La búsqueda de las variantes del coronavirus comienza con un positivo en una prueba PCR. Los casos con un CT (indicador que mide la carga viral) superior a 25 pasan a una preparación que se realiza en el mismo Servicio de Microbiología del CHN. En ella, el ARN se pasa a ADN, que se pone a una temperatura adecuada y se amplifica.

Tras ello, el ADN se corta en trozos y se añaden índices, una especie de etiquetas que hacen a cada secuencia única y que permite poner las casi 400 muestras en un solo tubo. Hasta entonces, este procedimiento dura unos cuatro días, durante 7 horas cada jornada.

Ya en ese pequeño recipiente, todas las muestras mezcladas pasan a Nasertic, donde se introducen en el secuenciador NovaSeq 6000, que cuenta con una capacidad para secuenciar hasta 3.000 muestras cada vez. Una vez allí, la máquina tarda unos 3 días en ofrecer los resultados, que se vuelcan en la base de datos GISAID, donde se acumulan para su posterior estudio.

Una forma más primaria de secuenciar pero muy efectiva es la que se realiza para detectar la cepa británica. En este caso, a la muestra se le añade un reactivo con el cual se detecta el Gen S, que sugiere a un 98% que se trata de esta variante. Esto permite interpretar los resultados en una gráfica como la de la imagen de la izquierda en mucho menos tiempo.