El Ministerio de Sanidad y las Universidades van a realizar el primer estudio sobre la salud mental de los universitarios. La evidencia científica dice que estudiar en la universidad aumenta el riesgo de padecer trastornos psiquiátricos y afectivos, sobre todo, depresión, ansiedad y tentativas de suicidio. Estas conclusiones impactan...

–Creo que lo que nos impacta es comenzar a familiarizarnos con nuestra salud mental, un tema que ha sido invisible y estigmatizado hasta hace poco en España, y en gran medida aún lo es. Estos estudios arrojan luz sobre la vulnerabilidad de colectivos concretos, en este caso los estudiantes universitarios, pero también sobre lo nocivo de una cultura académica jerárquica y ciega a las necesidades emocionales de sus integrantes. Esto que sucede a los estudiantes también le pasa al resto de la sociedad, como señala el último informe europeo de salud mental. Son estudios necesarios porque permiten dimensionar el problema para dar respuestas adecuadas.

Algunos informes arrojan tasas de ansiedad y depresión entre la población universitaria por encima de la general. Usted trabaja en el Centro de Salud Mental infanto juvenil y es profesor en la UPNA. ¿Hay más problemas de salud mental en este colectivo que hace 5 o 10 años?

–El problema de los datos vistos de manera aislada es que pueden llevarnos a estigmatizar a un grupo. Esto no quita trascendencia al problema, pero es un problema de toda la sociedad, no solo de los universitarios, ni de la infancia y la adolescencia, si bien ambos son grupos vulnerables. El periodo evolutivo en el que están los jóvenes a los 18 años es complejo: la salida de la adolescencia y el desafío de encontrar un itinerario de inserción sociolaboral, la salida del hogar y adquisición de mayores niveles de responsabilidad... En el caso de los estudiantes universitarios hay factores agregados como las exigencias académicas, la soledad, el cambio de ciudad etc. Pero también factores de protección: son especialmente sanos porque han superado los estudios y pruebas necesarios para acceder a la universidad, lo que requiere de redes de apoyo sociofamiliar y de capacidades intelectuales y regulación emocional. Tienen más recursos personales para afrontar problemas de salud mental, y aprovechar mejor la ayuda que se les ofrezca. De hecho los jóvenes con mayor riesgo de exclusión social y mayor prevalencia de problemas de salud mental son los que ni estudian ni trabajan (17,3% de la población de 15 a 29 años en 2020, 2,4 puntos más que en 2019).

“La salud mental de la infancia y adolescencia en Navarra está en un estado crítico y de abandono por parte de las autoridades”

¿Se han disparado los problemas de salud mental tras la pandemia?

–Las tasas de prevalencia de los problemas de salud mental en la infancia y la adolescencia permanecen estables, no ha habido un incremento. Lo que sí ha habido es una mayor sensibilización social, un recrudecimiento de la sintomatología y un efecto de acumulación por la falta de atención durante la etapa más dura de la pandemia debido a la paralización de la asistencia sanitaria. La suma de estos factores ha llevado a un aumento de las consultas (las derivaciones, especialmente de adolescentes, han subido un 20%), que ha desbordado un sistema sanitario que ya estaba saturado y con recursos insuficientes. España está a a la cola de los países europeos con menos profesionales de salud mental cada 100.00 habitantes de Europa (30).

Nos llevamos las manos a la cabeza por el aumento de la demanda, pero lo que hay es un déficit en la capacidad de respuesta y una falta de priorización de la salud mental. Dicho esto, es cierto que la pandemia ha impactado en la salud física y mental de la población, y ha afectado sobre todo a niños y adolescentes porque les ha quitado de espacios de socialización. También es verdad que la inmediatez mediática nos lleva a sacar conclusiones demasiado rápidas en relación con el empeoramiento de su salud mental. No podremos tener conclusiones fiables hasta que pase más tiempo. Durante el confinamiento, nuestro temor de que empeorara la salud mental no se confirmó. El problema vino después y se vio en consulta: explosión de malestar emocional, desregulación emocional... Parece que la situación vuelve a equilibrarse.

¿Qué le parece la iniciativa de la UPNA de implantar un programa sobre educación emocional?

–Esta iniciativa es necesaria, pero está acompañada por el esfuerzo que realiza la UPNA de que su cultura de aprendizaje sea sensible a la salud mental de los integrantes del campus.

