Conozcamos a uno de ellos: Se llamaba Moisés Garjón Aróstegui y era Guardia municipal de Pamplona desde 1925. Tras haber arrestado a numerosos delincuentes durante su carrera, la mañana del 4 de septiembre de 1936 fue secuestrado cuando estaba en su casa, trasladado a Escolapios, centro de detención de la Junta Carlista de Guerra, donde estudiaban sus hijos. El día seis lo condujeron a Astráin y allí lo fusilaron y sus hijos fueron expulsados del Centro.

Había nacido el 25 de noviembre de 1902 en el seno de una familia trabajadora, los Garjón-Aróstegui. Vivía con sus padres y seis hermanos, junto al río, en Casa de Barquilleros, en la Rotxapea. Su padre, Serapio, trabajaba en los ferrocarriles. Moisés y sus hermanos, como otros mozos, conocidos izquierdistas, pertenecían a la Peña Los Irunshemes. Por los datos recopilados conocemos la fecha de su boda con Isabel Arbizu San Sebastián en 1923. Solicitó permiso al alcalde para tener un baile en su casa de Jarauta. El matrimonio vivió en la Calle Tejería 35 y tuvieron tres hijos: María Jesús, Pedro Simón y José Vicente. 

Como agente de la Ley, protagonizó dos momentos clave en aquella Iruña. Al año de proclamarse la República, las peleas entre jóvenes socialistas y carlistas eran la tónica habitual; no solían pasar de unos cuantos insultos y tortazos. En esta ocasión la provocación y la crispación política tuvieron consecuencias mucho más graves. 

Una tarde de fútbol que finalizó en tragedia.

En el estadio de San Juan, tras empatar a un tanto, Osasuna había quedado eliminado de la Copa. Era el 17 de abril de 1932 y Moisés se encontraba de servicio en la Plaza de la República. En ella se iban agrupando chavales frente al Café Torino, próximo al Hotel La Perla. Despedían al autobús del Deportivo Alavés. Eran las diez y media de la noche. Un grupo llegaba corriendo en dirección al Círculo Tradicionalista, perseguido por otro. Moisés, alertado, se acercó cuando sonaron seis disparos. Dos personas del grupo perseguidor se desplomaron. Observó a un individuo, con una gabardina en un brazo y un arma en la otra, abandonando el lugar. Dos jóvenes murieron, otro moriría días después. Hubo numerosos heridos, entre ellos, leve, el propio Moisés. Dos de los muertos eran socialistas y el otro carlista.

Al día siguiente la UGT convocó huelga general en Pamplona. Algunas personas asaltaron el Círculo Tradicionalista; hubo un intento de incendio de Casa Baleztena, extinguido por los bomberos. 

Iruña no estaba habituada a una conflictividad social y política de tal violencia. La prensa condenó estos episodios y la ciudad se sumó a la huelga. Todos querían saber la verdad. Las líneas editoriales de derechas centraron sus críticas en la huelga (aquel martes no hubo diarios) responsabilizando principalmente a los grupos descontrolados. Sin embargo, los cinco detenidos, presuntos responsables de los asesinatos, eran carlistas. En un juicio con Jurado Popular fueron absueltos y el crimen quedó impune. Más tarde, un testigo y alguno de los Jefes del Requeté, atribuían la autoría de los disparos al carlista Sabas Echarri. Digamos que, con la perspectiva del tiempo, el papel de la prensa fue “fake”, manipulando y moldeando un relato a la medida de los intereses de la Cámara de Comercio o del partido, Comunión Tradicionalista, al que pertenecían los responsables de las muertes. Trataban de cargar la culpa de lo sucedido a los socialistas y al Gobernador Civil por la huelga convocada. El diario republicano “Democracia” hizo un análisis mucho más certero. 

En la documentación municipal se señala que Moisés contribuyó “con diligente celo en el mantenimiento del orden público”. Resultaría herido en la mano izquierda al tropezarse en el tumulto con un velador del Café Torino, fracturándose en su caída el quinto metacarpiano. Durante el tiempo que estuvo de baja, el Ayuntamiento se hizo cargo de sus gastos.

La prensa local había destacado su heroicidad. Lo mismo que lo había hecho, en otra ocasión, mediante una breve reseña, cuando era niño. Y ello, a propósito de un suceso que le hizo acreedor de la medalla otorgada por el Rey, siendo voluntario de la Cruz Roja: Había salvado al Sr. Marturet de un accidente, trasladándolo a hombros primero y en coche hasta el Hospital. Se lo recordó su familia, años después, a Josetxo Arbizu, de la Asociación de fusilados y familiar de éste.

