Todo comenzó el 7 de marzo de 2020. El matrimonio formado por la neerlandesa Wenda Sánchez-Janssen y Víctor Sánchez Bermejo, un extremeño que a los 10 años emigró junto a su familia a los Países Bajos debido a la falta de trabajo, se encontraba de vacaciones en un viaje en forma de circuito en el que recorrerían varias zonas del sur de Europa. Wenda se encontraba un poco resfriada, pero los últimos meses habían sido difíciles para la pareja y necesitaban desconectar. Al fin y al cabo, cada excursión era “una sonrisa interminable”, un cambio en el chip para resetear la carga de la rutina diaria difícil de rechazar por una simple congestión. Por aquel entonces el covid-19 todavía se veía como algo lejano, y ambos esperaban que los síntomas desapareciesen con el paso de los días.

Sin embargo, conforme el autobús avanza en su ruta, Wenda comienza a sentirse peor. Aparecen la fiebre, la tos, y un cansancio que le hace dormir más de lo habitual. Ella quiere abandonar el viaje, pero el sur de Francia no parece el lugar más propicio para ello. Es entonces cuando Víctor, enfermero en los Países Bajos en el mismo hospital en el que ella trabaja en la recepción, comienza a buscar consejo en compañeros de trabajo, que le recomiendan esperar a cruzar la frontera y llegar a Pamplona. Manejar el mismo idioma y la notable atención sanitaria son valores que les hacen decantarse por esta opción.

El día 8, Wenda y Víctor, de 66 años, recalan en Navarra, donde se alojan en el Hotel Agustinos. Él se va a la farmacia a por paracetamol e ibuprofeno, pero la situación no mejora. Al día siguiente deciden ir a un centro de salud, donde el médico, tras examinarle y hacerle unas placas, les insta a acudir a Urgencias. Ella no quería, pero Víctor fue claro: “si no vas, te vas a morir”. Fue entonces cuando Wenda entendió la gravedad de su situación, cedió y sacó del bolso todos sus documentos para entregárselos a su marido, en un claro gesto de acatamiento de su estado. Ya en el CHN, ambos se encuentran un panorama similar al de “una situación de guerra”, una preludio a la lucha que debían afrontar a partir de ahora: la de la supervivencia.

Wenda Sánchez-Janssen cuanto a la enfermera Nekane Marco en abril de 2020. Foto: Javier Bergasa

De la planta 6 al box 14 de la UCI A

Víctor no tuvo ni siquiera la oportunidad de despedirse de su pareja, que fue conducida a una zona de cuarentena poco después de tomarle muestras para hacerle una prueba que, finalmente, detectó que sufría covid-19. Wenda ingresó en la sexta planta del antiguo Hospital Virgen del Camino, zona cero de la lucha contra el coronavirus, en la que tuvo la desafortunada fortuna de ser la quinta paciente. A pesar del esfuerzo del personal sanitario, el 16 de marzo, apenas dos días después de establecerse el confinamiento domiciliario en España, Wenda ingresa en el box 14 de la UCI A del Complejo Hospitalario.

Ahí es cuando llegaron los peores momentos para Víctor. Alejado de Wenda debido a la estricta política de visitas, se vio en solitario sufriendo por el estado de su mujer mientras era la única fuente de información para su familia y allegados. Ante la triste situación, comenzó a mover ficha. Pidió opinión a sus compañeras enfermeras para trasladarla a los Países Bajos, pero no parecía la mejor opción. “Me dijeron que allí, si no mejoraba a las tres semanas, la desconectaban”, cuenta con crudeza.

Por tanto, no quedaba otra que quedarse y luchar. Para ello, se apoyó en el equipo sanitario. Escribía mensajes de ánimo en holandés para su mujer, y trataba de verla siempre que se lo permitiesen. Pero hubo una vez que la visita fue obligada. El 10 de abril, Viernes Santo, Wenda estaba “muy mal”. “Estaba en hemodiálisis, sedada y dormida”. La llamada era para despedirse de ella, pero verse pareció cambiar el rumbo de su evolución. “Le bajaron la sedación, se despertó, la tranquilicé y luego fue mejorando poco a poco”, narra Víctor. La curación fue lenta. Wenda necesitó permanecer hasta el 8 de mayo en la UCI, y después viajó a Países Bajos, donde estuvo otro mes más hospitalizada y varias semanas en rehabilitación. Pero, finalmente, salió adelante.

Wenda, este viernes camino al box 14. Foto: Oskar Montero

Energía para los sanitarios

El trato recibido por los sanitarios en Navarra fue tan gratificante para la pareja que, quince meses después de su salida del hospital, han vuelto para agradecer al equipo que le trató a Wenda tanto su cuidado como su “humanización”. Así, el grupo formado por los médicos Joaquín Lobo y Piluca Anguiano; la jefa de la Unidad de Enfermería, Yolanda Zudaire; y las enfermeras Nekane Marco y Silvia Lafuente; recibieron ayer de nuevo el cariño de la pareja neerlandesa.

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Wenda Sánchez-Janssen y Víctor Sánchez agradecen a los sanitarios navarros por el trato recibido tras estar ella dos meses en la UCI con covid.

Wenda volvió al box 14 de la UCI A del CHN, pero esta vez andando y consciente de todo lo que estaba viviendo. Aunque no se acordaba de casi nada, la visita le trajo muchos recuerdos que le invadieron de emoción tanto a ella como a los sanitarios, que vieron una versión muy diferente de esta neerlandesa.

“Nos da mucha alegría verla así, parece otra persona. Estas son las cosas que más nos ayudan y nos dan energía”, reconocieron los profesionales, a quienes Wenda y Víctor regalaron el libro titulado ¡Aún no me quiero ir!, en el que el extremeño relata en 194 páginas las experiencias que vivió durante esos intensos dos meses.

“Lo escribí para que el mundo sepa que la vida sigue, que el amor vence todo, y que hay médicos que trabajan con corazón. Un hospital es piedra y cristal, las buenas son ellas”, confiesa Víctor. Nadie mejor que él, junto a Wenda, para decirlo.