La mujer que ha sido asesinada esta mañana por su socio en el bar Anayak, que regentaban ambos en el barrio de Ermitagaña, había hecho su rutina habitual en el local desde primera hora. Cogió la prensa y el pan, como solía hacer, en la panadería Txiky, enfrente de su negocio, al cruzar la plaza.

Luego de que hubiera regresado al establecimiento, en la panadería se percataron de que el bar, que ya estaba abierto al público, había echado de nuevo la verja. "No hemos escuchado nada, ni visto a nadie. Solo que lo han vuelto a cerrar y no nos ha parecido normal", comentaba la propietaria.

En el resto del vecindario y entre los comerciantes apenas daban crédito a lo ocurrido, pero nadie había visto nada más extraño a lo largo de la mañana. Ambos, asesino y víctima, regentaban el establecimiento hostelero desde hacía apenas un mes, puesto que lo abrieron en junio, coincidiendo con la fiesta de fin de curso del colegio de Teresianas que se encuentra justo al lado, ya que muchas familias pudieron comer allí para la celebración.

La mujer tenía una larga vinculación con la hostelería en Pamplona y el hombre ahora detenido y asesino confeso se encargaba de la cocina en el establecimiento.