Ramón Herrera Torres, de 66 años, periodista e historiador cinematográfico pamplonés, es autor de una veintena de libros de cine, los tres últimos dedicados a la Memoria Histórica, en concreto el Diccionario audiovisual de MH en Navarra (Pamiela, 2017); una monografía sobre María Luisa Elío (Filmoteca Navarra, 2021) y, finalmente, Secuencias antifranquistas. De las Trece Rosas a la muerte del dictador. 1939-1975. (Pamiela, 2022). En estos momentos está preparando la continuación cronológica de esa obra, centrada en la Transición española.

¿Cómo se llevó a cabo la investigación para recopilar los 125 relatos incluidos en Secuencias antifranquistas, y cuánto tiempo duró esta?

- Fue en mi época de estudiante universitario, a mediados de los años setenta, cuando me empecé a interesar por el hecho cinematográfico. Mi posterior actividad periodística ha estado ligada estrechamente con el cine en distintas facetas como crítico, redactor y conferenciante, y ya desde 1998 hasta la actualidad en el terreno de la realización y edición de libros. Esta actividad me ha permitido, y obligado además, a estar perpetuamente en contacto con esas fuentes cinematográficas. Por otro lado, mi interés histórico por el tema de la dictadura franquista viene de lejos, también de mis años de adolescencia y de mi compromiso democrático al respecto. En estos parámetros parece que resultaba inevitable la confluencia entre el Cine y el antifranquismo, en un libro como este, basado en películas de ficción y documentales y en otros audiovisuales más recientes, una publicación estructurada en relatos, en episodios de la lucha antifranquista narrados cronológicamente por los protagonistas de aquella lucha por la libertad que he querido circunscribir entre 1939 y 1975 y que se inicia con el fusilamiento de las Trece Rosas una vez acabada la guerra y acaba aquí con la muerte del dictador. Esta propia configuración narrativa me ha permitido detenerme en episodios contados cronológicamente, desde los años 40 a mediados de los 70, a través de la presencia de la resistencia, violenta o pacífica, según los dictados de la praxis revolucionaria del momento.

¿Cuáles son algunos de esos episodios a los que se refiere?

- En el libro, según se apunta, hay episodios dedicados al maquis a la fuerza, la praxis libertaria, la huelga general política, la lucha armada y la cuestión nacional… con episodios tan significativos, entre otros muchísimos aquí detallados, como los de Julián Grimau, Enrique Ruano, Granados y Delgado, la huelga minera en Asturias, el Consejo de guerra de Burgos, el atentado contra Carrero Blanco, el Proceso 1001, las ejecuciones a garrote vil de Puig Antich y Heinz Chez y los fusilamientos, en setiembre de 1975, de cinco antifascistas de ETA y FRAP.

¿Cuál es la relevancia del cine en este compendio de historias?

-Por desgracia, hay que convenir que en general es poco relevante en cuanto a la memoria histórica y aún menos con respecto a la propia dictadura y a los antifranquistas que la combatieron. Podría pensarse a priori que el fenómeno sociológico en el que ha acabado por convertirse una serie televisiva como Cuéntame (tan adocenada en su trivialidad televisiva como falsa y tramposa en el discurso que transmite) podría conllevar un interés más serio por el tema de la dictadura y del antifranquismo. Craso error. En un momento dado pudo pensarse también que la gran acogida comercial dispensada a dos películas como Las Trece Rosas (2007) y sobre todo La voz dormida (2011) iba a conllevar un interés añadido por ese periodo histórico. Equivocadamente. Y como ya he apuntado en alguna ocasión, estos dos ejemplos son, en ese sentido y por desgracia, una excepción dentro del cine de ficción y del audiovisual en general, a pesar de la importancia que los documentales sobre el antifranquismo han ido adquiriendo en los últimos años. No es aventurado convenir que la dictadura sigue siendo un terreno virgen en su tratamiento cinematográfico y ya no digamos el propio antifranquismo. Por desgracia sabemos también que el silencio interesado sobre ese periodo histórico ha presidido la política española desde entonces. Y es que temáticamente también estas secuencias antifranquistas, las protagonizadas durante cuarenta años de dictadura, (y solo basta con leer el libro) son un auténtico vivero de historias.. Cualquier otra cinematografía, con un bagaje histórico y humano así, pero desde luego que con un planteamiento más decididamente democrático desde un punto de vista político y cultural, se habría centrado temáticamente más en ese periodo.

