PAMPLONA - A nadie se le escapa que hay una línea muy fina entre el sano deseo de conocer algo nuevo y el ansia morbosa por meterse en las vidas de los demás. Como nos va a decir el doctor Querejeta, la clave está en hacerse el número exacto de preguntas. Y una de ellas siempre debe ser: “¿Realmente necesito saber eso?”.
J.V.: A primera vista, la curiosidad es una gran cualidad. Es el motor del progreso.
-I. Q.: Planteada la pregunta de esa manera, la respuesta no puede ser otra que un sí rotundo. Sin ganas de saber y de conocer no nos podemos mover, ni podemos establecer unos objetivos. Luego hay matices y, como en todo, existen unas medidas. El secreto es saber aliarse con esta cualidad para que no nos pase lo que al gato. Hay una curiosidad morbosa que no es nada recomendable. En otro medio, te contaría una divertida historia de cómo la curiosidad de cierta especie de mono es el elemento principal en la búsqueda de agua en zonas de África. Él sabe algo que los demás ansían, la ubicación del agua, pero el deseo irrefrenable de satisfacer su curiosidad le lleva a desvelar su secreto.
J.V.: Y más allá de eso, una persona curiosa es una persona vital. O planteado al revés: es mala cosa perder la curiosidad.
-I. Q.: Las personas curiosas suelen estar permanentemente haciendo propuestas y sí, son personas vitales, que suelen tener la capacidad de imaginar y fantasear que, si bien no siempre conduce a resultados concretos, es una excelente manera de evadirse y de disfrutar de los planes. Y lo contrario que propones, perder la curiosidad, suele ser malo, sobre todo porque los curiosos dejan de desarrollar esta cualidad, para muchos un instinto, cuando algo malo les ocurre.
J.V.: ¿Se puede entrenar la curiosidad?
-I. Q.: Todo se entrena. Nos sorprenderíamos de saber hasta dónde hay funciones que se pueden entrenar a base de insistencia, y la curiosidad es una de ellas. Por eso no hay nada peor que todo aquello que te obliga a parar, a dejar de fantasear y de estimular tu curiosidad. Eso, como te decía antes, suele ocurrir cuando se sufren pérdidas importantes como las personas que quieres y la salud.
J.V.: La curiosidad se manifiesta a través de preguntas. Recuerdo que hace años, hablando de esto mismo, me dijiste que es importante hacerse el número justo de preguntas.
-I. Q.: Suelo decir que hay que hacer el número justo de cosas en todos los ámbitos de la vida. De esa manera satisfaces tus deseos de saber y experimentar y, al mismo tiempo, mantienes intacta tu curiosidad. El equilibrio es un elemento importante en la vida. Gracias a él estimulamos la búsqueda de aquello que nos queda por conseguir.
J.V.: Pasarse con las preguntas lleva (eso diría yo) a la insatisfacción? o a la suspicacia continua, de la que hablábamos la semana pasada.
-I. Q.: Eso también creo yo. Excederse no es aconsejable en nada, y en esto de querer saber, te lleva por mal camino. A veces sentimos la necesidad de querer saber lo que le ocurre a personas porque las queremos, pero no nos damos cuenta que no sienten la necesidad de contarnos sus asuntos. No es fácil, pero hay que saber parar.
J.V.: Mejor si tenemos claro que no vamos a obtener respuesta para todo. O, desde luego, no inmediatamente.
-I. Q.: Claro que sí. La verdad es que tiene que ser muy aburrido tener respuesta para todo, con lo bonito que tiene que resultar buscar respuestas, encontrar unas cuantas buenas y posteriormente, elegir la mejor para ese instante. La búsqueda debe ser continua, eso la termina de hacer un elemento imprescindible de la vida.
J.V.: No falta quien dice que determinadas cosas es mejor no saberlas. ¿Tú qué opinas?
-I. Q.: Esa es una elección muy personal. Creo que cada persona tiene ese derecho, el de no querer saber algunas cosas que le afectan, ni otras que afectan a los demás. Conseguir la información siempre nos lleva a procesarla y a veces no podemos. Creo que hay que abstenerse de juzgar a las personas que en determinados momentos no tienen aliento para guardar más información.
J.V.: Es imposible hablar de la curiosidad sin mencionar a los chismosos y las chismosas. Esa es la peor de las curiosidades.
-I. Q.: ¡Sí!. Ya sabía que me lo terminarías preguntando. Te decía unas preguntas más arriba que los excesos no suelen ser buenos, y me estaba acordando de estas personas a las que les interesa saber solo porque creen que con la información tiene algo que los demás no tienen. Eso de saber algo y ser, o al menos creerlo, que son los primeros en divulgarlo debe de tener una erótica que afortunadamente no padezco.
J.V.: Desgraciadamente, ese chismorreo es muy humano? y muy frecuente. ¿A qué crees que se debe? ¿Por qué hay gente a la que le gusta tanto meter la nariz en asuntos de otras personas?
-I. Q.: Pues porque les sobra tiempo, y eso se asocia con escasa producción de planes, de creatividad y de ideas propias. Hacen suyas las vidas de otras personas, y si hubiese alguien que se diese por aludido, le animaría a que antes de enfadarse con nada ni con nadie, hiciese el ejercicio de desarrollar su curiosidad para vivir su propia vida.
J.V.: Volvamos a hablar del sentido positivo de la curiosidad. Los niños la manifiestan con toda naturalidad. Entiendo que no hay que frenársela.
-I. Q.: Yo creo que no. Hay que estimulársela y ayudarles a conducirla por la senda del desarrollo personal. La etapa de los ¿por qué? o los zergatik? es un examen exigente y duro por el que deben pasar todas las personas que tienen descendencia. Es dificilísimo de aprobar, pero en este caso, hasta el suspenso vale la pena. Cualquier cosa menos no presentarse.
Saber parar en la búsqueda para que el motor del querer saber no se gripe.
Saber respetar los tiempos de los demás y sus necesidades.
Mantener la ilusión por seguir conociéndonos y haciendo cosas nuevas.
La curiosidad malsana. Querer saber por considerarlo un privilegio.
Buscar demasiadas opciones sin que al final sepamos elegir entre las opciones que encontramos. Suele estimular una ambición insana.
Negar a la gente menuda la información que nos piden, sobre todo porque cuando lo hacen, nos damos cuenta de que nos pillan en fuera de juego.