Hace 25 años 12 entidades sociales decidieron juntarse para crear la Coordinadora de ONG de Navarra y fortalecer su trabajo. Un cuarto de siglo después, tres de sus presidentes se reúnen para hacer balance y, sobre todo, mirar al futuro.

Ubaldo González fue el primer presidente de la Coordinadora de 1998 a 2004, Javier Abad también participó en la creación y cogió el relevo de la presidencia de 2004 a 2008, cuando pasó el cargo a Natalia Herce hasta 2009. Ninguno se ha desvinculado de la Coordinadora desde que dejaron su cargo, es más, en 2023 Abad ha vuelto a la presidencia. Son tres personas que han dedicado su vida a la cooperación trabajando convencidos de que “un mundo diferente es posible”, como rezaba su primera campaña.

La Coordinadora se fundó en 1998 tras la grandes movilizaciones por el genocidio de Ruanda en 1994. Todas las entidades sociales navarras confluyeron en las exigencias y las “protestas del 0,7%”. Se trata de una estudio de Naciones Unidas en el que concluyó que si todos los países del mundo invirtieran el 0,7% de su riqueza se acabaría con la pobreza en el mundo. “Se dió un auge de la cooperación. Surgieron entidades casi en cada pueblo de Navarra y nos dimos cuenta que teníamos que organizarnos”, explica González. En ese contexto entidades con distintas estructuras, objetivos, ideologías y medios se juntaron para afrontar tres retos principales.

El primero de ellos era “organizar la diversidad, poner pautas, y establecer la brújula de a donde queremos ir.”, recuerda Abad. Un proceso de “tira y afloja” en el que “cada uno aportaba lo que tenía”. Una vez formalizada la Coordinadora debían establecer relaciones con las instituciones públicas, con quien no siempre fueron buenas, ya que la principio les veían con recelo. El presidente actual cuenta que les veían como un elemento en contra en vez de uno facilitador, eran “los que iban a reivindicar y a pedir”. Sin embargo, en pocos años se entendieron y empezaron a colaborar. “La financiación es complicada porque es descentralizada. El Gobierno de Navarra y el Ayuntamiento de Pamplona eran los principales pero cada diputación, concejo y ayuntamientos más pequeños proporcionaban fondos y la Coordinadora ha tenido un papel fundamental para darle coherencia ”, explica Herce.

Los tres recuerdan que en ese auge había ayuntamientos pequeños que destinaban grandes partidas en acorde a sus presupuestos. Ejemplo de las relaciones forjadas con las instituciones públicas es el primer Pacto Navarro contra la Pobreza en 2007, pionero en el ámbito estatal y del cual la Coordinadora fue principal impulsora.

El tercer reto que tuvieron que afrontar era el del trabajo social respecto a la difusión de la Coordinadora y lo que entendían ellos por cooperación. Una labor que nunca acaba y donde consideran providencial el proceso de trasparencia tanto de la Coordinadora como de las entidades que la integran. Abad cuenta que vivieron una pequeña crisis con algún caso de fondos desviados, lo que les hizo darse cuenta de “la necesidad de establecer códigos conductuales y de transparencia. Se sabe de dónde viene todo el dinero que recibimos y a dónde se destina. Las ONG son las entidades más trasparentes que puedes encontrar”.

González añade a la trasparencia la eficiencia de los recursos que les permitió “un mayor nivel de profesionalización”. Las exigencias se convirtieron en “imposibles de asumir en el tiempo libre” y “el nivel de dedicación necesario para hacer proyectos de impacto a largo plazo necesita que la gente lo haga su trabajo”- explica Herce- “es más complicado que solo aportando ganas encuentres un hueco”. Lo que para Abad supone una “paradoja porque pierde el valor de voluntariado”. Un cambio que va de la mano de la principal de la evolución en el modelo de cooperación. Herce explica que antes había “un modelo asistencial basado en la caridad. Ahora se ha cambiado a un modelo transformador basado en denunciar las injusticias para cambiar sus causas estructurales”.

Tras 25 años los retos cambian y el mayor al que se enfrentan ahora según Abad es globalizar la cooperación. “Tenemos que abrir el foco. Los derechos humanos, la equidad, la justicia, el medio ambiente, todo está relacionado. Tenemos que apostar por un desarrollo más trasversal”, defiende. Este reto tiene que ver con una lucha de terminología que critican los tres respecto a países del primer, segundo o tercer mundo. “No tenemos que hacer que los países subdesarrollados lleguen a nuestro desarrollo sino buscar un desarrollo mundial diferente”, defiende Abad. En esta línea Herce critica la típica frase de “no tenemos que darles el pescado, sino enseñarles a pescar”. La ex presidenta responde que “saben perfectamente pescar lo que tenemos que hacer es comprarles el pescado a un precio justo y no contaminarles el agua”. Para que este objetivo se pueda cumplir reclaman coherencia en las políticas de los Gobiernos y que adquieran este aspecto de ser globalizadas y relacionadas entre ellas.

A pesar de la subida de la exigencias los tres se muestran optimistas respecto al futuro. “Siempre va a haber personas que luchen contra las injusticias. Hay situaciones como la pandemia que demuestran que se puede conseguir una movilización de la sociedad”, asegura González. Por su parte, seguirán adaptándose y para conseguir todo el trabajo que queda por hacer. Al fin y al cabo, como dice Abad, “25 años no son nada”.

Los cambios

Modelo de cooperación. Antes se ejercía un modelo de cooperación de caridad y ahora las entidades sociales luchan por un modelo transformador denunciando las injusticias.

Perfil del voluntario. Cada vez sube más la exigencia de los proyectos y se ha profesionalizado la labor de los voluntarios. Ahora son trabajadores expertos en distintas áreas técnicas.

Globalización. Los asuntos tratados por la Coordinadora como los derechos humanos, injusticias, equidad o medio ambiente están relacionados y es necesaria una labor global y de colaboración entre todas las entidades sociales, no solo locales.

Javier Abad “Empezamos en la edad de oro de la cooperación”

A finales de los años 90 y a principios de los 2000 se vivió un ambiente social de lucha por la democracia en el que hubo un auge del voluntariado y se crearon entidades sociales “casi en cada pueblo de Navarra”.