En el libro nos encontramos con un total de 16 capítulos relacionados con Navarra, ¿Qué papel juegan en el conjunto de la obra?

-En el libro se incluyen algunos capítulos dedicados a personajes y vivencias individuales o colectivas más o menos conocidas aquí y que se reflejan en una serie de películas: El exilio a México de la familia de Luis Elío, con las traumáticas vivencias recogidas por su hija María Luisa, en la película En el balcón vacío (Jomí García Ascot, 1961); las peripecias de Carlota O´Neill, la viuda del capitán pamplonés Virgilio Leret, que fue la primera víctima del golpe militar, en Melilla, por su lealtad a la República; los centros de reclusión y de represión como los campos de concentración en la misma Navarra (Desafectos. Esclavos de Franco en el Pirineo, 2007), a la par que el fuerte de San Cristóbal, que cerró sus celdas en 1945 (Ezkaba. La gran fuga de las cárceles franquistas. Iñaki Alforja, 2006), son algunos ejemplos significativos. Otras secuencias navarras a las que, en ese sentido, se les dedica un acentuado protagonista en el libro son las relacionadas con Jesús Monzón, el pamplonés que se convirtiera en el hombre fuerte del PCE en Francia durante la II Guerra Mundial y que organizó la operación guerrillera Reconquista de España por el valle de Arán (JM, el líder olvidado por la historia. Enric Canals, 2010), un periodo, el de postguerra, en que la mujer jugó un papel determinante en la resistencia armada del maquis o en cualquier actividad antifranquista en general, tan bien reflejado por Montxo Armendáriz (Silencio roto, 2001). Una represión en la que jugaría un papel destacado el comandante navarro Arricivita, de la Guardia Civil, llamado por la superioridad del Instituto armado para acabar con los que llamaban bandoleros, como fue el caso del maquis leonés Girón, con la preparación y puesta en escena a tal fin de una artimaña, maquiavélica como poco, de la que se hace eco el documental El hombre que murió dos veces (Iñaki Pinedo y Daniel Álvarez, 2003).

Hay varios capítulos dedicados a las mujeres.

-Sí, otros capítulos cercanos se refieren al papel de distintas mujeres vascas, alguna de ellas como la elizondarra Bittori Etxeberria, partícipe en la Red Alava (La red de mujeres invisibles. 1936-1947. Iban González y Ane Azkue), así como el de maestras nacionalistas depuradas por el franquismo, como el caso de Julia Fernández Zabaleta, recreado por Mirentxu Purroy en Detrás del tiempo/Denboraren gibelean (1993). La concentración convocada para la celebración clandestina del Aberri Eguna de 1967 en Iruña en el documental Los hijos de Gernika/La lucha del Pueblo Vasco por su libertad (Segundo de Cazalis, 1968) realizado a instancias de EGI, las juventudes del PNV, reúne una serie de impactantes imágenes sobre la represión franquista, filmadas clandestinamente desde un domicilio de la propia Plaza del Castillo.

Las luchas obreras y sindicales también tienen su espacio en este libro.

