapiés unas 12 personas y tenemos conversación durante un par de horitas. En verano voy a barnetegis en Maizpide, en Lazkao?
No sé si está al tanto de la política lingüística aplicada los últimos años en Navarra, con la llamada zonificación.
-Son territorios donde debería conocerse, o al menos ofrecerse la oportunidad a todo el mundo. Ya sabemos que en la zona de la Ribera hay un porcentaje muy alto de castellanoparlantes y muy pequeño de euskaldunes. Conozco los problemas y llegamos a hacer una colecta para la ikastola de Lodosa, con una fiesta en Carabanchel, e hicimos una donación. A mí me gustaría que se normalizara y se diera la misma oportunidad a todo el mundo. Creo que Navarra no puede estar al margen de una lengua que es parte de su cultura. Se ha perdido en gran parte de la Ribera, pero como se perdió en La Rioja o Castilla. Es necesario un cambio en la mentalidad de la gente del sur de Navarra porque las lenguas no se pueden zonificar. Hay que identificarlas como un bien cultural, y el euskera tiene una riqueza tan grande que no tiene sentido negarlo como hacen algunos.
¿Cómo surgió la idea de dar clase en Carabanchel?
-Cuando se fundó el Eko propusieron los talleres de idiomas, y yo en seguida propuse el de euskera y, para mi sorpresa, hay mucha gente que se preocupa por conocer. Si a nivel institucional hubiese una oferta más amplia de euskera en Madrid nos llevaríamos alguna sorpresa. Los medios que disponemos son humildes pero, aun así, hemos tenido muchas peticiones. Pretendemos ser un taller de iniciación, para quitarse esa sensación de que es una lengua demasiado difícil de aprender.