Son conocidos por la escucha activa a través del teléfono, pero además realizan atención psicológica presencial profesional.

–Sí, atendemos a personas que solicitan atención profesional y con casuísticas como trastornos del ánimo, tipo depresión. Estamos viendo un incremento de peticiones de jóvenes y adolescentes. La palabra suicidio aparece con frecuencia en estas consultas, a las que se llega bien a través del contacto telefónico, ya que nuestros voluntarios observan que la persona necesita una atención más personal, o a través del conocimiento que mucha gente tiene del servicio y que valora cada caso en función de la urgencia. Nuestra primera recomendación es acudir al sistema público, pero hay determinados casos que necesitan atención inmediata que no pueden esperar ni tres días. Son personas que apuntan que quieren acabar con su vida. Y a esos les podemos ayudar en nuestra labor de colaboración con el sistema. Hay que valorar que con un servicio estamos aliviando ese embudo del sistema público de la salud mental. No queremos ser protagonistas, somos colaboradores.

¿Se repite más la palabra suicidio?

–Puede tener varias interpretaciones la palabra suicidio. El tema de la pandemia ha dañado bastante la salud mental de la gente joven, ha agravado determinados temas como depresiones, estrés y ansiedad. Pero por suerte se va hablando más sobre el suicidio y, por eso, la gente que antes tenía más miedo a ponerle nombre a esas cosas, está verbalizando esa palabra tabú que antes asustaba tanto. Se va rompiendo ese tabú y la sociedad empieza a mirar de frente a un tema que es un fracaso como sociedad. En Navarra estamos haciendo las cosas bien en esta materia, pero se puede mejorar, y no entiendo por qué se vuelve a rechazar que se inste al Gobierno central a que cree un plan que aborde la prevención del suicidio.

¿Se afianza que la mujer de mediana edad es la más demandante?

–El perfil sigue siendo muy parecido. Eso tiene otra doble explicación: la mujer tiene más demandas, más presiones que la figura masculina, por cuidar a hijos y mayores, por el trabajo en casa... Es un perfil de más riesgo. ¿Por qué acuden más mujeres? No diría que están peor, pero creo que al hablar de inteligencia emocional, la mujer es más inteligente emocionalmente que el hombre, y un rasgo de esa inteligencia es saber pedir ayuda. A la mujer le cuesta menos hacerlo que a un hombre. Es posible que este llame en un estadio más avanzado. También hay mujeres a las que les cuesta más y hombres a los que les cuesta menos. No tiene nada que ver la vulnerabilidad con la debilidad.

¿Les preocupa la situación actual?

–Nos preocupa porque somos una antena a la que nos llega lo que piensan muchas personas. Estamos viendo crisis sumativas. Una crisis social antes de la pandemia, el confinamiento, las consecuencias económicas a posteriori... No se trata de maquillar la realidad, pero son puertas abiertas a distintas crisis, todas se abren a la vez y esto en la salud mental es un componente negativo. Hay que dar mensajes de que la realidad es la que es. Hay veces en los que simplemente con escuchar a las personas es suficiente. El sentirnos escuchados tiene un nivel terapéutico enorme, muchos no necesita consejos, sino que es una escucha activa, que hay que aprender y para ello está formado nuestro voluntariado. Pero no buscan que les arreglemos la vida, no necesitan otra cosas que sentirse escuchados.