Que los presos republicanos recuperen la dignidad social y judicialmente es el motivo de la querella. “Una verdadera necesidad” dicen sus familiares cuya voz fue ayer la de Valen Esteban. Refirió este a la dignidad demostrada “antes, durante y después del cautiverio. Por dignidad lucharon contra el golpe de Estado fascista, con dignidad a pesar de estar privados de casi todo y de sus diferencias ideológicas, construyeron una red eficaz de amistad y solidaridad, que les permitió no claudicar durante los largos años del castigo”.

No fue fácil después de la liberación. La dictadura les seguía controlando y obstaculizaba sus vidas, recordó al tiempo que puso de relieve que, a pesar de todo, no transmitieron rencor y por el contrario enseñaron cualidades y valores de justicia e igualdad en su vida cotidiana. “Nos explicaron día a día con su ejemplo lo que significa la dignidad porque vivieron y lucharon por ella”, explicó el portavoz. La acusación de “desafectos al régimen” es “un orgullo” para sus descendientes, recalcó. “Acusados de no ser buenos españoles franquistas , después de recorrer muchos de ellos durante años cárceles y campos de concentración, acabaron en el espacio concentracionario de Igal-Vidángoz-Roncal, destinados a trabajo esclavo para la construcción de la carretera entre estos pueblos pirenaicos”, relató. Lo hicieron a pico y pala, 17 km entre los años 1939 y 1942, en largas jornadas que se agravaron con la llegada del invierno.

Esteban describió detalladamente la miseria del cautiverio: hambre, frío, enfermedad y muerte. “Los presos pasaban auténtica hambre, llegando a comer hervidos tallos y raíces que los vecinos dejaban en sus huertas, lagartos y hasta una vaca muerta tras desenterrarla”. Al cansancio físico, apuntó, había que sumar las torturas psicológicas a las que fueron sometidos, el aislamiento y el uso que hicieron de sus conocimientos. En algunos casos, les llegó a salvar la vida y les dotó de mejores condiciones, como a su padre, “que dormía en una chabola de piedra, no bajo una tela y dos palos”. A pesar de que no hablaban mucho de aquel pasado atroz, Valen Esteban narró la trayectoria de su padre, Juan Manuel Esteban Rico, que llegó a Vidángoz en 1940, como desafecto al régimen tras años por cárceles y campos de concentración.

Una vez liberados, algunos nunca quisieron volver a Roncal . Otros sí, cada año, al acto memorialista de Memoriaren Bideak en el Alto de Igal. Recordar esos conmovedores encuentros entre personas con dignidad puso emoción en la voz de Ana Barrena. Y el Tango de los Presos de Domingo Uriarte, cantado por su hija Laura, fue como regresar al sitio, (carretera y barracón hoy Lugar de Memoria) a un bello paisaje de montaña donde sufrieron la esclavitud.