“La tasas de salud mental no han crecido tras la pandemia pero se han recrudecido síntomas y acumulado casos por la falta de atención”

¿Ofrece la UPNA recursos suficientes para atender al alumnado en temas de salud mental?

–El servicio de atención psicosocial atiende a estudiantes que presentan alguna dificultad que requiera de apoyo. En comparación con la población universitaria, las personas que piden ayuda son pocas. Por ello se ha pensado complementar el proyecto con la formación sobre educación emocional en todos los grados como medida preventiva y de promoción de salud. La mayoría de las consultas en estos servicios son por problemas puntuales y adaptativos, y para los casos en los que existe un problema de salud mental, es necesario mejorar la coordinación entre los servicios de apoyo universitarios y la atención especializada de Salud Mental. En cualquier caso, es importante no patologizar la normalidad: es normal que la etapa universitaria implique cierto malestar emocional, pero la mayoría del alumnado tiene recursos para afrontar esos desafíos, o requieren de apoyos puntuales que son suficientes.

¿Cree que a los jóvenes les cuesta pedir ayuda por miedo al estigma o por parecer un signo de debilidad?

–Creo que la juventud de hoy en día tiene mayor capacidad de pedir ayuda, menos prejuicios sobre la importancia de la salud mental y menos vergüenza de acudir al psicólogo. La cultura de la salud mental y la normalización de la ayuda profesional han llegado a través de los cantantes, los famosos de la tele, las películas y las series, ya no es un tabú. La semana pasada, hablando con estudiantes de 4º de Psicología, me sorprendí al constatar que ven como un anacronismo situaciones que se siguen dando en el mundo adulto: la discriminación de las personas con problemas de salud mental, el ocultamiento y el estigma asociado. Nos llevan ventaja.

Hay quien dice que estamos ante una generación de cristal que no está preparada para el fracaso...

–Estamos ante una de las generaciones mejor preparadas de la historia. Mi percepción en la clínica y en el aula es que perdemos el tiempo juzgando a la infancia, adolescencia y juventud, en lugar de acompañarles y asegurarnos de que cuenten con la presencia de los adultos y las instituciones para que puedan desarrollarse plenamente. No es una generación de cristal, es una generación de excelencia, que ha logrado romper con modelos caducos y se atreve a pensar con mayor libertad; que afronta el desafío de desarrollarse en un contexto en continuo cambio. Les acusamos de machistas, cuando es la generación más feminista. Los llamamos pasotas cuando es la generación más comprometida con el desarrollo sostenible y el cambio climático. Los llamamos derrochadores cuando llevan el reciclaje en vena. La juventud siempre ha sido la vanguardia, pero este proceso cada vez es más rápido.

“La etapa universitaria puede generar malestar emocional pero la mayoría tiene recursos para afrontarlo o le basta con apoyos puntuales”

Por último, ¿cómo está la salud de la salud mental de la infancia y adolescencia en Navarra?

–Está en un estado crítico y de abandono por parte de las autoridades. Desde 2011 se posterga la construcción de un edificio adecuado, al que se comprometió el Plan Estratégico de Salud 2012-2016. Se pagó con fondos públicos un estudio arquitectónico que está archivado. El centro de Salud Mental infanto juvenil carece de despachos adecuados, y se han transformado salas de espera y almacenes en consultas. Tras nuestra denuncia se ha propuesto un apaño en el que se divide el equipo y se traslada una parte a un edificio que no cumple con condiciones de accesibilidad. Y de nuevo en los presupuestos para 2023 no se incluye la construcción del centro. Los políticos hablan de la importancia de cuidar a nuestros niños y adolescentes, pero se niegan a asignar el presupuesto necesario. Navarra, que se caracteriza por tener un sistema sanitario de vanguardia, está descuidando a las nuevas generaciones.

Imagino que la prevención es clave.

–Existe unanimidad en que la infancia y la adolescencia es un periodo crítico para la prevención de los problemas de salud mental. El 75% de los trastornos comienza antes de los 24 años y por cada año que se demora el tratamiento aumenta el riesgo de cronificación. La depresión en la adolescencia se asocia a abandono académico y desempleo; disfunción social y riesgo de suicidio. Según un estudio, el 25% de los jóvenes de 15 a 29 años ha consumido psicofármacos en el último año, cuando el tratamiento de primera línea suele ser la terapia psicológica. Hay que educar a la población sobre salud mental no podemos ir al psicólogo por problemas cotidianos que podemos resolver, no se trata de psicologizar la normalidad. l