Entre las devastadoras olas de calor y los tormentosos temporales de frío, aquellas personas en condiciones de exclusión residencial grave, son las que se encuentran más expuestas. El sinhogarismo es un fenómeno social que se ve tremendamente condicionado por la situación climatológica en la que se desarrolle. Para quienes lo padecen, los retos son constantes y se presentan todos los días del año, pero en temporadas de climas extremos como verano e invierno, parecen duplicarse.

Se plantan en la acera con lo mucho o poco que tengan y se quedan ahí. Cada uno está en una situación distinta. No muy lejos, a unos metros del imponente edificio de El Corte Inglés de Bilbao se encuentra Daniela Lakuzna con su perrita Sonia, su hija prácticamente como ella misma la define. Oriunda de Rumania y ya con siete años en la capital vizcaína, Daniela y Sonia se resguardan del temporal con cartón y poco más. Al lado está una bolsa con sus posesiones y los cuencos de la mascota.

“Tengo muchos años yendo a albergues, pero no suelen dejarnos más tiempo ni ahora en el invierno, ni cuando llueve demasiado”, cuenta Daniela. “Y no me gusta mucho ir a los comedores porque suele haber bastante jaleo. Hay gente que ni cuando hace frío tiene corazón”. Para ella, sin duda “el frío es mucho peor”, pero en verano también lo pasa “bastante mal” porque el calor resulta excesivamente agobiante.

Ciertamente, a pesar de que su día a día es la calle, los avisos de nevadas, la lluvia con granizo incluido, las bajas temperaturas y el desentendimiento del resto, empeoran bastante su situación.

En Bilbao la historia no es distinta. Las cifras de personas sin hogar en la CAV siguen siendo lo suficientemente significativas para que aún haya quienes no tengan la posibilidad de acceder a un albergue de manera continua. El Consistorio ha activado las medidas correspondientes para tratar de paliar las consecuencias de un clima tan severo, como la prórroga de las estancias. Sin embargo, la realidad de estar sin un techo en medio de Gran Vía con el suelo mojado, lluvia, viento y una que otra manta, no deja de ser inhumana. Los albergues de la villa suelen tener un horario de funcionamiento entre las 20.00 y las 9.00 horas. Sus residentes suelen ir a sitios concurridos como las calles entre Abando y Moyúa, aunque también rondan por San Mamés e Indautxu.

Edurne Pérez frente a la sede de CaixaBank en Abando. BORJA GUERRERO

Sin techo en invierno

A pocos metros de Daniela, con una historia distinta, Edurne Pérez se asienta junto a su perro. Considerando los factores del clima, “lo llevo bastante bien”. Pasa las noches en un hostal y unas cuantas horas en la calle. “Soy viuda desde hace un tiempo” y a raíz de múltiples imprevistos se ha visto en la necesidad de pasar su mañana en las aceras de Abando, frente al CaixaBank. Ella explica que se vino de Portugal hace unos años, después de enviudar. Y, aun cuando se enfrenta a estos fuertes temporales, expresa que tener a su pequeño compañero le ayuda a sobrellevar la situación, que por supuesto, como se muestra a simple vista, no es nada fácil. “El frío es bastante difícil, pero estoy bien y lo tengo a él”, agrega. Comenta que tiene una pequeña ayuda financiera debido a su situación, pero no es suficiente para dejar de venir a las calles.

En el caso de Rafael Yaroshevich, oriundo de Polonia y actualmente residente en Bilbao, este temporal le resulta tremendamente problemático. Incide en que estar sin techo durante los temporales es bastante complicado. “Yo busco resolver, pero a veces lo peor es el trato de la gente”, comenta. Se ha sentado frente a la Laboral Kutxa desde tempranas horas de la mañana a pedir algo caliente, bien sea para comer o beber: “Suelo ir a comedores y albergues, pero a veces todo está muy lleno”.