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“Hay mujeres violadas que tienen que oír aún que están manchadas”

“Víctimas ha habido siempre, pero han sido invisibles, insignificantes”, sostiene la psicóloga Amaia Castaños autora de un libro que aborda el tema de la ‘des-violencia’

“Hay mujeres violadas que tienen que oír aún que están manchadas”

pamplona - La publicación ¿Se cura la violencia? La búsqueda de la des-violencia (Editorial Beta) habla de los tres ejes de “la Buena Vida”: del amor, de la responsabilidad y de la libertad. Antónimos de la violencia que empapa cada faceta del ser humano y de la sociedad en la que vive

Amaia, psicología y doctora en Filosofía, nos acerca a los resultados de una investigación llevada a cabo durante sus años de practica profesional. ¿Puede el ser humano tomar la decisión de no aceptar la violencia como forma de relación con él mismo, con los y las demás y con el mundo? En su trabajo da respuesta a estas cuestiones. “Pero no es un libro de autoayuda, es una investigación psicológica-filosófica que parte de la observación práctica de la violencia”, explica Amaia Castaños.

¿El efecto más pernicioso de la violencia es el dolor?

-No. El descalabro mayor de la violencia es que expropia al sujeto de sí mismo; no le permite ser lo que es. La esencia de la violencia es la expropiación personal y antropológica.

¿Su libro es un diagnóstico de las señales de la violencia?

-Es algo más. El texto indica cómo recuperarnos de esta expropiación. Da voz a las víctimas que transformadas en exvíctimas se convierten en un motivador de vida para los demás. Muestra sus sufrimientos y hurga en las razones de su surgimiento; alerta de los peligros que nos acechan.

Usted trata con personas que padecen y han padecido este drama que las mina. ¿Cuál es su trabajo?

-Les indico los modos, individuales y colectivos, de salir de esa expropiación, para decirlo con mayor precisión, de reintroducirse en el propio yo, de reapropiarse a sí mismo. Lo que yo llamo des-violencia.

Que es lo contrario de la violencia

-El concepto de des-violencia es más grande que las víctimas y la violencia etiquetada. Yo hablo mucho de las víctimas y la violencia no visible, que al final es la que nos rodea a todos y la que mantiene la otra, la visible; es desviolentarse un poco en la vida cotidiana de las personas que no están etiquetadas.

¿Quiere decir que hay mucha violencia que no se ve?

-Exacto. Sin erradicar la que no se ve, que es la más oculta, es muy difícil que finiquitemos la otra. Es como querer llegar a la cima de una secuoya sin pasar por el tronco. Y realmente la secuoya (que es así como la más alta que tenemos en la cabeza), realmente la violencia invisible o las víctimas son mucho más grande; todo el tronco de la secuoya que las hojas que es en lo que nos fijamos.

Porque las denuncias son solo la punta del iceberg

-Pero puntita, además.

¿Qué habría que hacer para que aflorara la violencia de género?

-Remover la conciencia de todas y cada una de las personas que viven en sociedad en muchas direcciones distintas. Primero hay que empezar por uno mismo. Si no acepto en mí misma ver partes de la violencia es difícil que la pueda ver el otro. Y menos decir algo. Siempre digo que contra esto que yo llamo normalizaciones deberíamos de luchar toda la sociedad.

¿La solución pasaría por los centros escolares?

-Inevitablemente; tendríamos que ser educados de otras maneras. Educados en nosotros mismos para ser quien queremos ser. Y una vez que las personas son lo que quieren ser es difícil que exista la violencia. Porque la violencia viene de la negación del ser.

Hay muchas clases de violencia

-Sí. Pero esta especie de consuelo que algunos quieren decir cuando se habla de alguna violencia específica a mí a veces me suena a consuelo. Hace 15 años ya decíamos que iba a subir la violencia en los chavales y los adolecentes, como así ha sido. Y eso antes no existía. Algunas existen más que otras, pero al fin y al cabo la violencia es violencia.

¿Por qué creía que iba a subir la violencia entre los adolescentes?

-Porque los humanos necesitamos ciertas cosas cuando nacemos que nos marquen el camino; si no se marca el camino te vuelves violento. Los adolescentes desde hace unas cuentas generaciones, cuando se pasó a hacer la prueba del sin límites, se han desparramado. Es como cuando a las plantas no les pones unas guías.

Más formación, de padres y madres más igualitarios y que la violencia entre jóvenes aumente. ¿Algo ha fallado?

-Entre mi generación (tengo 43 años) y la siguiente se ha retrocedido bastante. Lo que ocurre es que no es la misma violencia de género; la que tienen ahora los chavales de 20 años no es violencia de género, es violencia. Y dentro de esta violencia general hay componentes más específicos de género y a veces sí y a veces no. Las chicas pegan más a sus padres o madres que los chicos.

Su centro base es la violencia intrafamiliar. ¿Ha aumentado mucho la de hijos a padres?

-Sí. Hay muchos padres que no saben qué hacer; lo que es bueno es que se está acrecentando la conciencia de padres que buscan ayuda. Y esto no está mal.

Hasta hace poco no se denunciaba por vergüenza

-En todas las violencias es el mismo caso; todas las víctimas de violencia no denuncian porque se consideran culpables de la violencia. Todas las personas que trato son víctimas; tengo víctimas intrafamiliares, víctimas de abusos sexuales, de violación.

Se puede salir de todo eso

-No solo se puede salir, si no que yo pongo ejemplos e intento señalar que las personas que han estado sufriendo eso de pequeñas consiguen una vida maravillosa; las demás personas que andan quejándose por tonterías.