Ha sido un proceso muy duro, pero Diego Albéniz vuelve a tener mano. Una diferente, inusual, pero igualmente funcional. Este joven navarro vecino de Iruñela (Tierra Estella) perdió cuatro dedos de la mano derecha –todos menos el pulgar– en un accidente de tráfico en noviembre de 2021 y tras un año de dudas e incertidumbre se lanzó a una intervención quirúrgica tan impactante como eficaz: a Diego le amputaron tres dedos de sus pies y se los implantaron en la mano.

Suena raro, casi imposible, pero el joven ha vuelto a recuperar la movilidad de la mano, también la sensibilidad de esos dedos que ya no están en su sitio, puede escribir con una caligrafía “medio decente” y puede atarse los cordones, una pequeña victoria pero que era una de las cosas que más deseaba tras el accidente.

Diego ha vuelto a estudiar y también ha regresado a los terrenos de juego y está muy contento de volver a reanudar su vida, que se quedó en stand by tras el suceso, pero ha sido un camino muy duro. “He llorado mucho porque al principio me costó aceptar mi nueva mano, no lo llevé bien. Ver tu cuerpo deformado no es algo agradable y lo he pasado mal. Pero ahora ha llegado un punto en el que he aceptado que esta es mi mano y estoy feliz porque con ella puedo volver a hacer prácticamente cualquier cosa”, relata Diego, que reconoce que físicamente también ha sido sufrido mucho: “La rehabilitación ha sido dura, porque después de tanto tiempo con la mano inmovilizada los dedos los tenía agarrotados y el proceso de estirar los tendones es doloroso”.

Estado actual de la mano de Diego, con tres dedos del pie implantados en la extremidad. Telecinco

Pero más que físico, el hueso duro de roer ha sido la aceptación, algo que ha conseguido gracias a la ayuda de su familia y de su psicólogo. Porque no es algo banal asumir que vas a tener pies sin tres falanges y una mano con cuatro dedos y tres de ellos del pie. “La gente que no me conoce me mira y se sorprende. También a algún amigo le da un poco de reparo mi mano, pero me lo tomo con humor, creo que es la mejor manera para normalizarlo”.

Miembros fantasma

Ahora la última pequeña victoria que ha logrado es recuperar la sensibilidad de los dedos y dejar atrás el dolor del miembro fantasma. “Recuperar la sensibilidad es importante, porque hasta que no la tienes no sabes calcular bien la fuerza que tienes que hacer para coger objetos o hacer cualquier cosa. Luego está lo que llaman el miembro fantasma, no puedo explicar la sensación, pero yo sentía perfectamente el dedo índice que ya no tengo y también notaba dolor en los dedos de los pies que me han amputado, es algo muy raro”, relata.

Ahora está descubriendo sus límites, viendo hasta dónde puede llegar con su nueva mano, y de momento no ha encontrado un tope. “Lo único que me cuesta más es el trabajo fino, pero bueno le dedico más tiempo y ya está. Puedo hasta atarme los cordones así que voy bien (risas)”, señala.

Y aburrir, no se aburre: en casa echa una mano a su padre para sacar adelante la granja de cerdos familiar; acaba de empezar el Grado Superior de Mecatrónica Industrial; y ha vuelto a disfrutar de su mayor pasión: el fútbol, deporte que practica en el C. D. Idoya de Oteiza. “El pasado domingo jugué mi primer partido y, aunque el resultado no fue muy bueno, fue un subidón volver a jugar. Para mí el fútbol es la vía de escape para olvidarme de todo y pasar un buen rato”, comenta Diego, que apunta que al principio le costó correr hasta que le pusieron unas plantillas que “son una maravilla”. Además, es lateral, pero para sacar de banda “no hay ningún problema (risas)”.

Diego, que juega de lateral, saca de banda durante un entrenamiento. Javier Arizaleta

Vuelta de campana

Diego destaca que todo lo peor ya ha pasado pero asegura que sus dos últimos años han sido dolorosos. Todo comenzó el domingo 14 de noviembre de 2021, cuando viajaba de copiloto en el coche con un amigo, se salieron de la calzada y dieron vuelta de campana en Murieta. Perdió el índice en el siniestro y el resto se los trataron de salvar en el hospital, pero no hubo éxito y tuvo que regresar a casa con una mano derecha que prácticamente era un muñón. Trató de volver a hacer una vida lo más normal posible, pero con una mano inutilizada le era imposible.

A sus oídos llegaron diferentes opciones: desde una mano ortopédica a una prótesis biónica. Hasta que un día le hablaron del doctor Francisco del Piñal, jefe de la Unidad de Cirugía de la Mano y Microcirugía del Hospital Vithas Madrid La Milagrosa, que llevaba a sus espaldas más de 600 reconstrucciones de mano, precisamente, con dedos de los pies. Y aunque en un principio se negó a esta opción, finalmente se lanzó a la piscina.

El día de la operación Diego estaba “acojonado”, al fin y al cabo le iban a amputar tres dedos de los pies para ponérselos en la mano, una cirugía compleja que se alargó más de 12 horas. Pero con éxito. “Se trata de conectar los nervios, las arterias y las venas con ayuda de un microscopio, porque son cañerías que tienen un milímetro de diámetro y les damos puntos, como si fueran de soldadura”, explicó el cirujano a este periódico días después de la intervención. A diferencia de una prótesis, la reconstrucción de la mano le ha permitido a Diego volver a sentir, tocar y coger objetos. “Los nervios que conectamos a los dedos del pie son los de su mano, por lo que ahora van a ir a otro sitio pero el cerebro detecta que ahí puede llegar la información”, explicaba Piñal.

De aquello hace ya casi un año y aunque Diego ha pasado por un duro proceso, ya está en el final del camino: “Sigo yendo al fisioterapeuta a Estella, pero ya solo tres veces por semana. Estoy ya en la última etapa, muy contento porque todo haya salido bien”.