Moisés, héroe del asalto al Banco Hispano Americano

Al tiempo que las milicias del Requeté se organizaban y se armaban clandestinamente esperando el momento de dar el Golpe contra la República, otras organizaciones realizaban acciones dirigidas a obtener fondos para financiar sus objetivos revolucionarios. En la mañana del 28 de junio de 1934, a las 10.30 de la mañana, seis atracadores asaltaron el Banco Hispano Americano, situado en el Paseo Sarasate, número seis, al más puro estilo de novela negra. La vieja Iruña como Chicago: - ¡Manos arriba! gritaron a su entrada e introdujeron en los retretes a las personas que se hallaban dentro. Tras saltar sobre mostrador, se hicieron con setenta mil pesetas de la caja. Entonces se activó un improvisado dispositivo. Tres de los atracadores escaparon en coche en medio de un gran tiroteo y otros tres corrieron en distintas direcciones. El coche se estrelló contra un árbol junto a la Cárcel. Todos los asaltantes serían detenidos a lo largo de la tarde. Los atracadores, a punto de ser linchados por el gentío, fueron conducidos a Comisaría y al Hospital. Moisés detuvo al atracador José Benedé que, herido de bala, permanecía junto a los fosos de la Muralla. La acción convirtió en héroes a los guardias, que fueron premiados por suscripción popular y ascendidos en el escalafón. Los malhechores, así llamaba la prensa a los atracadores, en realidad, eran anarquistas. Anteriormente, en 1928, otro grupo de este tipo y comandado por García Oliver, fue detenido cuando conducían el coche que se dirigía a cometer el robo en la misma sucursal.

Dos años después, la sede del Hispano cambió a la acera de enfrente. En su lugar se abría el Hostal “El Noble”, conocido como “Las Potxolas”. Los conspiradores, reunidos a veces en Las Potxolas, tornáronse golpistas, tomando por la fuerza las calles de Iruña el 19 de julio de 1936. Escuadras de falangistas desarmaron a cinco agentes municipales y los obligaron a permanecer en sus domicilios. Comprobaron quiénes estaban en las “listas negras”, quiénes pertenecían a partidos políticos de izquierdas y fueron a arrestarlos. El 14 de agosto el Pleno Municipal (nueve de los veinticuatro concejales) expedienta a Moisés y a otros diecisiete funcionarios. Un año después serían destituidos. Por otro lado, cinco guardias municipales se alistaron voluntarios para ir al frente.

Banco Hispano Americano Cedida

Secuestrado, fusilado sin juicio previo y destituido. 

El expediente municipal de Moisés era formidable, se hablaba en aquellos días de que Moisés podría ascender a jefatura. No fue así. Moisés pertenecía a Izquierda Republicana, el partido del presidente del Gobierno Manuel Azaña, y éste fue su “delito”. Se ocupaba de cobrar los recibos que escondía detrás de un cuadro, quería que sus hijos estudiaran. Su arma había sido devuelta por el Jefe de la Falange, José Moreno. Mes y medio después, Moisés fue secuestrado y trasladado a Astráin junto a su hermano Mario, al que obligaron a bajar del andamio, detenido mientras pintaba la virgen de los Paúles, tenían una sociedad en la Calle Calderería nº 1, junto a otro compañero comunista, Fermín Castillo, también asesinado.

Otro hermano logró escapar a Donosti primero y después a Bilbo y tras la guerra se exilió en la localidad francesa de Agen. Isabel, mujer de Moisés, falleció apenas cinco años después, quedando huérfanos sus tres hijos. Les echaron de casa, pasaron hambre y sufrieron represalias por ser hijos de un fusilado. Su hija María Jesús fue obligada a limpiar los suelos y escaleras de su Colegio, y a uno de sus hermanos lo rechazaban en los trabajos por el mismo motivo. “Mi padre cuando veía una boina roja le temblaban las piernas. Una vez en Sanfermines (había muchas boinas rojas), decía: ¡Venga, todos para casa (…)!”, son palabras de Moisés Garjón nieto y actual alcalde de la Cendea de Olza, explicando el trauma que tenía su padre Pedro.

Uno de los atracadores del Hispano, José Benedé, detenido por Moisés, pertenecía a la CNT. Al intentar huir del Fuerte de San Cristóbal, donde estaba encarcelado, lo asesinaron; lo mismo le ocurrió a su compañero en el atraco, Antonio Larrañaga de Etxarri Aranatz, también anarco-sindicalista y fusilado en Vitoria. Y el ciudadano ejemplar, Eugenio Milagro, que devolvió 550 pesetas arrojadas por los atracadores en billetes de 25, para evitar ser atrapados por la gente que les perseguía, era chófer y lo asesinaron en Monreal también por ser de izquierdas. En el dispositivo activado para detener a los atracadores, además de la Policía Municipal de entonces, intervinieron la Guardia Civil y Guardias de Asalto. Entre estos últimos, estaban Manuel Marco Ezker y Angel Amatria San José. Ambos serían fusilados en Asturias y Galicia, respectivamente, tras haber luchado en el bando republicano. El mismo destino tuvo el practicante de la Casa de Socorro, Félix Luri, que asistió a Moisés y el resto de heridos tras el tiroteo de 1932.