A comienzos de los años 50 ya se habían producido en la capital navarra unas masivas huelgas y movilizaciones bajo un lema, el derecho al pan, el mismo del audiovisual Zerrauts ogia/Las huelgas del hambre/Pan de serrín (Patxi Egilaz, 2015). El libro hace también referencia a una película atípica de ficción, Muertos comunes (Norberto Ramos del Val, 2004) en que junto a unas movilizaciones estudiantiles en 1973 en Pamplona se representa también la irrupción de los Guerrilleros de Cristo Rey. La huelga de Motor Ibérica, en aquel mismo año, servía de pretexto a la realizadora Goizeder Urtasun para indagar sobre el devenir de la lucha sindical en la Navarra de aquellos pioneras y unitarias comisiones obreras, muchos años después de su nacimiento, evolución política, sindical y existencial realizada a través de la mirada de su padre, José Ramón Urtasun, trabajador en Seat en los setenta y militante de un partido de extrema izquierda de la época, el PTE. Un anarquista tan peculiar como Lucio Urtubia tiene aquí también su, muy a su pesar, innegable protagonismo en el audiovisual Lucio (Aitor Arregi y José Mª Goenaga, 2007) una crónica libertaria sobre los mil y un avatares de su vida y obra en los que habla de su franquismo, del parisino Mayo del 68, de las falsificaciones de DNIs para la actividad antifranquista y la estafa de los cheques travels del Citibank que él mismo ideó, entre algunas otra minucias de su compromiso social. El libro se cierra con el capítulo dedicado a la tortura, la práctica más execrable, sistemática, programada y aplicada en la represión franquista, aquí con testimonios como los de Tasio Erkizia o Gloria Bosque entre otras víctimas de la misma durante la dictadura franquista.

¿Presentan los capítulos ambientados en Navarra algún rasgo común?

Esta quincena de capítulos relacionados con Navarra son, en conjunto, un exponente más del rechazo a la dictadura en una comunidad que, no nos olvidemos, se convirtió en el bastión fundamental del golpe de estado militar de 1936 que, en su fracaso, que no en Navarra, propició el estallido de una guerra civil que acabó con el legítimo gobierno republicano y finalmente con la instauración de la dictadura franquista.

¿Hubo navarros en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial?

-A pesar de la dificultad lógica para censar esas víctimas en concreto, se calcula en unos sesenta el número de navarros internados en los campos de exterminio de Mauthausen-Gusen y Dachau. Se señala también que unos 25 de ellos perdieron allí sus vidas. Ni que decir tiene que una de las secuencias de la publicación está dedicada a la figura del fotógrafo comunista catalán Francisco Boix que consiguiera fotografiar las evidencias del genocidio y desenmascarar el horror de Mauthausen. El poder sacar del campo y esconder los negativos fuera del mismo, a la espera de una mejor oportunidad que finalmente llegaría con la Liberación, fue una acción complejísima, cuya denuncia serviría como prueba gráfica a a la postre para denunciar el horror del nazismo en el Proceso de Nuremberg.

¿Qué formas de resistencia antifranquista fueron las más comunes en la Navarra de esos años?

-Los habituales de la lucha contra la dictadura a nivel estatal y la particularidad, la actividad armada antifranquista del nacionalismo vasco más radical. Hemos dejado líneas arriba algunas muestras de esta resistencia antifranquista en Navarra, recogidas previamente en diversos audiovisuales. Hemos hablado de Monzón y de su intento de acabar con la dictadura en su intento de adentrarse por los Pirineos con unas pocas partidas guerrilleras de la Resistencia en Francia, eso sí, muy curtidas en su lucha contra el nazismo y antes en la propia guerra civil. Nos hemos detenido en lo que sin duda fue una de las movilizaciones más importantes contra la dictadura en Navarra, por la necesidad imperiosa de poder comer, así de claro, a comienzos de los años cincuenta en una provincia que sufría la paradoja de haber sustentado el golpe militar que ahora no les dejaba comer. Un grupo muy amplio de mujeres, se comenta que unas 500, empezaron en 1951 a protestar por la carestía de la vida y su llamado sobre la subida de los precios del aceite y de los huevos, recabó y consiguió la solidaridad de la práctica totalidad de los trabajadores de las empresas de entonces no sólo las ubicadas en la capital, en lo que se conviene en señalar como una de las huelgas generales más peculiares y exitosas habidas en la comunidad. Y hemos señalado también la historia de la clase obrera en Navarra, con esa pequeña joya documental que es Ximeneiak, en la que se traza, creo, un acertado y acerado retrato sobre la génesis y posterior evolución del movimiento obrero en Navarra y en el que se incluye también una serie de imágenes inéditas, y clandestinas, de movilizaciones de la época.

