30 años. Es el tiempo que ha pasado desde que se estrenó la película La princesa prometida, desde que comenzó la emisión de la serie televisiva Matrimonio con hijos, y desde que Helmut Kohl ganó las elecciones por segunda vez en la entonces Alemania occidental. Y, pese a que ese dato político sea quizás el menos popular del listado, Europa empezó a parecer más cercana hace tres décadas. Porque también fue el año de inicio del programa Erasmus.

Según los datos del curso 2013-2014, presentes en la web de la Comisión Europea, España fue entonces el primer país europeo en participantes en el programa, con 37.235, y también el destino más popular. ¿Y por qué tanto tirón? Tres navarras y un navarro de diferentes generaciones y titulaciones repasan sus sensaciones. Porque al intercambiar alumnado entre universidades también se comparten proyectos, formas de hacer y experiencias: cómo buscarse la vida para encontrar alojamiento en otro país, si es posible llegar a fin de mes con el dinero de la beca, cómo compaginar el turismo y la formación, la fiesta y la carrera, la oportunidad y la exigencia que plantea vivir lejos de casa.

belén minondo verdú

Curso 90-91; Mons (Bélgica)

“Me motivó estar fuera de Pamplona”

Belén Minondo Verdú hizo la beca Erasmus en el curso 1990-1991, un año antes de acabar la carrera de Pedagogía (eran cinco años) en la Universidad de Navarra. Un profesor comentó en clase esa posibilidad y, para Minondo, la opción de viajar y estar fuera de casa fue “la motivación” decisiva. Y, además, sus padres la animaron. Así que en febrero, tras una ola de frío que retrasó el viaje, se trasladó a Mons para acudir a la universidad belga de Mons-Hainaut.

Formó parte de una expedición de otros cuatro compañeros, aprendió sobre psicología del aprendizaje y tecnología educativa y viajó todo lo que pudo, gracias a un bono de tren. Al volver, tuvo que estudiar en verano para hacer algún examen en Pamplona, porque no le convalidaron todas las asignaturas, pero recuerda que ya sabían ese pero antes de iniciar la beca. Ahora, asegura que incluso habría viajado “más lejos”.

joaquín romero roldán

Curso 95-96; Manchester (RU)

“Aquella experiencia me abrió la mente”

Joaquín Romeró Roldán es ahora el gerente de la Universidad Pública de Navarra y, en el curso 1995-1996, fue el integrante de una de las primeras generaciones Erasmus del campus. En su caso, pasó un curso en la Universidad de Salford, en Manchester (Reino Unido), cuando cursaba 3º de LADE. “Fue una experiencia que no habría podido vivir si no fuera por una beca”, apunta. Viajó a Inglaterra con su “inglés de COU”, los nervios de su madre y la sensación de que tendría que sacarse “las castañas del fuego”. Y reconoce que lo peor fueron los primeros días, cuando se produce “el choque” con otra cultura.

Romero se instaló en una residencia para estudiantes con dos bloques de 14 plantas y apartamentos autónomos. Recuerda que allí había personas de Finlandia, Francia, Alemania, España... y cree que lo que les unía es que todos pasaban por la misma experiencia. Ahora valora que esa estancia le marcó: “Me abrió la mente”.

sheila legarra unciti

Curso 07-08; Roma (Italia)

“La beca se queda corta, pero es una experiencia obligada”

“Era algo que quería hacer desde el principio de la carrera”. Y, por fin, Sheila Legarra Unciti contó con una beca Erasmus al hacer 4º de Química en la Universidad de Navarra. Su opción fue acudir de septiembre a junio, durante el curso de 2007 a 2008, a la Universitá degli Studi di Roma La Sapienza. Y no, no tenía ni idea de italiano cuando llegó a la llamada ciudad eterna, así que lo que se le hizo eterno fue ese arranque. No en vano, buena parte de los exámenes eran exposiciones orales. “Aún me acuerdo de cómo un profesor me dijo que de la asignatura iba bien, pero del italiano, muy mal”, apunta. Y reconoce que acudió con la idea de que como Erasmus le ayudarían a aprobar, pero matiza que “mi experiencia fue diferente”.

De ella también recuerda que tuvo dificultades para sobrevivir con la beca, que considera algo más “simbólico” que otra cosa, a pesar de que optó por compartir piso con otras cuatro personas, todas ellas nativas. “Económicamente fue algo negativo, pero como experiencia es obligatoria”.

oihane kintana igoa

Curso 16-17; Cracovia (Polonia)

“¿Qué ha sido lo mejor? La gente y los viajes”

Oihane Kintana Igoa, estudiante de 4º de Maestra en Educación Primaria en euskera, con la especialidad de inglés, regresó de su beca Erasmus el 31 de enero de este año. Acaba de pasar un semestre en Uniwersytet Jagiellonski, en Cracovia (Polonia), y ha regresado a casa, a Etxarri Aranatz, para iniciar las prácticas de su grado.

Kintana revive ahora el “papeleo” que acompañó a los preparativos y la dureza del arranque, pese a que viajó con otras dos compañeras, por la “odisea” que supuso buscar piso (no tener plaza en una residencia pública suele encarecer el coste, opinan los entrevistados), porque también había, apunta, quien intentaba aprovecharse de los Erasmus.

¿Qué recomendaría a quienes meditan hacer la beca? De entrada, intentar encontrar alojamiento antes de ir, tener “un buen nivel” del idioma escogido y llevar por escrito cuestiones clave, para evitar problemas por ejemplo con las convalidaciones. Kintana también cree que el dinero se queda corto, aunque sea algo que se asume antes de ir, pero insiste en que merece la pena. Sobre todo, por “la gente y los viajes”. Dos cuestiones para las que no pasa el tiempo en la beca Erasmus.