 “Que las nuevas generaciones sepan la verdad. Nada de hipocresía, los mataron por esto [eran de izquierdas], decirlo y nada más. ¿A la juventud quién se lo va a contar?” - se preguntaba María Jesús.

Policías y malhechor, unidos por el destino. 

Toda esta suma de casualidades coinciden en la tragedia general que se vivió en Iruña. Personas que dos años antes estaban a un lado y otro de la Ley, fueron eliminados físicamente por el hecho de ser tachados de izquierdas, sin más motivo. En consecuencia, el miedo a las represalias y a ser señalado tras la guerra instauró el silencio en los “derrotados”. Las instituciones nunca se ocuparon de ellos. Así es como se sentía la familia en una entrevista concedida en 2016 que se puede consultar en el Archivo Municipal de Pamplona. El trauma producido por el miedo explica la tardanza de tantos años en dar a conocer historias como la de Moisés. El azar ha querido que nos fijemos en otra casualidad: dos descendientes de José y de Moisés, Itziar y Haritz, ambos periodistas y amigos, huérfanos de información sobre sus familiares, descubren y son conscientes de que el policía y el atracador eran lo mismo para los fascistas. En consecuencia, fueron asesinados.

El cuerpo de Moisés se recuperó a principios de los 80 gracias a la ayuda del historiador José María Jimeno Jurío y a la voluntad, coraje y tesón de su hija y de sus cuñadas, esposas de los otros dos hermanos. La persona que enterró a los cadáveres en septiembre de 1936 fue quien señaló con precisión el lugar. Sus familiares lo reconocieron por los restos de la camisa y la forma del cráneo. Faltaba la mandíbula; sus asesinos se la quitaron para robarle los dientes de oro. Tanto el Ayuntamiento de Pamplona como la Policía Municipal, a la que pertenecía Moisés, jamás han mostrado interés por el caso, ni se han dirigido a la familia. Excepto el entonces Alcalde, Julián Balduz que ofreció un nicho a perpetuidad. Lo enterraron junto a otros dos fusilados. Moisés le prometió un beso a su hija cuando regresara a casa, María Jesús nunca pudo recibirlo. 

Números de la Guardia Civil intervienen en los incidentes producidos en la plaza del Castillo a la finalización de un mitín de derechas celebrado en la plaza de toros. Cedida

Otros garantes del orden asesinados

Fueron alrededor de sesenta, según datos recopilados por Jimeno Jurío, una cifra no completa, debido a que eran pocas las localidades donde se indicaba en las fichas la profesión de aquellos asesinados.

Uno de los casos más significativos es el de Clemente Ros Urroz, Jefe de la Policía Municipal de Estella-Lizarra, asesinado junto al alcalde Fortunato Aguirre, cuyo delito fue denunciar las reuniones y tareas conspirativas de los militares, con Emilio Mola a la cabeza.

Casos como el guardia Jañez, o Juániz, o el de Pablo Calbete, portalero de Pamplona; los alguaciles Francisco Ibáñez de Berbinzana; Teófilo Jiménez y Juan Merino, de Caparroso; Maximiano Alfaro, de Funes; Pablo Barco de Milagro; Eusebio Ochoa, de Lerín.; Salustiano Esparza, de Lodosa; Francisco Gabari, de Olite, Antonio Castro Ansorena y Felipe Escribano, de Tudela; los Guardas, Alfonso Guinda, de Cáseda; Víctor Sola, de Berbinzana; Félix Sotés y Tobías Zufía, de Larraga; Sabino Ganuza, de Allín-Metauten; Jesús Fernández, de Fitero; Marcelino Jiménez, de Marcilla; Esteban Martínez, de Lodosa; Miguel Bengoechea, de Olazti y Francisco Chivite, de Cintruénigo; Además de los serenos: Cayo Estarriaga, de Caparroso; Félix García y Victorio Macaya, de Larraga; Dimas Calvo y Benito Ciordia, de Cárcar, Esteban Calahorrano y Jesús Lapedriza, de San Adrián.

Ante el auge de las ideologías totalitarias y filo-fascistas, la aprobación el año pasado de la Ley Memoria Democrática y su desarrollo, probablemente sea una de las mejores bazas para contenerlas.