¿Cómo se desenvolvió el movimiento estudiantil?

El movimiento estudiantil ha tenido peor suerte en este sentido, si exceptuamos su anecdótica representación en la ficción de la película Muertos comunes que transcurría en 1973 el tema cinematográfico de las importantes movilizaciones protagonizadas por estudiantes durante la dictadura simplemente no existe desde un punto de vista siquiera informativo y no menos de denuncia. Hablamos de una Navarra en la que surgieron nombres de líderes universitarios antifranquistas surgidos ya a finales de los años sesenta como Javier Escalada o Bixente Serrano Izko. Sabido es que en las movilizaciones de la última época estaban siempre presentes los Comités de Estudiantes de Navarra, los CEN, una organización de masas, surgidas al socaire de las comisiones de obreros, muy combativas en la lucha antifranquista y masivamente participadas en una doble militancia, fundamentalmente por estudiantes trotskistas y maoístas, que, por momentos, pugnaron por el control de aquellos comités antifascistas.

¿Qué fuentes ha utilizado para estudiar la red de evasión y espionaje tejida por mujeres vascas en la Red Álava?

-Las del propio audiovisual de González y Azkue sobre la Red Álava, que es una fuente de información extraordinaria tanto por la propia estructuración y sentido del documental en sí, como por la inclusión en el mismo de las voces de algunas de las mujeres integrantes de esa red, grabadas en conversaciones mantenidas en 1978 con el periodista Eugenio Ibarzabal… Una fuente que brota memoria histórica en todos los sentidos y poros.

¿Qué aporta el libro a la labor de divulgación histórica sobre el franquismo? Usted destaca que puede ser un buen recurso para jóvenes y docentes.

-Esta publicación solo intenta aportar una mirada, la del cine según mi propia mirada, al relato de la lucha antifranquista y, por oposición a la propia dictadura. Me he servido de la producción cinematográfica y audiovisual existentes (no tan abundante como haría suponer un tema histórico de ese calado), que, deliberadamente he relegado a un segundo plano en el estudio. Quiero señalar ante todo que estamos en presencia de un libro de lectura, en sus 125 capítulos, episodios o secuencias, como se prefiera, contados, es obvio, con un punto de vista marcadamente antifranquista. Con la excusa del cine, de ficción y documental, y de otras artes audiovisuales se ha realizado un recorrido narrativo por ese periodo, con el rigor exigido a cualquier investigación histórica pero con el planteamiento de una obra divulgativa dirigida tanto a lectores que sufrieron aquel contexto como a jóvenes que hoy en día puedan interesarse por el mismo. De ahí, posiblemente, lo novedoso del mismo, tanto desde un punto de vista memorialista, de recuperación de ese periodo descrito de lucha contra la dictadura, aquí a través del audiovisual. Sabido es también que, por desgracia, el estudio de ese periodo histórico está interesadamente olvidado. Yo espero al menos que la recuperación histórica del papel de ese antifranquismo pueda convertirse en motivo siquiera de interés y de estudio en su caso, algún día en las escuelas. La lectura de estas Secuencias, y las exhaustivas referencias cinematográficas y videográficas que se acompañan en cada uno de los artículos podrían servir de punto de partida para ver las películas de referencia y debatir al respecto. Podría ser una excusa atractiva, un punto de partida plausible como para incentivar a los alumnos sobre este periodo histórico tan determinante y olvidado de nuestra historia.