- El gerente de Salud Mental del Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea, Iñaki Arrizabalaga, señaló que en la Red de Salud Mental “hemos notado un aumento de la demanda en la población más infanto-juvenil, hasta los 17 años”.

Los principales problemas de esta población, explicó, “están en los perfiles hacia adentro, que son esas conductas ansiosas, fóbicas, de evitación, con tendencia al aislamiento social, de no querer ir a la escuela”. No obstante, también se dan casos del perfil contrario, “personas con manifestaciones conductuales inapropiadas, con alteraciones del comportamiento, con algunas conductas autoagresivas relacionadas con el malestar, consumo de tóxicos, en algunos casos abuso de pantallas, alteraciones del patrón alimentario...”.

Arrizabalaga expuso que “en la vida se producen muchas situaciones adversas ante las cuales el ser humano se sitúa y trata de afrontarlas con sus recursos y los apoyos del entorno. Hemos tenido una situación de pandemia, una situación adversa importante, que ha generado cambios en la situación de las personas y esto ha repercutido en la población”, especialmente en los más jóvenes, que han sufrido especialmente las limitaciones al contacto interpersonal. Además, prosiguió, “en personas más vulnerables también ha generado que tengan menos recursos para poder hacer frente a todas estas situaciones. Entonces, ha habido un porcentaje que les ha repercutido mucho, les ha generado un malestar emocional y han perdido calidad de vida”. No obstante, el especialista advirtió de que “es importante diferenciar entre afectación del estado emocional y patología mental”. Expuso que “el hecho de que estemos agobiados, tristes, fastidiados... ante situaciones adversas no significa que sea un trastorno mental; podemos decir que hemos perdido calidad de salud mental, pero no es un trastorno mental. Según la capacidad de afrontamiento que tenemos, según cual sea nuestro contexto social, nuestros apoyos sociales, nuestra realidad económica y nuestra vulnerabilidad biológica, podemos afrontarlo mejor o peor”.

Por eso, consideró que es importante “trabajar en la línea de que las personas aprendamos a gestionarnos, a desarrollar estrategias de afrontamiento a la hora de gestionar y tolerar el malestar, porque, si no, al final lo vamos a patologizar todo”. Todo ello, sin olvidarnos de que “la salud mental es una cuestión de todos”, ya que “la persona forma parte de un contexto social y, si ese contexto es de apoyo, podrá desarrollarse mejor ante el malestar y la adversidad”, concluyó.

Señales de alarma. Preguntado por ante qué señales debemos dar la voz de alarma, Arrizabalaga señaló que “todo padre sabe cómo está su hijo y lo primero es cuando se producen cambios en el comportamiento. Si la persona está mucho más inhibida, si hay cambios en la manifestación emocional, como una altísima expresividad con alteraciones del comportamiento que no son normales, si verbalizan que están mal, si se produce un aislamiento social, si hay problemas a nivel escolar cuando antes no había, si hay alteraciones en el patrón de alimentación... hay una serie de indicadores que nos están diciendo que le está pasando algo”.

Sostuvo que “hay que diferenciar entre afectación del estado emocional y patología mental”, ya que la pandemia ha generado “un mayor malestar”, pero “no influye tanto” en la patología grave.